Una neozelandesa amante de la lectura y, a no dudarlo, honesta, acaba de devolver un libro a la Biblioteca Comunitaria Epsom, de Auckland, que tomó prestado el 17 de diciembre de 1948, cuando era una niña.
La lectora no identificada se mudó poco después de la ciudad y ahora ha regresado y trajo consigo el libro, devuelto en muy buenas condiciones, dijo la bibliotecaria Zoe Cornelius, quien no multó a la señora, «porque a los niños no se les multa».
Suerte para la incógnita, que hubiera tenido que pagar nada menos que 17 000 dólares por el descuido.