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Gerardo tenía «guardada» una patada

Hubo sorpresas en el taekwondo en la segunda jornada. Cuba no se marchó en blanco

Autor:

Juventud Rebelde

Gesler Viera le dio un recital de «hachazos» al hondureño Jefferson Sierra y se llevó el oro. Foto: Juan Moreno, enviado especial

CARTAGENA de Indias.— Nadie lo sabía, solo él. Entonces, cuando se vio apurado, acudió a su secreto; sacó el arma y extirpó a su contendiente, quien herido de muerte no creía aquel porrazo.

«Lo sorprendí. Siempre he tenido guardada esa técnica giratoria. Hasta mis compañeros se asustaron cuando me vieron lanzando la patada», narró minutos después el verdugo, el taekwondoca cubano de más de 84 kilos Gerardo Ortiz.

Los momentos previos al golpe asustaron a más de uno: el combate por la medalla de oro con el mexicano Salvador Pérez terminó empatado (4-4), y fue necesario extender las acciones e ir al «punto de oro».

«Me decidí después de dos ataques suyos en los que por poco me marca», admitió. «Y mira: ¡vino el título!», agregó con entusiasmo el hijo del central Australia, en Jagüey Grande, Matanzas.

Hay más detalles deliciosos en la historia: este competidor de 29 años, primero del taekwondo en alcanzar aquí un cetro regional, «sobrepasó» a sus propios entrenadores, quienes por la fuerza de la competencia le pronosticaban la plata.

«Aunque los rivales eran medallistas de varios eventos internacionales sabía que no era imposible», sentenció mientras miraba otro pugilato: en el tatami pugnaba con rostro grave un compañero de equipo.

Así, minutos después, gotearía la segunda presea de oro en el pecho de un antillano. Mas su dueño, el capitalino de 19 años Gesler Viera (67 kg), no necesitó molinetes espectaculares como su predecesor.

Le dio un recital de «hachazos» al hondureño Jefferson Sierra. El puntaje final (7-0) habla demasiado.

«La pelea no era complicada porque los contrarios de mayor categoría cayeron en mi poule. Lo difícil estuvo al principio», dijo el muchacho, ganador del sexto puesto en el mundial de Madrid, España, celebrado hace un año.

Y mientras Viera hablaba con modestia de su aureola, en el otro extremo del Coliseo de Gimnasia y Combate, una jovencita santiaguera de 59 kilogramos se batía por el trono con Iridia Salazar, de México, medallista olímpica de Atenas 2004.

La porfía: cruda, emocionante, reñida. El final: 3-2 a favor de la azteca. Fue de esos metales no dorados que saben a esplendorosos, sobre todo porque el mejor resultado de esta mujer de 23 abriles era un bronce panamericano.

«Nuestra campeona Salazar debió sudar y apelar a toda su experiencia para poder doblar a su aguerrida rival, que quería dar la gran sorpresa del torneo», reflejó enseguida la prensa de aquel país.

Más tarde la avileña Annelice González (más de 72) subía al podio con un bronce en el cuello. Algunos le habían vaticinado ese resultado, otros no.

Augurios aparte, pudiera condensarse la jornada: tarde de patadas voladoras, de «hachazos» y sorpresas, en la que no discurrimos en blanco.

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