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Llaman «El fantasma del voleibol» a la derrota de Brasil ante Cuba

Hélia de Souza Pinto expresó que no estaban preparadas para el fracaso, la entrega y la pasión, muchas veces superan al talento  

Autor:

Juventud Rebelde

Río De Janeiro.— Han pasado los días, y todavía gravita sobre la «Ciudad Maravillosa» el «fantasma del voleibol», como la prensa local llamó a la derrota de Brasil frente a Cuba en la final femenina de este bello deporte, muy popular aquí.

Y aunque resulta poco práctico a estas alturas hacer un análisis exhaustivo de aquel encuentro rompecorazones, para mí el más emocionante jugado por las Morenas del Caribe en los últimos siete años, sí quiero comentarles algo que se nos quedó en el tintero.

Todos los expertos entrevistados antes del partido coincidieron en dar como favoritas a las brasileñas, no solo por jugar en casa, sino porque ellas eran muy superiores en un aspecto vital de juego: el pase.

A sus 37 años, la «conductora» de la escuadra auriverde, Hélia de Souza Pinto, conocida por Fofao, aparecía en cancha con una vastísima experiencia, pues ella figuraba ya en aquella selección carioca que perdió contra Cuba en la semifinal de los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996 (el partido de la bronca que terminó en los camerinos, ¿se acuerdan?).

Cuatro años después, Fofao estuvo en las Olimpiadas de Sydney 2000, donde volvió a irse con el bronce, y en lo adelante ganó títulos en los Juegos Panamericanos de Winnipeg 1999 y cinco veces en el Grand Prix. Igualmente, participó en la Copa del Mundo de 2003, donde Brasil terminó en segundo lugar.

Y aguantó para llegar a estos Juegos, donde querían la corona frente a su público. Por ello, en la conferencia de prensa posterior al choque de marras, un periodista local le preguntó si ese revés era la mayor decepción de su vida.

«Mi sentimiento no es de decepción, aunque la situación es la peor posible. Perdimos, y ya no hay nada que se pueda hacer, pero luchamos hasta el final. Solo que no nos preparamos para la derrota», respondió en susurros, ahogada por el llanto.

Esa noche, del otro lado de la mesa estaba, por méritos propios, Yumilka Ruiz, aunque me hubiera gustado ver a Daimí Ramírez y Yanelis Santos.

Ellas son la prueba de que la constancia, la entrega y la pasión, muchas veces superan al talento.

Las pasadoras cubanas ya no son como antes, cuando Imilsis Téllez acomodaba los balones mirando para el suelo. Y no es un secreto, al menos que yo sepa. Sin embargo, sus mañas en el ataque son asombrosas y, sobre todo Daimí, levanta al equipo con el aliento constante.

Entonces, puede que jugar con dos pasadoras sea obsoleto en los sistemas modernos, pero a nosotros nos distingue. Esa es la escuela cubana que ha roto tantos esquemas. Así que, si en definitiva hay que adaptarse a la corriente y prescindir de una de ellas en el cuadro titular, les confieso que voy a extrañar ese sello.

Es como Van Van, que sigue sonando y «chapeando», pero sin Pedrito, de algún modo, ya no es igual. Y perdonen la franqueza.

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