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Cuatro películas que marcaron a Titón

Entre este miércoles 19 y el sábado 22, la Cinemateca exhibirá: Paisà, La larga noche del 43, Viridiana y El ángel exterminador

 

Autor:

Luciano Castillo

Celebrar en La Habana el aniversario 90 del natalicio de Tomás Gutiérrez Alea, el 11 de diciembre de 1928, por supuesto que no podía pasar inadvertido por la Cinemateca de Cuba, que le dedicara una amplia retrospectiva y una exposición fotográfica conmemorativa en 2016, a propósito de la primera década de su desaparición física.

El reciente homenaje tributado por el 40 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, no solo a través de un memorable panel teórico, sino con tres de sus títulos restaurados, ya exhibidos por nuestra institución, nos incitó a buscar otro modo de recordarlo que no fuera volver a presentar sus películas en las mismas copias existentes, mientras aguardamos por la restauración de La muerte de un burócrata y La última cena.

Por eso decidimos algo distinto: programar estas cuatro películas que, de un modo u otro, influyeron en Titón. El influjo de la Paisà de Rossellini, en pleno apogeo del neorrealismo italiano, que tanto admirara y ya se hallaba en declive cuando viajó a Roma a cursar estudios en el Centro Sperimentale di Cinematografia, fue decisivo en la concepción de Historias de la Revolución, su debut en el largometraje. No solo por su estructura de episodios situados en distintos lugares, sino por la fotografía del prestigiosísimo Otello Martelli, a quien contratara el Icaic, a instancias de Gutiérrez Alea, para filmar los dos primeros cuentos: El herido y Rebeldes. Le interesaba recrear la atmósfera de Paisà, si bien ya el fotógrafo había transitado hacia otra etapa distante de la estética rosselliniana y a tono con las exigencias de Fellini en La dolce vita.

«Vimos hace pocas semanas La lunga notte del 43 de Florestano Vancini, en México, y hemos quedado muy bien impresionados —escribió Titón a Cesare Zavattini el 19 de enero de 1960. Teniendo en cuenta que se trata de un director joven, que esta es su primera película y que por el tema que trata posiblemente haya encontrado dificultades en Italia, hemos pensado en la posibilidad de que este director venga a trabajar un tiempo con nosotros. No sabemos cuál será su disposición y si estará interesado. Creo que usted pudiera hablarnos de él y hablarle a él de nosotros, de manera que a través de esta presentación, y si usted lo juzgara conveniente, pudiéramos establecer un contacto directo». Lamentablemente, por razones que ignoramos, Vancini nunca pudo aceptar la invitación y su obra posterior confirmó el talento atisbado por el cineasta cubano en esta ópera prima estrenada en Cuba en 1965, que tanto le impactara.

El influjo buñueliano está presente en la obra de Gutiérrez Alea, desde el humor corrosivo de La muerte de un burócrata —no por gusto incluye su nombre entre los numerosos agradecimientos—, pero se advierte ante todo en Los sobrevivientes, donde por momentos revolotea, cuando no retoza, el ángel exterminador sobre la mansión donde la aristocrática familia se encierra, en este caso por voluntad propia. Es perenne en él la admiración ilimitada por Buñuel, a quien evoca en 1993 en su célebre ponencia Otro cine, otro mundo, otra sociedad, como un explorador «de los oscuros laberintos del sueño y el subconsciente». En esta ocasión, Titón subrayó la dramática función ejercida por el director de Viridiana, como Godard, Bergman, Antonioni y Tarkovski «en el proceso de liberación del ser humano, de la mujer y el hombre atados por la educación o las circunstancias a las convenciones, los prejuicios y la rutina».

Un de los clásicos que influyó en el cine de Titón: Paisà, de Rosellini.

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