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Yo solo canto las rectas al medio

El árbitro de béisbol César Valdés ha decidido retirarse. Sobre ese tema y otros referidos a su oficio dialogó con JR

Autor:

Norland Rosendo

Alto, fuerte, el hombre se paró en home y puso las reglas del partido antes de que le lanzara la primera pregunta.

Sentí que me dijo: «Yo solo canto las rectas al medio, nada de curvas malintencionadas ni de cambios de bola para tirarme las gradas encima. A mí me gusta el juego limpio, y ese lo voy a defender siempre, esté en el lugar que esté».

Solo después, César Valdés —el mejor árbitro de la pelota cubana en la actualidad— anunció el play ball e inició el diálogo con JR.

Primer strike

César acaba de detener el juego de su carrera como juez. Fue una noticia que ponchó a más de uno en Cuba. Todavía no estaba en su noveno inning, ni siquiera en el séptimo. Aún tiene energías, talento, oficio e impone el respeto que necesita el béisbol para «echar» otras series nacionales más. Pero ha dicho que no, que hasta aquí, y se va. Se va el mejor.

—¿Por qué ahora?

—Son muchos años de trabajo intenso. Más de 20 en series nacionales y 17 como árbitro internacional. En nuestros campeonatos es más difícil arbitrar que en los torneos internacionales; uno se estresa en exceso. Además, mi papá está enfermo y debo dedicarle tiempo.

—Pero también ha dicho que el último play off le dejó un sabor desagradable…

—Sí, es una lástima que haya terminado así. Abrieron fuego contra los jueces, nos responsabilizaron del éxito de Villa Clara y eso no solo es falso, sino injusto. Nuestros árbitros hicieron su mayor esfuerzo; que se equivocaron en algunas decisiones, es verdad, lo asumimos, pero no fue eso lo único que le quitó brillo a la Serie. Así que lo más saludable sería hacer un análisis integral, para que la pelota vuelva a ser el espectáculo que el pueblo se merece.

—Se protestan demasiadas jugadas y conteos, se tiran cascos, bates, se gritan insultos. Hay mucha indisciplina, ¿verdad?

—Así es, pero el problema tiene solución. Solo que tenemos que sentarnos a dialogar todas las partes, escucharnos los unos a los otros, ponernos de acuerdo. Nadie debe quitarle autoridad a los jueces; al contrario, ellos son los que garantizan la disciplina, el orden, el juego limpio y necesitan que sus decisiones sean respetadas siempre.

«Yo defiendo el arbitraje porque fue lo que decidí hacer. Antes de que empezara la Serie Nacional advertí en una Mesa Redonda que este iba a ser un campeonato difícil, que habría equivocaciones, pero que esos eran nuestros árbitros, los que teníamos en ese momento y por tanto merecían confianza y apoyo, porque la presión iba a ser mucha.

«Me duele que al final la culpa se la quieran adjudicar solo a los “ampayas”. Yo soy incapaz de decir cómo se dirige un equipo de pelota porque no soy mánager, ni cómo se organiza un evento porque no soy funcionario, pero todo el mundo se cree en el derecho de querer decidir cómo debemos hacer nuestro trabajo».

—Pero en el mundo, por lo que sé, no sucede así.

—No, yo he participado en muchos torneos en el extranjero, incluso estuve en Italia varios años. En las ligas de esos países existe una asociación para los árbitros, una suerte de sindicato que se rige de manera independiente a la comisión de béisbol. No se puede ser juez y parte a la vez.

«Me voy a retirar con la frustración de no lograr que se creara esa organización aquí. Y es vital para proteger a los árbitros, para que se puedan superar. La fuerza, como ha demostrado nuestra Revolución, está en la unión, y los “ampayas” cubanos no contamos con un gremio.

«¿Qué sucede cuando un atleta o un director ofende o agrede a un árbitro? Apenas se toman medidas. Es más, no son pocas las veces que los juzgados terminan siendo los que deben juzgar; les quitan autoridad. Así es difícil. Y cada vez lo será más, si no hay un cambio. Pero tengo confianza en que mejoraremos y nos pareceremos entonces al mejor béisbol del mundo».

Segundo strike

—César, la gente cree que un árbitro se forma en par de años, que es fácil… ¿Qué usted les diría?

—Pocos saben los años de estudio y entrenamiento que hay detrás de un «ampaya». Te voy a poner un ejemplo: para trabajar en las Grandes Ligas primero tienes que estudiar diez años en un colegio para árbitros y después demostrar que estás apto; si no, no te dan acceso al torneo.

«Un árbitro no solo se hace cantando out y safe en un terreno de pelota. Debe recibir clases de ética, comunicación (para saber dialogar y oír), pedagogía, entrenamiento físico. Debe ser un programa curricular integral.

«Aquí tuvimos la experiencia de la escuela Rafael de la Paz, en Santa Clara. Fue inmenso el esfuerzo y la entrega de mucha gente para que funcionara, pero no se sostuvo. Ahora se iba a reabrir antes de la próxima Serie Nacional y el proyecto está congelado.

«Realmente nos hace falta rescatarla. Contamos en Cuba con muy buenos muchachos, tanto física como culturalmente, capaces de impartir justicia en el futuro con profesionalidad y respeto. Sin embargo, necesitan formarse correctamente.

«Incuso, ese sería un buen espacio para que los periodistas, los directores técnicos, entrenadores, niños y aficionados en general aprendan también de reglas y arbitraje. Mucha gente con responsabilidad en la pelota no sabe aún qué es una interferencia, una obstrucción, ni otras cosas que son parte del abc de este deporte tan emocionante».

—Observando juegos de otros torneos o Ligas extranjeras, uno se percata de que nuestros jueces no siempre se colocan en el ángulo correcto, y eso los hace a veces decidir mal.

—Así mismo. Por eso necesitamos un colegio o como quieran llamarle, una sede para que se pueda garantizar calidad en el arbitraje.

«Sobre las posiciones, ¿tú sabes cómo se entrenan en el mundo? Un aspirante hace semanalmente por lo menos mil repeticiones de cada una, y un grupo de expertos lo corrige. Por eso la mecánica de ellos es casi perfecta.

«Nosotros lo único que hacemos es poner a un árbitro que ya esté retirado a chequear, pero no existe un sistema de trabajo. Necesitamos también que se reúnan más, sobre todo después de los eventos, para unificar criterios, analizar videos, en fin, para que se superen y adquieran maestría en el oficio».

—Durante las series, ¿aún conviven con los peloteros?

—Ese es otro problema. Todavía quedan provincias en las que los jueces se alojan en los mismos hoteles que los equipos. Imagínate cuando uno expulsa a un atleta o mánager, o decide una jugada cerrada, y después se encuentran en un elevador, en el lobby o en el restaurante. Hay que tener paciencia y ecuanimidad.

«Por eso debe estar prohibido que jueces, deportistas y directivos estén en los mismos hoteles. Afortunadamente, ya son más los territorios que garantizan alojamientos separados.

«Otro tema que merece un análisis es el salario. Un árbitro de un año de experiencia cobra lo mismo que uno de 15 o 20. No importa que tú seas de primer nivel o de cuarto, y eso atenta contra el espíritu de superación».

—¿Estaría de acuerdo con el uso de cámaras de televisión para rectificar algunas decisiones?

—Sí, la técnica apoyaría el arbitraje. Hay jugadas muy complejas que pudieran decidirse mejor con las cámaras.

«Lo que habría que ponerse de acuerdo en cuándo utilizarlas. Ya se emplean en el fútbol, ahora las vimos en el judo. El béisbol no será la excepción.

«Además, sé que hay colegas que han quedado afectados por ciertas decisiones equivocadas, y con las cámaras se quitarían ese peso de encima. Aunque no se puede obviar que el árbitro es parte del espectáculo y su autoridad es insustituible».

Tercer strike

—¿Podríamos esperar que reconsidere la idea de retirarse?

—Definitivamente, no. Ya está decidido, pero estoy dispuesto a asumir cualquier tarea para ayudar a que el arbitraje cubano sea mejor cada día. La dirección del país y el Inder saben que pueden contar con César Valdés siempre. Quiero seguir aportando para que nuestra pelota supere los malos momentos y vuelva a la élite universal. Sé que entre todos podemos lograrlo.

César ha cantado el out 27 de este juego con la prensa. Ahora se vira para las gradas imaginarias y le agradece al público tantas muestras de respeto y admiración.

Se quita la careta. Sale erguido del terreno. Y por sus pupilas azules, como si fueran el cielo, uno ve el vuelo de su amor infinito por la pelota.

Por mucho tiempo él seguirá escuchando el eco de una frase que contiene la devoción de Cuba por su búsqueda incesante de la justicia y el sano espectáculo: «Gracias, César».

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