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¿En conteo de protección?

El deporte cubano no exhibió sus mejores galas durante el 2012, por lo que su objetivo principal en el año entrante será retomar la senda del triunfo y destacar en las competiciones que se avecinan

Autor:

Abdul Nasser Thabet

El 2012 ya dice adiós y, por suerte, el mundo no se acabó. La desacertada interpretación del calendario maya ha tenido a los cinco continentes con los dedos en la boca, contando las horas y haciendo malabares para recuperar el tiempo perdido tras la proximidad del Armagedón. Pero, no solo ellos dieron de que hablar durante estos 12 meses.

El deporte en Cuba también puso su gota de sazón y pica pica, de ahí que, junto a la fiesta del 31 de diciembre y la consabida resaca —afortunadamente el día 1ro. es feriado—, rememoraremos hazañas, lloraremos caídas y, por qué no, subiremos el tono ante la contraposición de criterios. A fin de cuentas, así somos en este archipiélago.

Entonces, ¿cómo quedamos en la recién concluida temporada olímpica? ¿Cuáles fueron nuestros puntos fuertes y flojos? Y sobre todo, ¿qué nos depara 2013, teniendo en cuenta lo acaecido y la realidad del movimiento deportivo más galardonado y constante de Latinoamérica?

Abro el análisis con otra pregunta que escucho a diario en la calle: ¿El nivel que hoy ostentamos es el mismo de hace una década?

Para alardear de experto y sabelotodo pudiera contestar haciendo una comparación de las tres últimas olimpiadas del siglo XX y las tres acaecidas en el XXI. Pero todos saben que las 31 medallas que obtuvimos en Barcelona 1992 (14 de oro, seis de plata y once de bronce), junto a lo alcanzado en Atlanta 1996 (9-8-8=25) y en Sydney 2000 (11-11-7=29), superan por galaxias nuestra cosecha en Atenas 2004 (9-7-11=27), Beijing 2008 (2-11-11=24) y Londres 2012 (5-3-6=14). ¿Los motivos?

El asunto no debe analizarse con la cabeza en el congelador, sin calentar antes las neuronas, pues hay varias cuestiones que inciden directamente en el discutido ¿retroceso? En la primera década que menciono, e incluso antes, la Mayor de las Antillas se enfrentaba a delegaciones de menor envergadura —quizá «más asequibles» sea la frase adecuada— debido a la inasistencia de atletas profesionales en algunos deportes olímpicos. Empero, esa es una nimiedad si miramos tras bambalinas.

Poco a poco la actividad del músculo ha devenido, más que ejercicio constante, profesión, modo de sustento, ciencia; y como tal su desarrollo está muy ligado al crecimiento económico y al presupuesto invertido por naciones, Estados, corporaciones y clubes. ¿Resulta casual que Brasil y China hayan despuntado como potencias en los últimos años?

Cuba no ha retrocedido. Creo que su nivel es igual, casi idéntico al de los 90 —salvo algunas excepciones—. Quienes han avanzado son los otros, a un ritmo vertiginoso, de espanto, y el efecto que vemos a primera vista se traduce en menos preseas y más rivalidad.

Pero volvamos al pollo del arroz con pollo. Durante los Juegos Olímpicos de Londres nuestros muchachos dejaron hasta el hígado en cada disputa, mas algunos factores muestran fisuras esclarecedoras.

Apenas un rey cubano en Beijing repitió en tierras británicas: el luchador de estilo grecorromano, Mijaín López. Los otros coronados fueron todos debutantes en la cima del Olimpo: la judoca Idalys Ortiz, el tirador Leuris Pupo, y los boxeadores Roniel Iglesias y Robeysi Ramírez.

Otro dato de interés es que solo cinco atletas volvieron a subir al podio bajo el Big Ben (los ya mencionados Mijaín, Iglesias y Ortiz, así como la judoca Yanet Bermoy y el decatleta Leonel Suárez). El fundamento evidencia nuestro desarrollo deportivo, pero también exhibe grietas en varios aspectos, pues algunos de los favoritos llegaron en baja forma y con lesiones al evento más esperado del cuatrienio.

Recuerden que en Gran Bretaña, Cuba participó con 110 «peones» enlistados en 13 deportes, mientras que en China dimos la cara con 162 en 16 disciplinas.

En la casa de Qin Shi Huang (no hace falta saber historia para dilucidar la procedencia de este señor con nombre raro) rendimos para un 16% (porcentaje de medallas por cantidad de representantes) y en Londres para un 12,75%. También resalta el hecho de que no participamos en ningún evento colectivo.

Nadando contracorriente

Saltando a otras competiciones de interés descolló el tercer lugar del elenco varonil en la XXIII Liga Mundial de Voleibol, en donde, contra viento y marea, los discípulos de Orlando Samuels subieron al podio, a pesar de luchar sin varias de sus principales figuras.

No obstante, a dicho alegrón a un lado de la malla alta se contrapuso el dolor del sitial 11 durante el XIV Campeonato Mundial de Atletismo bajo techo, acaecido en Estambul. Allí la delegación caribeña, compuesta por diez atletas, acumuló 21 puntos y el segundo compendio por unidades más pobre de su historia, así como el peor escalón de acuerdo con los metales.

La triplista Mabel Gay sacó la cara y se convirtió en la única medallista del certamen, tras clavar los pinchos a 14,29 metros de la plastilina y asegurar así el bronce salvador.

Llamó la atención la paupérrima cosecha del deporte rey cubano, por lo que los sismos todavía se sienten en este archipiélago, sobre todo después de culminar la cita estival sin coronas. Aunque el derrumbe se veía venir.

En tanto, la Olimpiada Mundial de Ajedrez, con sede en Turquía, nos reservó el puesto 11 entre los hombres y el 19 en el apartado femenino. Mientras, el Campeonato Mundial de piscina de curso corto acogió el séptimo lugar del librista Hanser García en los 100 metros, como lo más sobresaliente para estos isleños sin suerte en el agua.

Visto el panorama pudiéramos pensar que todo estaría perdido, pues lo que viene en el 2013 promete tanta o más rivalidad, desencantos, infartados en una y otra esquina, aunque también regocijo y emociones a granel. Cuba siempre será una piedra en el zapato.

La travesía se antoja difícil: mundiales, copas, halones y tirones, pero mientras más escabroso el ascenso, más meritorio el arribo. Talento sobra, disposición también, queda entonces autoanalizarnos, aprender de nuestros errores, aceptarlos para poder corregirlos, y permanecer siempre abiertos al debate, a la aportación constante.

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