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Ahora sí, Mariposa

 Pues para todos los lectores, los asiduos y los ocasionales, aquí va la historia, que tal como dije en mi texto del pasado domingo, me vino a la memoria gracias al grupo de WhatsApp de mis amigos de la carrera de Equipos y Componentes Electrónicos de la Cujae

Autor:

JAPE

Jamás pensé que el nivel de curiosidad fuera tan elevado entre los lectores y amigos del dedeté. Luego del texto publicado la semana pasada, donde no me alcanzó el espacio para narrar una anécdota que prometí publicar en próximas ediciones, han llovido un montón de llamadas y solicitudes vía email pidiendo que acabe de hacer el cuento. Hasta Floro me ha escrito una nota donde me critica de manera severa, aludiendo de que «eso no se hace, dejar así, colgados de la brocha, a quienes te seguimos domingo tras domingo».

 Pues para todos los lectores, los asiduos y los ocasionales, aquí va la historia, que tal como dije en mi texto del pasado domingo, me vino a la memoria gracias al grupo de WhatsApp de mis amigos de la carrera de Equipos y Componentes Electrónicos de la Cujae, en los años 80 del pasado siglo.

 En aquellos años era muy habitual y gozaba de gran popularidad y prestigio el Movimiento de Artistas Aficionados, sobre todo en las Universidades y diversos centros de estudios en todo el país. Yo cursaba el primer año de la especialidad que antes comenté. Venía del pre militar por la orden 18 de las FAR, que permitía continuar estudios después de pasado el servicio militar general. En esa condición estábamos varios alumnos, pero Alexander era con quien mayor amistad tenía pues ambos procedíamos del mismo preuniversitario de preparación. Él era lo que se dice en el argot popular «mi yunta», y como buenos socios manteníamos una amistad llena de colaboración, respeto y hasta con un poco de «guapería», pues ambos proveníamos de barrios muy «coloridos»: Centro Habana, yo; y él, de Marianao.

 A pesar de haberme inclinado por una carrera puramente técnica, mi afición por el arte, en particular la música, siguió permeando mi personalidad y mis sueños, y sin pensarlo dos veces me apunté como trovador en el Festival de Aficionados que convocaba la Cujae.

 Era una linda noche en la que se presentaron muchos alumnos agrupados en diversos formatos y estilos musicales. El público estaba constituido por nuestros profesores y compañeros de aula, que además de apoyar a sus representantes, daban rienda suelta a todo tipo de «iniciativas» que iban desde aplaudir, con vítores incluidos, hasta la más cerrada y desconcertante rechifla.

 Mi presentación fue bastante digna, manteniendo la media del nivel de los bisoños artistas. Interpreté un par de canciones de Silvio Rodríguez, muy a la moda de aquellos años. Hubo aplausos condescendientes, algún que otro pedido de ¡otra, otra!, pero alguien del público gritó: ¡Mariposa, Mariposa! Mi amigo, el fraterno Alexander, que estaba sentado justo detrás del que clamaba ¡Mariposa!, sin pensarlo dos veces, lo tocó con fuerza por el hombro mientras le decía: «¡No te equivoques chama! ¡Mariposa de qué! ¡Cuidado con lo que dices, que ese es mi hermano!». No sé quien fue el que medió entre ambos calmando a mi amigo con una explicación: «Alex, deja eso… Mariposa es un tema de Silvio Rodríguez»

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