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La gravedad del centro

En medio de las acciones de la presente Liga Mundial, JR conversó con Idalberto Valdés, actualmente segundo entrenador del equipo cubano y uno de los centrales más sobresalientes que ha pasado por el voleibol cubano

Autor:

Raiko Martín

NOVI SAD.— Por estos días suele vérsele sin hacer gestos grandilocuentes en el banquillo del equipo cubano, incluso durante los partidos más tensos. Aquellos que conocen la dinámica de nuestra selección ya están acostumbrados a observarlo acaparando cualquier cantidad de información, analizándola, desentrañando las debilidades y fortalezas de los «enemigos».

Hace 17 años, Idalberto Valdés nos regaló a todos los amantes del voleibol los últimos destellos de unas de sus mejores virtudes: esa capacidad de rematar balones y defender la net que lo llevó a militar durante poco más de una década en la selección nacional. Con su camiseta levantó la Copa del Mundo de 1989, fue subcampeón del orbe dos años más tarde, y la defendió con grandes éxitos en Juegos Centroamericanos, Panamericanos y Ligas Mundiales.

Desde entonces, y casi sin proponérselo, se adentró en el camino que le formó como un técnico destacado en este difícil deporte. Primero con las muchachas y, desde hace ya un buen tiempo, en la escuadra varonil, ha puesto al servicio de las nuevas generaciones todo lo aprendido durante tantos años sobre la cancha. Y eso no es poco.

En medio de las tensas jornadas que se viven en un torneo como la Liga Mundial, Idalberto aceptó sin pensarlo la invitación de JR para abordar varios temas cruciales relacionados con el voleibol cubano.

—Es evidente que en el actual equipo cubano la posición de central es la más «floja». ¿Cuál es tu valoración sobre este tema?

—Para nadie es un secreto que por diversos motivos hemos perdido a varios jugadores que hoy serían regulares en algunas posiciones, y sin dudas la de central ha sido tal vez la más afectada. Ahora hemos tenido que cubrir ese sector de la cancha con jugadores extremadamente jóvenes, recién salidos de la categoría cadete y con poquísimas horas de vuelo. Hoy ninguno de nuestros centrales está entre los mejores del mundo, y es lógico, pues necesitan todavía algún tiempo para madurar, y eso, definitivamente, tiene que mermar el funcionamiento del equipo.

—¿De cuánto tiempo estamos hablando?

—Generalmente, los jugadores de voleibol vienen a explotar alrededor de los 20 o 21 años, y a partir de ahí comienzan a transitar hacia el máximo nivel. A esa edad ya deben haber adquirido la experiencia necesaria, tal vez no para ser regulares en una selección nacional, pero sí para jugar a un elevado nivel. En nuestro caso, las circunstancias nos han obligado a quemar etapas, y los jugadores llegan entonces al equipo nacional con serias deficiencias técnicas que necesitan una atención extra para tratar de pulirlas. Eso atenta contra el tiempo que puedes dedicar a desarrollar las habilidades de cada jugador. Así, el proceso en nuestro caso se extiende un poco más y no siempre se obtienen los mejores resultados posibles.

—¿Mal trabajo en la base?

—Más bien falta de preparación en la fuerza técnica existente, que cada vez decrece más, y tiene limitaciones en cuanto a falta de implementos y de motivaciones. Muchas veces, en busca de los buenos resultados, se prioriza que el atleta ataque y ataque sin detenerse en el perfeccionamiento de la técnica. Por eso tenemos luego jugadores que arrastran esas deficiencias que a veces ya son imposibles de corregir.

—Siguiendo la lógica de tu criterio, los técnicos y jugadores priorizan el ataque sobre la defensa. ¿Qué es más importante para ser un buen central?

—Lo ideal sería que dominara las dos cosas, pero en el voleibol actual, que ha cambiado mucho y en muy poco tiempo, la tendencia es a que la principal función de un central se concentra en el bloqueo. La estatura media en esta posición ha crecido bastante porque se busca una mayor defensa en la net. Este detalle atenta contra las posibilidades ofensivas, puesto que a mayor estatura, menor facilidad de movimientos para realizar acciones ofensivas. Claro, siempre hay sus excepciones.

—Entonces, ¿cuáles son las características que no deben faltarle a un buen central?

—Primero, tener una buena estatura. Creo que es muy difícil triunfar en esa posición con menos de dos metros. Luego, tiene que ser un jugador muy inteligente y con una notable capacidad de concentración y anticipación. Debe ser capaz de leer los partidos, y de identificar las tendencias de cada atacador rival, del pasador, hasta de interpretar los gestos particulares de cada adversario. También requiere una buena preparación física, pues el trabajo de defender la net necesita de bastante fuerza. Si reúne todas esas cualidades tienen un gran por ciento del camino adelantado. ¡Ah!, y preocuparse siempre por pulir su técnica.

—He notado últimamente en los centrales una escasez de recursos ofensivos. ¿Dónde quedaron aquellas jugadas como las efectivas corridas que tú hacías por detrás del pasador para burlar el bloqueo rival?

—Definitivamente, jugamos un voleibol distinto, más rápido y más agresivo. Antes el saque era más noble, y eso permitía una mejor preparación de la jugada y establecer más variantes. Ahora la fuerza del servicio complica mucho la recepción, y con un mal recibo al pasador no le quedan muchas opciones disponibles. No obstante, siempre insistimos a nuestros centrales en la necesidad de explotar todos los recursos, de moverse en la net para atacar, incluso lo practicamos mucho en los entrenamientos, pero luego en el juego poquísimas veces lo ponen en práctica. También hay problemas de asimilación y mentalidad.

—¿Por qué crees que el voleibol cubano ha dado tantos y tan buenos centrales?

—Nunca me había detenido a pensar en las causas, pero supongo que sea porque cada uno se ha ido formando con muy buenos referentes de cada generación. Siempre han querido ser como Raúl Vilches, como Ihosvany Hernández, Pavel Pimienta, o como Simón…

—¿Y como tú?

—(Risas). Puede ser…

—¿Pensaste alguna vez que acabarías sentado en un banquillo, analizando estadísticas, videos de partidos, o trazando estrategias?

—No fue una cosa premeditada. Me dieron la oportunidad de trabajar con las selecciones nacionales, primero con la femenina y después con los varones, y no quise desaprovecharla. Poco a poco he aprendido a realizar los análisis técnicos, que antes eran mucho menos sofisticados, pues no existían ni la computación, ni Internet, ni los partidos grabados, pero siempre necesitaron una gran preparación. Aprendí mucho de Justo Morales, quien se encargaba de hacer estos trabajos incluso cuando yo era jugador, y sigo aprendiendo constantemente porque estoy enamorado de lo que hago.

—¿Cómo has visto el trabajo de nuestros centrales en esta Liga?

—Ellos no serán ahora los mejores del mundo, pero han hecho un esfuerzo enorme y ya ves los resultados. Y todo eso en muy poco tiempo. Solo Isbel tenía algo de experiencia, no mucha. Tanto David Fiel como Danger Quintana fueron hasta ayer de la categoría cadete y hoy están en el equipo nacional. Debutaron en la Liga con menos de diez partidos con el grupo, y lo han hecho bien hasta ahora. Uno a veces se da cuenta de que se nos va la mano en la exigencia, pero es la única forma de que puedan crecerse en medio de una competencia de tanto nivel como lo es este torneo. No queda otra que retarlos a que se superen a sí mismos todos los días, a la vez que tratamos de enseñarlos, de corregirlos, de darles la confianza que necesitan.

—¿Entonces el futuro de la posición está garantizado?

—No lo creo. El futuro no está garantizado porque dejó de ser sostenible desde el mismo momento en que esos jugadores que estaban llamados a asumirlo, son ahora el presente. Ellos deberían estar transitando por un proceso de crecimiento paulatino, pero hemos tenido que echarles mano y eso deja un notable vacío detrás. El gran reto es que todos los que tenemos la responsabilidad, hagamos lo posible para que se mantengan en el equipo por mucho tiempo, y así poder garantizar un proceso de continuidad, que es lo que más ha golpeado al voleibol cubano. De lo contrario, seguiremos pagando las consecuencias.

—¿Y ahora, qué pasará en la final?

—(Risas). No soy adivino, pero te puedo decir que seguiremos dando guerra. Nadie contaba con nosotros, y mira hasta donde hemos llegado. En Bulgaria tampoco vamos a ser favoritos, pero ya todos tienen que respetarnos. Si jugamos sin presión, podemos seguir dando sustos.

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