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Este libro del poeta Guillermo Rodríguez Rivera se titula Crónicas de segunda cita. Pero los enunciados que lo componen no se inscriben entre las crónicas, al menos de acuerdo con el concepto común entre algunos teóricos de la prensa.
Este libro, sin embargo, no merece una discusión sobre las certezas estilísticas de los géneros periodísticos. No lo merece porque ubicarlo en un casillero más o menos apropiado, según mi punto de vista, no es lo que le prestaría el interés que se incrementa a cada vuelta de página.
Publicado por Ediciones La Memoria, Crónicas de segunda cita —nombre de la sección donde aparecieron en el blog de Silvio Rodríguez— es un volumen integrado por pugnaces artículos y comentarios en los que el poeta Guillermo Rodríguez Rivera muestra su talento polémico y su cultura ancha y peleadora.
Invito a leer estos textos, tan cercanos, en el molde, a la práctica profesional de los más aptos editorialistas del diarismo. Ya lo he insinuado: estos artículos se distinguen por su fuerza. La prosa, clara y fluida, traslada un contenido dotado de temas y juicios polémicos. De modo que difícilmente el lector halle un párrafo sin ideas, o distante de las tesis que, desde el estilo del periodismo, quiere el autor demostrar o confirmar.
En este libro, pues, asuntos, aspectos y polémicas de la cultura y la política se van sucediendo sin que las palabras pesen por vacías o farragosas. Todo lo opuesto: pesan por la agilidad con que se juntan para expresar un sustrato pleno de conceptos.
Si me preguntan cuáles son los enunciados que me exigieron, por placer, la relectura, diría que los polémicos. Ah, qué diestramente maneja la esgrima periodística el autor. Igual en el ataque que en el contrataque.
Pero, aclarémoslo, el oficio literario no está de descanso cuando el poeta y ensayista Rodríguez Rivera acomete una colaboración periodística. Vincula ambas formaciones estilísticas. Las junta en cooperación. Y, concluyendo, el tino de lo literario no suaviza la pugnacidad que tanto atrae, ni lo periodístico rebaja el tono y la claridad que le son connaturales.
