Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Récords entre vallas

Un recuento sobre las plusmarcas en los 110 con vallas

 

Autor:

Abdul Nasser Thabet

Aún en deuda con la saga de plusmarcas en el atletismo, hoy le reservo puesto de lujo a una disciplina muy seguida en Cuba: los 110 metros con vallas. Les recomiendo, pues, que agucen la vista, afilen el lápiz y saquen las hojas para archivar datos que no se consiguen en cualquier «chismoteca».

A diferencia de otras especialidades del deporte rey, esta prueba no inició su historia en los Juegos Olímpicos de la antigüedad. Por tanto, se le puede considerar relativamente moderna, o al menos bastante nueva comparada con otras de más «carretera».

Sus primeros movimientos están registrados en el elitista centro estudiantil del Elton College, en el condado de Berkshire, al sudeste de Inglaterra, muy próximo al Castillo de Windsor, que entonces era la residencia oficial de los reyes.

En dicho centro educativo de alta alcurnia, donde eran preferidos el rugby, el remo y la hípica, se decidió incluir una competición de velocidad de 140 yardas (una yarda equivale a 0,9144 metros) durante uno de sus festivales deportivos, en la cual se debía pasar por encima de diez vallas repartidas equitativamente. Este hecho, insólito en aquel tiempo, atrajo la atención del público, pues hasta el momento no se había presenciado algo similar en ningún rincón del orbe.

Pero volvamos a los récords. El traqueteo en esta modalidad comenzó allá por 1908. Esa es la fecha en que se registra el primer tope, bajo la firma del estadounidense Forrest Smithson, dueño de 15 segundos exactos.

La mayor cantidad de plusmarquistas proviene de Estados Unidos, con nueve exponentes y un 63,63 por ciento de tiempazos a su haber. Cuba le sigue las huellas, gracias a dos fuera de serie y un 9,09 por ciento de efectividad.

Si bien en los inicios correr esa distancia entre obstáculos no resultaba muy sugerente, debido a cronos para nada impresionantes, es comprensible que ya exista una progresión considerable y que en la actualidad veamos la disciplina como un verdadero espectáculo, en mi opinión solo superado por los 100 metros y quizá los 200.

La segunda marca universal corrió a cargo del canadiense Earl Thomson: 14,80 segundos en 1929. Luego el sudafricano George Weightman Smith paró los relojes en 14,60 y ese mismo año el sueco Eric Wennstrom logró 20 centésimas menos.

En 1934 el estadounidense Percy Beard guardó en los libros sendos registros de 14,30 y 14,20 segundos. No se cumplieron 24 meses y su paisano Forrest Towns bajó la cota hasta 14,10, y aún con la proeza crujiente de tanta frescura, se convirtió en el primer humano en romper la barrera de los 14,00, logrando 13,70 en pleno 1936.

Justo a la mitad del siglo XX, el también norteamericano Dick Attlessey estampó 13,60 y 13,50 segundos, registros incólumes hasta 1956, cuando su compatriota Jack Davis lograba 13,40.

En 1959 se introdujeron mejoras en los aparatos de medición y ya con cronómetros más precisos se revisaron plusmarcas y se comenzaron a archivar tiempos «abrebocas».

Así, el alemán Martin Lauer «cinceló» un 13,20 que incluso ahora, a 53 años de la hazaña, constituye un registro de respeto.

Rod Milburn, de Estados Unidos, dejó su rastro en 13,24, bajo el tic tac de relojes electrónicos cuando corría el año 1972. En 1977 apareció el primer «monstruo» cubano en los 110 metros con vallas, el capitalino Alejandro Casañas, propietario de 13,21 segundos.

Otro norteamericano, Renaldo Nehemiah, recorrió el tramo en 13,16 segundos en 1979, marca que luego rebajó hasta los 13,00 ese mismo año. Un tiempo después, exactamente en 1981, el mismo corredor confirmó su clase al lograr un impresionante 12,93 que muy pocos pueden asir en la actualidad.

Cuatro años más tarde, su coterráneo Roger Kingdom imprimió una marca 12,92, y en 1993 el mítico Colin Jackson, de Gran Bretaña, «horrorizó» a todos con 12,91.

Entonces llegó un chino engendrado en otra galaxia —Liu Xiang— marcando números escalofriantes (12,88 en 2006), que solo un atleta con gasolina por sangre en las venas pudo romper. Me refiero al cubano Dayron Robles (12,87 durante 2008), quien a pesar de transitar en 2012 por una temporada no muy halagüeña, es uno de los más grandes atletas de todos los tiempos.

El colosal registro permaneció inalterable por casi un quinquenio, hasta que el estadounidense Aries Merrit lo desbaratara sin respeto alguno el pasado viernes: 12,80.

Ahora mismo no diviso a un exponente con suficiente fuerza para rebajar este crono, aunque ya sabemos que en los tiempos que corren  las plusmarcas no se pavonean seguras por el boulevard de la velocidad.

Pienso que contados deportistas pueden soñar con hacerse de un nuevo tope, entre ellos nuestro muchacho, Xiang y el propio Merrit, quien viene suscitando comentarios últimamente.

Claro, para que Robles pueda volver a sus planos estelares le hace falta mucha confianza, ayuda y apoyo, no solo de su cuerpo técnico, sino de todo el pueblo cubano. A fin de cuentas, todavía es muy joven —25 años—, y si se lo propone, aún debe lograr algunos trofeos y asombrar a varios incrédulos. Esperemos.

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