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Discordias en el Olimpo

El futuro de la lucha mundial contra el fenómeno del dopaje en el deporte tendrá su escenario en los tribunales con jurisdicción para aprobar normas como la «Regla Osaka»

Autor:

Raiko Martín

Pocos esperaban que una de las últimas batallas deportivas del año a punto de expirar se librara en las cortes. Y por lo que parece, sobre la lucha por sostener o derribar —según la trinchera que se defienda— la llamada «Regla Osaka», dictada por el Comité Olímpico Internacional (COI) hace tres años, seguirán corriendo ríos de tinta.

La normativa, recogida en el artículo 45 de la Carta Olímpica, pretendía convertirse en un método de elegibilidad para participar en los Juegos Olímpicos, pues vetaba de las citas estivales a todo atleta que hubiese recibido una sanción de más de seis meses por problemas de dopaje, aun con el castigo ya cumplido.

Loable fue el esfuerzo del organismo para subir el listón en la lucha contra el flagelo del dopping, pero quienes pusieron todo su empeño en impulsar tamaña empresa no sospecharon que, más temprano que tarde, se toparían con intereses opuestos.

Así, la interpretación de la novedosa regla se convirtió en el argumento utilizado por el Comité Olímpico de Estados Unidos para luchar a contracorriente. El tema terminó en los despachos del Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), órgano que el pasado agosto celebró una audiencia con las partes en litigio, y habilitó un plazo para que estas apoyaran sus posicionamientos con opiniones de terceros.

A principios del mes de octubre un panel del TAS determinó que la norma bautizada con el nombre de la ciudad japonesa era «no válida e inaplicable». Argumentó el tribunal deportivo su decisión alegando que «se trata más de una sanción disciplinaria que de una condición de elegibilidad»; y por lo tanto, violaba lo dispuesto en el Código Mundial Antidopaje elaborado por la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), e incluso la letra de la propia Carta Olímpica.

La ley y la trampa

Es evidente que la lucha contra el fenómeno del dopaje en el deporte es un movimiento creciente, pero con mucho camino aún por recorrer para dejar cada vez menos atajos salvadores a quienes violen los principios del juego limpio.

Si bien la «Regla Osaka» fue un paso importante en ese sentido, el complicado entramado que supone enfrentar el flagelo más desde el Derecho que desde la ética, terminó por pasarle factura.

Para quienes defienden la postura contraria al COI, el artículo 48 de la Carta Olímpica que remite a un código médico la habilitación de las sanciones a los deportistas dopados, se convirtió en la tabla de salvación. También el apartado 52.1.1.3 del mencionado estatuto, que establece el Código Mundial Antidopaje como aplicable a todos los aspirantes a participar en Juegos Olímpicos, se erigió como otro aliado para sus propósitos.

No obstante, lo que termina por entrampar las buenas intenciones es el artículo 23.2.2 del propio Código Mundial Antidopaje, el cual impide a los organismos firmantes —entre los cuales se encuentra el COI— introducir nuevas reglas que varíen los términos de las sanciones establecidas en el propio código.

Es en la interpretación de estas disposiciones donde se ubica la rendija por la que atletas como el fondista español Paquillo Fernández, su compatriota y ciclista Alejandro Valverde o el corredor estadounidense LaSahawn Merritt, entre otros «ilustres» sancionados por dopaje, se cuelen en los Juegos Olímpicos de Londres 2012.

Por demás, lo dispuesto por el TAS presupone su posición en el plano legal, asumiendo que la norma también atenta contra el principio jurídico non bis in idem, según el cual nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo delito.

Otra batalla

Si bien es cierto que ciertos sectores del mundo del deporte recibieron con alivio el veredicto del TAS, otros han plantado bandera con objetivos muy definidos.

El COI, principal afectado por la decisión, en su momento se mostró decepcionado y algo sorprendido, por cuanto la normativa contaba previamente con una opinión favorable del propio Tribunal.

Tras el fallo, el máximo organismo del deporte mundial divulgó un comunicado en el que muestra su respeto al TAS y acata su decisión, pero también pone de manifiesto su tolerancia cero frente al dopaje y su determinación de detener a los tramposos.

Para la inmensa mayoría de los actores en el seno del COI, la medida propuesta y apoyada en un inicio por el TAS «era un método eficiente en la lucha contra el dopaje», por lo que se darán los pasos necesarios «para que se tomen en consideración sanciones más duras, incluida la regla vetada».

El primero de esos pasos se dio esta semana, durante la primera reunión del Comité Ejecutivo del COI después del polémico fallo, pues allí se llegó al consenso de que el organismo tratará, de alguna manera, de rescatar la propuesta trabajando juntamente con las federaciones internacionales y los comités olímpicos nacionales para lograr ese objetivo.

Así, quedó abierto un debate para sostener una regla que desde su creación contó con el mayoritario apoyo de la Comisión de Atletas del COI. Entre las voces más enérgicas y emblemáticas en la cuestión sobresale ya la de Colin Moyniham, presidente de la Asociación Olímpica Británica (BOA), quien afirmó que el Reino Unido «hará todo lo posible para mantener la prohibición vitalicia de competir en unos Juegos Olímpicos a los atletas británicos que hayan sido sancionados por dopaje».

Ese es el espíritu de la comunicación enviada por la Junta Directiva de la BOA a la Agencia Mundial Antidopaje que, según los dirigentes británicos, ha comenzado a cuestionar las Normas de Selección establecidas desde hace dos décadas con la aprobación de la inmensa mayoría de los deportistas de ese país. «Defenderemos con firmeza los intereses de los atletas honestos mediante una audiencia ante el TAS para abordar el tema, y esperamos que de esta manera se garantizará al mundo deportivo la realización de un debate abierto y honesto acerca de la posición actual y futura del movimiento olímpico», expresa otra parte de la misiva.

En el mismo sentido se encuentra el apoyo de Thomas Bach, vicepresidente del COI y candidato a la presidencia del organismo dentro de dos años, para quien «no se puede estigmatizar a un comité olímpico por su afán a la hora de castigar a los tramposos».

El final del camino

A menos de un año de la celebración de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, la «Regla Osaka» parece ya letra muerta. Y aun con el convencimiento del mundo deportivo sobre la necesidad de redoblar esfuerzos para erradicar el fenómeno del dopaje, se necesitará mucho empeño, pero sobre todo mucha inteligencia para hacerla funcionar.

La realidad indica que cerca de un 60 por ciento de los países que integran el movimiento olímpico mantienen políticas antidopajes que no se ajustan completamente al Código Mundial. Sin embargo, las recomendaciones hechas por el TAS no son para nada esperanzadoras.

Por ahora, se vislumbra solo como posibilidad viable para la normativa una modificación del Código Mundial Antidopaje aprobado por la AMA en 2009, y así «sería parte de una única sanción, y podría cumplirse el principio de proporcionalidad porque un único organismo estaría en disposición de imponer la sanción adecuada ante un cierto comportamiento, teniendo en cuenta el efecto total de la sanción».

Teniendo en cuenta que el código vigente entrará en revisión a partir del próximo año, todavía hay esperanzas. La pelea está planteada y cualquier variación queda pendiente de la próxima Conferencia Mundial Antidopaje, programada para noviembre de 2013 en la ciudad sudafricana de Johannesburgo.

Al menos es una luz al final del túnel en esta batalla que se disputa en los juzgados, pero que definitivamente tendría un resultado capaz de persuadir antes de fijar una verdadera justicia para quienes en las canchas, luchan por las medallas más limpias.

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