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¿Qué tesoros esconden los Piratas?

Cualquiera que sea el resultado de la final que se avecina, los Piratas han dado una lección incontestable. Entre los principales atributos de este equipo se encuentran la entrega, la concentración, el compromiso, la disciplina, el talento, la pasión y el amor a la camiseta

Autor:

Raiko Martín

Analizado desde la perspectiva aritmética, el reciente triunfo de la Isla de la Juventud sobre Matanzas en una de las semifinales de la presente campaña beisbolera nos plantea un verdadero acertijo. Acabamos de ver cómo un equipo «discreto» batió dos veces en su casa y otras dos en patio ajeno a uno de notable nómina y desempeño. Porque desde cualquier perspectiva —y no creo que existan muchas dudas— la novena de Matanzas es, y seguirá siendo si se compara hombre por hombre, muy superior a la de la Isla de la Juventud.

Al menos los números dan fe de ello. Durante la temporada regular los Cocodrilos ganaron seis juegos más que los Piratas, y dominaron el enfrentamiento particular con siete victorias en nueve duelos. En ese mismo tramo del torneo los yumurinos batearon y fildearon más que los pineros, y su staff de serpentineros acumuló mejores números en los apartados fundamentales.

Si buscamos referencias en el segmento semifinal, las cosas fueron muy parecidas. La ofensiva de los dirigidos por Víctor Mesa se hizo notar más; en suma, su pitcheo fue más efectivo —tomando en cuenta índices claves como la cantidad de anotaciones permitidas y el promedio de carreras limpias—, y solo a la defensa lucieron inferiores, aunque la diferencia no fue abismal.

Antes de cualquier comparación que se aproxime a las causas de este desenlace hay que reconocer que ambos equipos se entregaron con pasión a un pulso extraordinario, del que se estará hablando durante algún tiempo. También que los dos elencos sufrieron —como casi todos— de sensibles bajas antes o durante el torneo, porque si los matanceros echaron de menos a José Miguel Fernández, Lázaro Herrera o Moreira, del otro lado se hubieran visto más fuertes con Wilber Pérez, Andy Ibáñez o Raicel Iglesias, para citar algunos ausentes desde ambos bandos.

Visto eso, estoy entre los convencidos de que en este caso la suerte corrió al lado de quienes menos se equivocaron en los momentos decisivos, y junto a los que supieron manejar con mayor tino la presión inherente a unos play off.

Por un momento pensé que, luego de perder el tercero de los partidos celebrados en sus predios, los Piratas llegarían con una presión insostenible, pero la realidad demostró que fueron sus rivales quienes más peso cargaron sobre sus espaldas: el de satisfacer a una afición que llevaba mucho tiempo soñando por un triunfo que le había sido esquivo por muy poco; el de las circunstancias, porque al contrario de otros años, no estaban en carrera los equipos más acostumbrados a jugar estos tramos decisivos del campeonato; y el que inevitablemente —para bien o para mal—, se deriva de la máxima exigencia de un cuerpo de dirección sumamente comprometido con lograr lo que hasta ahora nadie ha podido concretar.

A favor de la joven tropa pinera también obró esa certeza de que podían hacer algo grande, que comenzó a solidificarse con la barrida frente a Industriales que le abrió las puertas a la postemporada, hasta pasar una prueba crucial el pasado martes, cuando dieron un vuelco radical a una derrota que los ponía contra las cuerdas después de tanto esfuerzo. También el liderazgo ejercido por un ícono en aquella porción de tierra como lo es Michel Enríquez, y la efectiva integración al grupo lograda por los refuerzos (Darién, Yoalkis, Barcelán, Ibáñez, Julio Pablo, Ulfrido y Vázquez), que se juntaron al equipo desde el comienzo de la segunda fase, y se mantienen inamovibles en la lucha por su primer trono en la pelota cubana.

Cualquiera que sea el resultado de la final que se avecina, los Piratas han dado una lección incontestable. En el béisbol pueden pesar los nombres, pero nunca más que un puñado de atributos, entre los que se encuentran la convicción, la entrega, la garra, la concentración, el compromiso, la disciplina, el talento, la pasión y el amor a la camiseta. Todo eso forma parte del gran tesoro en poder de los Piratas.

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