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Ser mejor que yo todos los días

Yosvani Torres, hoy uno de los lanzadores más importantes del béisbol cubano conversa con JR sobre su relación con el deporte nacional

Autor:

Mayra García Cardentey

PINAR DEL RÍO.— Llegó tarde, pero seguro. Con 24 años integró su primera selección pinareña a Series Nacionales. Estaba madurito, tenía que redoblar esfuerzos, lo sabía bien claro. Viñalero de nacimiento, y minero de crianza, Yosvani Torres, hoy uno de los lanzadores más importantes del béisbol cubano, «no la ha tenido fácil», como se dice en el argot popular.

—Hasta los 24 años no integraste tu primer equipo Pinar del Río…

—Sí. Llegué tardíamente al béisbol. Jugué cuando niño en el barrio, hasta los diez u 11 años. Después dejé de practicarlo, hasta que ingresé, con 18, en el servicio militar en la Marina; en ese entonces tiraba par de lanzamientos en un equipo en la base. A los dos años de baja del servicio me incorporé al conjunto de Minas de Matahambre, aquí. En la Provincial me vieron con condiciones y me incluyeron en la academia en el 2002. En el 2004 hice el equipo Pinar. La segunda serie la jugué por Holguín, porque no integré la selección del territorio; no podía perder ni un chance en esos momentos. Luego volví bajo el mandato de Jorge Fuentes. Aquí llevo diez series jugadas.

—¿Difícil empezar tarde?

—Lo positivo es que tienes el brazo entero, como decimos nosotros. A veces el muchacho comienza su vida deportiva con nueve o diez años y cuando llega a los 22 la extremidad está muy sufrida; en muchos casos, no se tiene el hábito de cuidado como se debe.

«Eso no niega que tuve que aprender mucho, conceptos técnico-tácticos muy amplios. Traté de asumir una mecánica lo más acorde a mis condiciones, incidir más en la flexibilidad, en la preparación física. No tenía base ninguna. No podía ser un deportista de alto rendimiento de hoy para mañana, además tenía que pensar como atleta. Empecé a trabajar en ese sentido. Logré lo que soy hoy con mucho esfuerzo, tienes que redoblar tiempo y voluntad cuando llegas tarde, el físico te va traicionando con la edad.

—Existe la frase para Torres de «pitcher que se autorreleva»…

—Es una capacidad que he ido desarrollando: nunca miro hacia atrás. Lo malo que salió no tiene por qué repetirse. Si hicieron tres hits o cuatro, no importa. Lo que hay es que trabajar al jugador que viene, a los que si no les puedes poner out son a los que ya batearon, esos los perdiste. De esta forma, los deportistas podemos ganar más en concentración, en la voluntad de creer, de poder, de pensar que se puede.

—De las últimas indisciplinas de mayúsculas consecuencias, algunas están relacionadas con polémicos pelotazos de los pitchers. Incluso en sus tiempos, determinados lanzadores confesaban «castigar» a quienes les bateaban…

—No critico a nadie, aunque no celebro tal actitud. Todo parte de una herencia que vamos recogiendo. Los peloteros de hace años, muchos de los que ahora son entrenadores, glorias deportivas y trabajan con los talentos en las provincias, pensaban que cuando había un bateador bien, había que escarmentarlo. «Túmbalo, dale un pelotazo», pueden decir todavía. Por otro lado, había quienes afilaban los spikes, para cuando se tiraran, que el otro de la defensa se cuidara más y romper el doble play. Eso se vivía en aquel tiempo. Era en aquellos años, en los cuales los jugadores, para la revancha, se empeñaban en dar jonrón, no fajarse a bate limpio. Todo ha cambiado. La mentalidad evoluciona. Tenemos que ajustarnos a los momentos actuales. Si hay un bateador bien, hay que forzarlo, sacarle out o mandarlo a primera, para evitar problemas. Todos tenemos una responsabilidad con el pueblo que viene a ver un buen partido de béisbol, no una pelea pública. En ello, igualmente, vale llamar la atención a los árbitros.

—En este aspecto, algunos especialistas consideran que hay que perfeccionar el arbitraje…

—Hay que reconocer que, en ocasiones, no son los ideales. Andan en los extremos: o pasan demasiado la mano a un atleta o no lo piensan ni un minuto para botarlo. Ellos también se equivocan. Hay quien defienden: «a ellos no los bota nadie». Está mal dicho, pero a veces se asumen esas conclusiones. Tienen que ser más comprensivos y tomar decisiones con valor en situaciones determinadas.

—En las clasificaciones, expertos definen y distinguen managers «conservadores» y «arriesgados»… ¿Para Yosvani?

—Cada cual tiene su forma de dirigir y expresarse. No hay un patrón estricto o de éxito que funcione. Hay veces que se hacen cosas mal hechas, y salen de un director o un atleta independientemente del carácter. Más allá de ello, tenemos que tratar de ser mejores y equivocarnos menos.

—Hay supersticiones, creencias y mitos que rodean a un equipo, como uno de los de la actual Serie que defiende que cuando Saavedra batea, Pinar gana…

—Hay cosas y figuras que son importantes en los equipos. Saavedra es una de ellas, quizá fuera Peraza o Donal; alguien tenía que impulsar las carreras y ser motor de arranque. En este caso, le tocó a él. Los equipos se apoyan en sus figuras estelares, y crean mitos alrededor de ellos que los empuja, los anima. Es muy válido.

—Cómo es eso de tener la mitad de la familia industrialista…

—¡Ja, ja! (Risas). Mira tú, este guajiro de Las Minas, pinareño en el béisbol por tradición y profesión, venirse a casar con una habanera. Mis suegros viven a poca distancia del Latino, todos en mi familia política son industrialistas a muerte. ¿Cómo le hago? Hemos aprendido unos de otros. Gracias a su afición por el equipo de la capital, he sido mejor pinareño.

—Creiste cuando lanzabas tus primeras pelotas en aquellos campos de la lejana Minas, que serías el Jugador más valioso de una Serie Nacional de Béisbol…

—Una vez me preguntaron que cuál era mi aspiración. «Ser el mejor pitcher de Pinar cuando se retirara Lazo», dije. En la 50 Serie Nacional tuve la oportunidad de ser el más útil del equipo. Va y es una arrogancia de mi parte, hay otros pitchers con muy buena calidad. Pero me propuse una meta, para saber a dónde quería llegar. Quizá no lo hice por ser superior a nadie, sino por ser mejor que yo todos los días.

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