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No me puedo quejar

Cuando digo que no me puedo quejar, me refiero a los grandes momentos y emociones que la vida, y los poderes corpóreos y etéreos, me han permitido disfrutar plenamente. No obstante, en el tema deporte, aún conservo sueños que parecen inalcanzables, pues me gustaría participar en cuerpo y alma de una olimpiada o un mundial de fútbol. Ya sé que, como diría Lennon: You may say I’m a dreamer but I’m not the only one

Autor:

JAPE

A priori, esta frase pudiera parecer una manifestación irreverente, hasta cierto punto antisocial y disidente, pero no es el caso. Tampoco se refiere a mis condiciones de salud, cuando dolores y malestares corporales ya comienzan a delatar el impecable paso del tiempo, sobre todo el tiempo que ha pasado sobre mí.

Cuando digo que no me puedo quejar, me refiero a los grandes momentos y emociones que la vida, y los poderes corpóreos y etéreos, me han permitido disfrutar plenamente. Puedo decir con sano orgullo y placer que tuve una cita tete a tete con la Gioconda, pernocté en la estructura férrea de la más famosa torre parisina, sentí la energía acumulada en la inmensa sala donde descansa el Guernica

Referente al humor, son muchos los «excesos» experimentados: asistí a funciones en vivo del grupo Les Luthiers, Antonio Gasalla, Leo Maslíah… en mi habanera ciudad, donde formo parte, y disfruto de la amistad, del gremio de humorista cubanos, escénicos y caricaturistas, dondequiera que estén.

En el caso del deporte, otra de mis pasiones, fui un entusiasta indisoluble de los Juegos Panamericanos de 1991, al este de la capital de todos los cubanos; y recientemente disfruté, sentado en las gradas, muy cerca del terreno, de un Juego de las Estrellas de una Serie Mundial de Béisbol de la MLB… sin desechar las emociones vividas en mi estadio Latinoamericano, en los significativos play off de las series nacionales, sobre todo cuando mi equipo anfitrión se ha llevado el gato al agua.

No obstante, es aquí, en el tema deporte, donde aún conservo sueños que parecen inalcanzables, pues me gustaría participar en cuerpo y alma de una olimpiada o un mundial de fútbol. Ya sé que, como diría Lennon: You may say I’m a dreamer but I’m not the only one.

No soy el único soñador, aunque con toda sinceridad, el mundial de fútbol lo veo más distante; sin embargo, muchos hubiéramos querido apoyar a nuestro equipo desde las gradas en el partido contra Curazao, en las eliminatorias previas a Catar 2022.

Referente a las Olimpiadas, ya julio está aquí, y justo en unos días comienza la cita de Tokio 2020 o 2021, como quieras llamarla.

Nuevamente veremos desde casa, por la pequeña pantalla (y esto es una suerte sin dudas) muchos de los eventos que tendrán lugar en la magna convocatoria. Otra vez (pensé), veremos a la mayoría de las presentaciones de nuestros atletas sin apenas apoyo desde el graderío de los estadios. Pero no será así. Y no se trata de que una amplia representación de turistas aficionados cubanos viajará a Tokio, amén de carencias económicas, del tráfico aéreo, ni siquiera del bloqueo, que, a mi entender, no tiene la culpa de todo, pero que de casi todo sí tiene la culpa.

Esta vez, lamentablemente, y a causa de la pandemia, será parejo para todo el mundo. Los organizadores de los Juegos Olímpicos acaban de anunciar que se celebrarán sin público extranjero. Solo podrá participar un limitado número de fanáticos japoneses, con la debida autorización médica. Los vendedores nipones se verán obligados a devolver unas 600 000 entradas que fueron expendidas al exterior para disfrutar de las Olimpiadas, y 30 000 con destino a los Paralímpicos.

La COVID-19 sigue causando estragos en la normalidad de nuestras vidas en todo el planeta. Sin embargo, tener casi seguro (pues la telenovela sigue siendo la gran competencia), «platea» frente a mi televisor, es una bendición. Por eso digo que, por esta vez, no me puedo quejar.

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