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La cultura salva y sana

Es el momento de la escena virtual, dice el teatrista Rubén Darío, quien respondiendo al reto de Unicef: Aprende desde casa, ha comenzado una iniciativa que tiene como centro a nuestro títere nacional, Pelusín del Monte y Pérez del Corcho

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

«Los artistas cubanos nunca hemos temido a circunstancias adversas de ninguna índole», le asegura a JR el actor, titiritero, dramaturgo y director Rubén Darío Salazar, quien por 25 años ha llevado adelante, ¡y de qué manera!, a Teatro de las Estaciones, e incansable y soñador como es, desde hace un tiempo anda empeñado en revitalizar el Guiñol Nacional. Y para que el diario sepa que lo que dicho tiene fundamento, le argumenta: «Ya enfrentarse al público es un hecho totalmente arriesgado. Aunque nos pasemos la vida en ensayos y funciones, no hay nada como ese instante único en que se desarrolla la representación. Eso es lo que diferencia a las escénicas de otras artes».

Y cuando se dispone a concedernos una entrevista vía correo electrónico, Rubén reconoce que «la presencia de la COVID-19 en Cuba le ha dado una vuelta en redondo a todo, no solo a lo cultural». Así lo considera quien fuera seleccionado como Voz del Caribe, junto a tres colegas del Norte, Centro y Sudamérica, para crear el mensaje mundial por el Día del Teatro de Títeres en 2020, el 21 de marzo, justo en el mes que la pandemia también había llegado a nuestro territorio.

Entonces escribió: «Las leyendas y fábulas de animales, reyes, príncipes y duquesas se aprestan a convivir con la aparición de enfermedades y epidemias difíciles de combatir. Los males que hicieron su aparición en las añejas narraciones de brujas y hechiceros, entre ellos las guerras, son ahora una amenaza real, una pesadilla que no se esfuma».

Fueron esas terribles circunstancias las que lo llevaron a reordenar todos sus proyectos, empezando por «la gala que iba a celebrarse en la Sala de Conciertos José White, de Matanzas, en honor a los titiriteros de Cuba y del resto del mundo, con temas y arreglos especialmente compuestos para esa ocasión, en las voces de Bárbara Llanes, Rochy Ameneiro, Lucelsy Fernández y Olga Blanco, junto a los músicos Elvira Santiago, Raúl Valdés y el Quinteto Vida, así como actores y bailarines de nuestra ciudad».

Una acción que en lo absoluto impedía que, como de costumbre, Las Estaciones se estuviera preparando para la temporada del espectáculo El patico feo, versión poético-dramática de Norge Espinosa sobre el cuento de Andersen, que está en repertorio desde 2006, al tiempo que organizaba los ensayos de la reposición de su más reciente estreno: Todo está cantando en la vida (Un recital de afectos para Teresita Fernández) que debía ocupar la cartelera de abril.

Pero Salazar no se deja derrotar. No está permitido perder las esperanzas cuando existen otros proyectos importantes a más largo plazo, que también se han visto removidos. «La reparación capital del Teatro Nacional de Guiñol, por ejemplo, que iba bien adelantada. Ahora lo grueso, que es la reconstrucción de los espacios para público y artistas del edificio, se ha tenido que detener.

«Logramos, sin embargo, concluir el período de clases correspondiente a marzo de la unidad docente Carucha Camejo. Fue como dar clases en tiempo de guerra. Justo al terminar se declaró el cierre total de las escuelas. Ya buscaremos alternativas si en abril no es posible retomar los estudios, pero no vamos a parar.

«Es imposible parar en materia de arte. La labor cultural tiene que hacerse a diario. Si existe un problema real, entonces lo he dicho: debemos buscar alternativas y caminos que no suspendan la necesaria comunicación de los teatreros con su público, de los alumnos con sus profesores.

«Una de las acciones más significativas que nos vimos obligados a interrumpir fue el 14 Festitaller Internacional de Títeres de Matanzas (Festitim). Todo estaba listo: cartel, spot, bolsas, programas, diplomas, logística, más de diez compañías internacionales confirmadas y 16 nacionales... Era el regalo de receso escolar que habíamos preparado con dos años de anticipación para nuestros pequeños: conciertos, exposiciones, libros, conferencias, talleres, películas…

«Los amigos de las agrupaciones extranjeras han reconfirmado su presencia para cuando realicemos el Festitim, y ese es un gesto muy bonito, de confianza, de fidelidad, de inmenso amor por esta isla pequeñita, batida como una fiera contra sus enemigos, que son los enemigos de proyectos humanistas.

«Tras 25 años de andadura artística, no puedo decir que me siento feliz por esa posposición obligada del Festitim, pero me siento optimista, que es una manera renovada de tener alegría y esperanza. Debemos retomarlo en 2021, como las Olimpiadas. Andamos reubicando las nuevas fechas entre el 16 y el 21 de marzo, para que coincida con el Día Mundial del Títere. Será una fiesta indescriptible. Los titiriteros somos grandes de corazón, aunque nuestros títeres sean en miniatura o grandes esperpentos».

—Pero Las Estaciones se halla entre las compañías que no se han cruzado de brazos en esta etapa difícil...

—La cantautora Rochy Ameneiro, una promotora y defensora constante de los derechos infantiles, me comentó del reto que había propuesto Unicef bajo el título Aprende desde casa. Me encantó la idea y enseguida pensé que podía ser una buena oportunidad para continuar con el rescate que hemos hecho, desde Teatro de Las Estaciones, con el patrimonio titiritero nacional: el Señor Mascuello y Libélula, muñecos del teatro y la televisión en los años 50; Alelé, personaje del retablo y la televisión; Amigo, protagonista de un programa infantil de la televisión en los 60... Pero si había uno que rezumaba cubanía por los cuatro costados, era Pelusín del Monte y Pérez del Corcho, el títere nacional de Cuba.

«Presente en nuestros retablos, libros, la  radio y en la pequeña pantalla desde 1956, hace más de seis décadas, fue la gran Dora Alonso quien concibió el personaje, mientras el maestro titiritero Pepe Camejo, del Teatro Nacional de Guiñol, creó la imagen.

«Como en los años 60, cuando CMQ Televisión transmitió Las aventuras de Pelusín del Monte, ideamos hacer una miniserie bajo el nombre Un minuto con Pelusín del Monte. Las plataformas digitales nos abren a nuevos espectadores y nos permite mantener los ya existentes. Es dura esta situación para los que hacemos teatro, pero aquí seguimos: es el momento de la escena virtual: en mi criterio, un poco triste, porque me gusta escuchar la risa y los aplausos en vivo de los niños y las niñas, mas ahora mismo es necesaria si queremos sobrevivir.

«La miniserie está alojada en nuestra página de Facebook Compañía Teatro de Las Estaciones. Se hace atendiendo las particularidades de nuestra realidad a nivel de conexión. Tiene la casa como set principal, y se graba con un celular como equipo de filmación. Es nuestra manera de proporcionarles a los infantes información histórica y cultural: cómo hacer un teatrino con los objetos de nuestro hogar, qué libro leer, qué música escuchar, curiosidades relacionadas con el inquieto títere guajiro...

«Todo está pensado para hacerlo con recursos accesibles y en poquísimo tiempo, haciendo hincapié en consejos prácticos, educacionales y espirituales, con el objetivo de que el pequeño público no se aburra en casa. Aplaudo a los tantos artistas que se han sumado a estas iniciativas, Teatro Tuyo, de Las Tunas; el Guiñol de Guantánamo y Teatro La Proa, de La Habana, son tres ejemplos hermosos.

«Lo mismo puedo decir del taller de nuestra institución, paramos de crear títeres e hicimos nasobucos. Zenén diseñó su propio estilo de protector y se repartió gratuitamente a artistas y gente de pueblo. Hay que ser útiles siempre, encima del escenario o debajo, como ahora.

«Estoy convencido de que sirve lo que avive en nuestros niños, valores en el alma y el pensamiento, sobre todo aquellos que tienen que ver con nuestro entorno histórico y sociocultural. Somos ricos en ese aspecto, aunque a veces no se aprecien y divulguen lo necesario, lo suficiente.

«Cuando regresemos, el público encontrará una sala más linda que como la dejamos. Este es el año de los 80 que cumpliría el maestro titiritero Armando Morales, los 90 de Teresita Fernández, nuestra cantora mayor, los 110 de Dora Alonso... Tenemos tantos motivos para celebrar que el regreso se anuncia mágico. Solo tenemos que tener paciencia, quedarnos en casa y no ser pesimistas, y sobre todo, ser consecuentes con las medidas higiénicas y disciplinarias que se precisan para derrotar de conjunto este mal planetario. Yo creo en la cultura como algo salvador y sanador».

 

 

 

 

 

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