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Perú se quedó con el tercer lugar de la Copa América

El equipo inca venció 4-1 a Venezuela con tres goles de Paolo Guerrero, en una de las versiones más mediocres que se recuerden de esta Copa

 

Autor:

Raiko Martín

Era el partido que ningún equipo quiere jugar, pero a los rivales les iba el orgullo y algo más por una historia poco placentera en las últimas ediciones de la Copa América. Y en esta lucha de consuelo, Perú portó mejores armas que Venezuela para llevarse como merecido premio los metales bronceados de uno de los torneos más mediocres que se recuerden en el cono sur americano.

El resultado de 4-1, visto desde lo global, puede parecer escandaloso. Cuando menos, desproporcionado de acuerdo con lo palpado sobre la cancha del estadio de la ciudad de La Plata, un recinto que es recordado de no muy buenas maneras.

Ya sin opciones de más gloria, incas y morochos llegaron allí para certificar una de sus trayectorias más ilustres en los últimos tiempos, pues antes del primer pitazo no estaban en los planes ni del más arriesgado analista.

Más desgastados en lo anímico, los venezolanos de Farías quedaron un poco lejos de sus anteriores demostraciones. Y del otro lado, Markarián se sacó de la pizarra un planteamiento exquisito, teniendo en cuenta la ausencia de sus tres ases de espada.

El despliegue peruano es digno de análisis, pues su estructura camaleónica se adapta sin contratiempos a las exigencias del momento. Lo hizo desde el principio cuando no echaron muy en falta a Farfán y Pizarro, y ahora cuando el «Loco» Vargas se quedó en el graderío por sanción.

Pero quedaba el más Guerrero de los incas, y él solo se armó el espectáculo. Primero revolviéndose en el área y sirviendo a Chiroque el gol que destrababa el partido. Luego con tres goles salidos del perfecto manual de los contragolpes.

Así regresa el fútbol peruano a un escenario que abandonó más por malos manejos en los despachos que por la calidad de sus jugadores.

Pero lo justo —porque todo hay que decirlo— hubiese sido una victoria más apretada. Aun cuando la «Vinotinto» no llegó a los decibeles ya acostumbrados, nunca dejó de luchar por una victoria que hubiese dado más brillo a esta excelente faena en la pampa argentina. Y eso, después del mazazo psicológico que significó la forma de caer en semifinales, merece que nos quitemos el sombrero.

Hubo momentos de ilusión, de esperanzas con la remontada, pero el colegiado colombiano Wilmer Roldán se tragó todo el histrionismo de Lobatón, y mandó al reaparecido Rincón directamente a las duchas. Se rompió el partido y Farías no tuvo más opción que quemar las naves. Entonces Perú se aprovechó de las circunstancias para dejar estéril el descuento de Arango con los tres aguijonazos de Guerrero.

Entonces quedó la escena lista para que hoy en Buenos Aires los vecinos de Uruguay y Paraguay tersen armas por el reino continental. Será una final inédita y en juego está la supremacía en estos torneos, pues de ganar Uruguay llegaría a 15 títulos, uno más que los anfitriones argentinos.

A falta de un deslumbrante juego, la batalla tiene segura la garra. Cuál de las selecciones dará el zarpazo más profundo es la pregunta que flota en el ambiente.

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