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David Rodríguez, primer medallista cubano en natación

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Juventud Rebelde

David Rodríguez se agenció un inesperado bronce en los 200 metros espalda. Foto: Juan Moreno, enviado especial. CARTAGENA DE INDIAS, Colombia.—David todavía no ha de compararse con David, el niño que con una pedrada venció a aquel filisteo de tres metros llamado Goliat, quien tenía una coraza de escamas de 55 kilogramos y una punta de lanza de 15 libras de peso. David Rodríguez Mustelier no debe contrastarse con el emblemático personaje de Israel; porque es un nadador novicio, y todavía, a sus 17 años, no ha matado a ningún monstruo entre las aguas.

Sin embargo, este muchacho capitalino ya nos alertó, con su medalla de bronce en los 200 metros espalda de los XX Juegos Centroamericanos, que mañana podría liquidar a brazadas a cualquier «bicho» mundial de las piscinas. «Vine sin muchos pronósticos para este evento, mi primera competencia internacional; aunque después, con el resultado de la eliminatoria, pronosticamos un cuarto lugar… y mira lo que salió», señala después de un ejercicio de relajamiento muscular en la alberca.

«Lo mejor fue que bajé mi marca personal de 2:08 segundos a 2:05.37», dice mientras se le van escurriendo las gotas del cuerpo. El mérito de esa medalla —los cronistas solemos ensalzar solo el oro en este tipo de citas— está en el nivel que tuvo la prueba. Su ganador, el barbadense Alfred Neckles, sacó de la pileta un récord centroamericano (2:00,85) y el subtitular fue el local Omar Pinzón, a quien los periodistas aquí llaman «La gran esperanza mundial de Colombia». David, sin embargo, no se hincha. «Tengo mucho que aprender y sobre todo tener más voluntad en los entrenamientos», reconoce. También admite que la vida del alto rendimiento requiere sacrificios. «Todos los días en la escuela Marcelo Salado nos levantamos a las seis de la mañana y a las siete ya entramos a la piscina, que en tiempos de frío resulta insoportable».

Amante de los patines, la bicicleta, las fiestas y «todas esas cosas que les gustan a los jóvenes», cree que debe bastante a sus padres, quienes han sabido endulzar la probable inclemencia que supone la vida del becado. Tiene débitos morales, además, con sus preparadores Luisa María Mojarrieta, José Faroy, Jorge Pérez y Gilber Valdés. «Ellos me han guiado», subraya en tono enfático.

Expone que siempre prefirió los estilos espalda, «que a muchos no gustan» y mariposa. «El libre resultó un cumplido para mí, nunca fui bueno en él». Dice gustarle las ciencias puras y andar a tropezones en las letras, aunque su promedio general en onceno grado, el que acaba de vencer, fue de 92,7 puntos. Sueña con intervenir en los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro en 2007 y «parecerme algún día a Bent y Falcón». El primer sopor acaso es accesible; el segundo luce como una meta celestial. Únicamente podrá cumplirlo si, a fuerza de una dedicación inextinguible, logra encontrar una fórmula, una piedra mágica para aniquilar gigantes entre aguas.

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