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A mí me mueve el amor

Con una proyección afable, este joven habanero, nacido y criado en el Cerro, ha impactado en el panorama musical cubano aportando frescura en su forma de contar historias con la música

Autor:

Sergio Félix González Murguía

Jesús Barrios Sánchez no olvida cómo empezó todo. Era la época «caliente» de la calle G en que cada noche la afluencia de jóvenes era constante y enorme. Metido entre «frikis», «repas», «emos» y otros grupos con intereses diversos se encontraba él con las curiosidades propias de quien da con algo de su gusto. En su caso fue el hip hop y sus características ruedas de freestyle, que surgían de improviso, en cualquier esquina de la amplia avenida del Vedado capitalino. Entonces, aprendió las mañas de la improvisación y el flow de los raperos, al que le puso su toque. Se convirtió en Jotabarrioz cuando a todo lo anterior sumó la experiencia creativa que le han ido dando los años.

Con una proyección afable, este joven habanero, nacido y criado en el Cerro, ha impactado en el panorama musical cubano aportando frescura en su forma de contar historias con la música y de cantarle a todo lo bueno que nos rodea, en medio de circunstancias tan complejas como una pandemia.

A Jotabarrioz le gusta regalar «musiquita para el alma». Y a la hora del diálogo es como si conversaras con un amigo que te ofrece un consejo; en este caso, con la sensibilidad propia de quien entiende el arte que realiza y por eso sabe cómo explicarlo al que lo escucha. Tal vez ello se deba a su formación como instructor de arte, en la especialidad de Teatro.

«Siempre andaba encaramado en la plazoleta de la escuela y adoraba organizar actividades para los matutinos, incluso de otras aulas. Me juntaba con la gente de Música y desde ese momento escribía canciones, como Me alegro por ti, que hoy es uno de mis temas más conocidos, pero en aquel tiempo se lo dediqué a mi primera novia. Ella conserva el manuscrito original», cuenta el joven a JR, cuyas habilidades para componer confluyeron con su incursión en el mundo del rap, alrededor del año 2009.

Entonces, Jesús tenía 17 años y —G arriba, G abajo— participaba con frecuencia en batallas de gallos (competencias de rap, estilo libre), escuchaba a muchos raperos (cubanos como El Adversario y extranjeros como el español Kaze.O), y así fue cogiendo «tamaño de bola» dentro del género, que defendía como un hobby que compaginaba con sus labores en las secundarias básicas, hasta que llegó el Festival Primeros Pasos Hip Hop.

Ganó aquel certamen organizado por la Agencia Cubana del Rap, y llamó la atención de dos personas que lo observaron con atención desde el público. Eran Linn Fernández, integrante de la agrupación Ron con Cola, y David Fernández, alias «Lobo King Dowa», productor musical, quienes se le acercaron y le dijeron a quemarropa, que querían grabarle un disco. «Así, gratis», expresa y uno logra imaginarse la sorpresa con la que recibió semejante proposición.

Agarró la oferta al instante y dejó registrado La sinfonía del desorden (2015), un disco que, confiesa, desearía recuperar en alguna reedición, con el estilo que lo distingue actualmente, pues cree que en la época de la grabación, el público y los medios no le prestaron suficiente atención, aunque esa fue la chispa que encendió sus ganas de vivir por y para la música. «Estoy muy agradecido con ese par de artistas inmensos que confiaron en mí y me tomaron de la mano. Recuerdo que grabábamos en un estudio en San Miguel del Padrón, y era tremenda locura, pero lo disfrutamos mucho».

Luego se marcaron nuevos derroteros e intereses artísticos, y es que para este creador no hay caminos imposibles. Su incursión en la agrupación de música electrónica Kill the Party —toda una «sensación» entre el público juvenil desde su surgimiento en 2015, por su atrayente puesta en escena, con el uso de máscaras y ese estado de embriaguez sensorial que provoca su sonoridad— ejemplifica el arrojo de Jesús Barrios, cuya voz logró acoplar el rap con otros géneros como el rock, el reggae y el dance, que propone la banda.

La presencia del grupo en los eventos de Cuerda viva, le permitió dar otro paso en su carrera. «Anita Rabasa es una persona que confía mucho en los jóvenes y les da la oportunidad de probar su talento. Así que un día me acerqué a ella y salió la posibilidad de ser parte como uno de los anfitriones del proyecto», comenta esa etapa suya frente a las cámaras conduciendo el espacio, una experiencia, afirma, que concluyó, pero que le dio muchas satisfacciones y el reconocimiento de un público mayor y diverso.

Mas con ese reconocimiento aumentaron las inquietudes creativas que no conseguía saciar del todo con el estilo de la banda de música electrónica. Necesitaba más, otros caminos que transitar. Para esa fecha, poseía no pocas letras escritas y muchas ganas de experimentar con otros géneros musicales. Fue en medio de la cuarentena por la pandemia de la COVID-19 que las canciones empezaron a surgir de forma distinta y apareció el nombre de Jotabarrioz: un renacimiento que, sin dejar de lado su álter ego en la electrónica, le ha permitido obtener, en poco menos de un año, importantes gratificaciones, desde el punto de vista creativo y afectivo.

«Kill the Party es música para bailar, mover el cuello y brincar, como para saciar un lado “oscuro”. Con la banda, sobre el escenario, el cantante es un personaje con el que logro satisfacer cierto lado agresivo y animal que todos llevamos dentro. La propuesta de Jotabarrioz, sin embargo, es más íntima y sincera. No sé si a otros les sucede, pero yo no puedo vivir sin ninguna de estas dos partes».

Sus canciones se escuchan con frecuencia en nuestros medios de difusión, se comparten por las redes sociales a la velocidad con la que se suelen enviar los links entre usuarios, los mismos que han llegado a «tuitear» qué canción del artista escuchan según su estado de ánimo.

Ya sea en solitario o de la mano de reconocidos artistas del patio, como Annie Garcés, Christopher Simpson, Jorgito Kamankola, David Blanco o, más recientemente, con Toques del Río con la que interpreta Bailarás, tema dedicado a los 35 años de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), Jotabarrioz ha obsequiado a su público varias canciones para que «se sienta bien cuando me escuche», se relaje, goce y, de paso, se lleve un mensaje útil. «A mí me mueve el amor», insiste.

Su obra se ha visto engrandecida con algunas versiones de obras emblemáticas de los repertorios de Polito Ibáñez, Noel Nicola o Leoni Torres. «Siempre intento conectar con los artistas de mi generación y de otras generaciones, porque unirse siempre es beneficioso para crear música y es algo que necesitamos en la escena alternativa. Me gustaría colaborar con David Torrens y creo que con Silvio podría salir algo bonito», cuenta el autor de Así.

El rapero ha desarrollado interesantes experiencias creativas como El minutazo: un conjunto de diez cápsulas, con un minuto de duración cada una, publicadas en la red social Instagram. Cada una contiene una canción corta donde aborda un tema determinado y en la que combina el rap con distintos géneros. Un ejercicio que le permite hablar sobre el odio, las despedidas o cómo seremos cuando esto pase.

«Quiero hacer una segunda temporada de El minutazo. Llevo un año con esta nueva identidad artística y he tenido muchas satisfacciones. Tengo el feeling de que seguiré creciendo», cuenta Jotabarrioz, quien se alió para este proyecto con Tiago Felipe, productor y un fiel compañero de armas en la materialización de muchas de sus novedades musicales.

Así, este joven con ganas de contar, se ha ido colando poco a poco en la banda sonora de cientos de cubanos que intentan normalizar sus días, en medio de esta pandemia. Los caminos por los que transita Jotabarrioz hoy alcanzan más lugares que nunca, gracias a las redes sociales y lo polifacético de su arte. Hoy sus rutas creativas trascienden aquella calle G donde, un día, Jesús Barrios Sánchez mostró su flow por primera vez.

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