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Papá Mijaín, el intocable

El oro que conquistó este lunes en Londres Mijaín López, nuestro representante en los 120 kilogramos de la lucha grecorromana, lo convirtió en el gladiador cubano más laureado de la historia

Autor:

Raiko Martín

LONDRES.— Fue tal su seguridad al pasar por la zona mixta tras superar las semifinales, que me animé a escribir estas líneas antes del combate que lo encumbraría por segunda vez consecutiva en lo más alto del Olimpo, y daría a la delegación cubana su tercer oro en la presente cita estival.

«No tengo papá en esta lucha», pudo ser la traducción literal de los gestos que minutos antes había hecho sobre el colchón en la Arena Norte del Complejo ExCel de esta ciudad. La sonrisa, de oreja a oreja, era la prueba irrefutable de que ya se sentía campeón. Mijaín López, nuestro representante en los 120 kilogramos de la lucha grecorromana y desde ahora el gladiador cubano más laureado de la historia, lo sabía.

Par de períodos y una estrategia impecable le sobraron para enterrar el fantasma del turco Riza Kayaalp. Ya nadie más le preguntará por él. Arrollarlo significaba, más que la llave hacia la disputa del cetro, la revancha tan esperada por el pinareño. «Se acabó la historia del turco» o «Londres no es Estambul» fueron otras frases inolvidables del momento, en clara alusión al percance sufrido frente a su oponente hace un año, en la capital turca.

Antes de vivir este instante de éxtasis, Mijaín calentó motores frente el egipcio Eltrabil y el georgiano Pherselidze. Llegó entonces la hora de poner en práctica el plan maestro frente al único que le había derrotado en los últimos seis años. «La estrategia era aguantar el primer tiempo, ya que salí con la trusa roja, y poder tirar mi movimiento preferido, que hasta ahora nadie me lo ha defendido. Y en el segundo, la idea era cansarlo un poco más para que me trabajara así el movimiento de la turca, con el que me ganó el año pasado. Eso fue lo que salió».

Con el ruso Baroev sorpresivamente fuera de órbita desde el mismo inicio de la competencia y el turco saboreando la hiel de la derrota, el escenario quedó listo para la consagración del abanderado cubano. El estonio Heiki Nabi probó la misma medicina, y pasó a engrosar la lista de gladiadores que durante la competencia intentaron infructuosamente marcarle un punto al cubano. Definitivamente, fue el «padre» de todos.

Después, todo fue felicidad. Con la bandera otra vez en sus manos, como sucedió durante el desfile inaugural, lo celebró merecidamente. «Para mí significa mucho esta segunda medalla de oro olímpica. Siento un gran orgullo por haber sido dos veces seguidas el abanderado de la delegación», dijo tras el resonado triunfo.

Y antes de partir rumbo a la ceremonia de premiación hubo palabras para los suyos. «Lo que les prometí, lo cumplí. Un saludo a todo el pueblo de Cuba y en especial a Herradura. Nos vemos allá».

Que se preparen bien entonces, que papá Mijaín va en camino.

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Parecía posible guerrear por otra medalla en esta jornada de la lucha grecorromana, pero Pablo Chorey no pudo completar el trayecto en la división de 84 kilogramos.

En el camino se le atravesó el polaco Damian Janikowski, quien lo sorprendió con una espectacular proyección antes de pegar su espalda al colchón en las puertas de las semifinales.

Menos trayectoria tuvo Hansel Meoque en la división de 60 kilogramos, pues cedió en su primera presentación ante el sudcoreano Jihyun Jung.

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