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Se despide la fiesta olímpica

Tras 16 días que estremecieron al mundo, por la intensidad y el colorido con que Beijing organizó un evento que indudablemente será recordado entre los mejores, las miradas regresan al Nido de Pájaro, donde hoy se clausuran los Juegos Olímpicos Medallistas cubanos en Juegos Olímpicos Beijing 2008 Medallero general de Beijing 2008 Alegrías y sinsabores de Cuba en recta final de los Juegos Olímpicos de Beijing Al podio le faltó color Boxeador Carlos Banteaux alcanza medalla de plata en Beiijng Yankiel León termina en medalla de plata en el boxeo olímpico Sudcorea, ¿el último monarca? Emilio Correa fue un oro público en la final del boxeo Se queda Cuba sin medallas olímpicas en el taekwondo

Autor:

Raiko Martín

BEIJING.— Un enorme pebetero en forma de pergamino dejó de arder y el hermoso sueño vivido durante los últimos 19 días se extinguió. Así, la historia hizo un espacio y acomodó la XXIX edición de los Juegos Olímpicos de la era moderna, la cual será recordada por muchas razones.

En esta maravillosa e imponente ciudad concluyeron unos Juegos trascendentales. Las expectativas se cumplieron. Los pronósticos también.

Durante siete años el mundo siguió con interés cada noticia relacionada con la organización de la magna cita deportiva. El despliegue realizado por esta milenaria nación superó todos los precedentes, y los resultados fueron asombrosos.

En el menor tiempo posible quedaron montadas todas las instalaciones —entre nuevas y remozadas—, cada una con un toque distintivo y único. Los ya trascendentales Nido de Pájaro y Cubo de Agua son íconos representativos de una ciudad que cambia por día y se erige en referente de la arquitectura moderna.

Millones de chinos acogieron los Juegos, los hicieron suyos, los apoyaron hasta el delirio, y consagraron cuerpo y alma para lograr la más grande edición entre las hasta ahora celebradas.

El resultado: una cita estival inolvidable en el plano organizativo y deportivo, que subió el listón olímpico quizá demasiado alto.

Un tiburón en la piscina

Seis títulos cosechados hace cuatro años fueron el mejor anuncio de que la hazaña del nadador estadounidense Mark Spitz, concretada durante los Juegos Olímpicos de Munich 1972, podía ser borrada en la capital china.

La clarinada del también nadador norteño Michael Phelps en la cuna del espíritu olímpico tuvo su colofón aquí, donde conquistó ocho de los cetros conseguidos por su país, y estableció siete primacías mundiales.

Sin dudas, Phelps fue la sensación de un certamen lleno de actuaciones memorables. En el plano colectivo las palmas fueron para el brillante desempeño de la delegación anfitriona, que cumplió con las expectativas generadas en torno a ella y dominó el medallero de punta a punta.

Una vez más, el levantamiento de pesas, el clavados, el bádminton y el tenis de mesa fueron sus baluartes, aunque también retomaron el liderazgo de la gimnasia artística perdido hace cuatro años. A ellos añadieron cetros en tiro con arco, canotaje, judo, tiro, taekwondo, natación y esgrima para cumplimentar una actuación soñada durante mucho tiempo.

El cuadro de medallas de estos Juegos fue la fiel expresión de cuánto se ha diversificado el poder «adquisitivo» de las grandes potencias, y salvo China, el resto de sus escoltas estuvo lejos de lo esperado. Sobre todo Rusia, que experimentó un «bajón» considerable.

El listón por las nubes

Desde las 8:00 p.m. del pasado día 8 de agosto, la organización de los Juegos Olímpicos entró en un nuevo concepto. En el mismo instante en que se develó el secreto tan celosamente guardado por los organizadores, comenzó un certamen que será muy difícil de igualar en todos sus aspectos.

La ceremonia de inauguración fue una verdadera muestra de imaginación y buen gusto, combinada con la precisión y constancia de este pueblo ancestral. Fue esa la antesala de las jornadas por venir.

A pesar de que en algunos días la bruma parecía empeñada en no deshacerse, los Juegos brillaron con luz propia. Miles de voluntarios fueron capaces de estamparle a la cita un calor humano impresionante. Jóvenes y atentos, siempre estuvieron con la sonrisa disponible como premisa de su tarea.

En cuanto a las instalaciones, la excelencia primó. Diseños futuristas y funcionales ofrecieron facilidades impresionantes y fueron inmejorables escenarios de verdaderas batallas deportivas.

Si en ellos todo fue limpio y ordenado, similar transparencia hubo en el ambiente competitivo. Apenas siete casos de dopaje han sido divulgados hasta el momento —incluyendo el de un caballo—, una cifra muy por debajo de los 25 atletas que violaron las reglas hace cuatro años. Y solo dos de ellos habían escalado algún peldaño en el podio. ¿Efectividad en los controles? ¿Llamada a capítulo de los tramposos? Ya aparecerán las teorías.

En cuanto a los récords, tampoco hay por qué quejarse. La natación solamente acaparó 25. Además, hubo en atletismo, tiro, pesas y tiro con arco, entre otros.

Mientras, Argentina ganó el oro en el fútbol masculino, acaso el deporte colectivo más polémico de cuantos se disputaron. Como buena noticia quedó el anuncio de que en el futuro los Juegos Olímpicos serán incluidos en el calendario de la FIFA.

Mirando hacia nuestra región, solo seis países latinoamericanos estuvieron representados en lo más alto del podio, y otros seis alcanzaron al menos una medalla. El resto se mantendrá en el anonimato al menos hasta la cita de Londres 2012, cuyos organizadores tomaron nota de lo aquí sucedido antes de tomar la bandera olímpica que izarán dentro de cuatro años.

Para entonces quedan muchas dudas que despejar. ¿Mantendrá allí China la hegemonía alcanzada ahora, o recuperará Estados Unidos la posición de privilegio? ¿Superarán los británicos la exquisitez organizativa que hemos descrito por estos días? Beijing 2008 ya bajó su telón. Ahora comienza otra historia.

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