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Emotivos, pero…

En Ciego de Ávila se sigue festejando la merecida consagración de los Tigres, quienes supieron ganar el juego del todo o nada a unos Piratas de la Isla de la Juventud a los que también les sobran motivos para sentirse orgullosos

Autor:

Raiko Martín

Bajó el telón de la 54 Serie Nacional y en Ciego de Ávila se sigue festejando la merecida consagración de los Tigres, quienes supieron ganar el juego del todo o nada a unos Piratas de la Isla de la Juventud a los que también les sobran motivos para sentirse orgullosos.

Los dirigidos por Roger Machado confirmaron su condición de favoritos, porque ninguno de los candidatos supo ajustar mejor su maquinaria a partir de la segunda mitad del campeonato, ni corrió con igual suerte a la hora de elegir con quiénes blindar la nómina.

Más allá de eso, los recientes play off fueron un claro dibujo de la actual situación del béisbol cubano. Que ha bajado el nivel con respecto al de hace ya unos cuantos años, es una verdad insoslayable, pero  hablar de crisis, en cambio, me parece algo drástico.

Sí, el pulso llegó a siete juegos y eso nos tiene que alegrar lo justo, porque una cosa es la intensa rivalidad, el equilibrio que siempre le hace muy bien al espectáculo, y otra muy diferente es la calidad de los juegos y los jugadores, ambas proyectadas sobre el diamante.

Deficiencias hubo para hacer una sustanciosa lista de la que nadie se encuentra a salvo. Desde las propuestas tácticas de los altos mandos, hasta la concentración de los jugadores a la hora de moverse sobre el terreno, tanto en la defensa como a la hora de correr las bases. Y hasta los árbitros, quienes esta vez consiguieron notas más altas —alguna que otra jugada hubo de corregirse gracias a la revisión en video—, tienen buen trabajo por delante para redefinir adecuadamente la zona de strike, e incluso para no tomar decisiones apresuradas que puedan incidir sobremanera en el desenlace de los partidos.

Los últimos cruces de armas confirmaron la importancia descomunal que tienen los lanzadores para conseguir el triunfo colectivo. Los Tigres superaban en casi todo a los Alazanes y los Piratas, pero si algo hacía más evidente esa diferencia era la presencia de hombres como Ismel Jiménez y Yander Guevara en el staff de tiradores. Entre los dos se repartieron a partes iguales seis de los ocho triunfos de su equipo en postemporada, y los bateadores rivales les conectaron para .217 y .229, respectivamente.

Y otra de las grandes realidades confirmadas por la serie final está relacionada con la selección de los refuerzos. A tenor con el actual sistema, que no sufrirá grandes variaciones estructurales cuando toque, la concentración de la calidad es casi una obligación. Pero solo la forma de hacerlo, y luego su manejo, serán garantías a la hora de aspirar al éxito.

Roger Machado solo tuvo que echar mano al villaclareño Andy Zamora para cubrir el hueco que dejaba la lesión del guantanamero Giorbis Duvergel. José Luis Rodríguez Pantoja mantuvo a sus siete «legionarios» y todos, de alguna manera u otra, fueron decisivos para llegar a donde llegaron. Pero en ambos casos lo que más llamó la atención fue la integración que lograron, al punto de que casi se podía pensar que jugaron siempre con la misma casaca.

Desafortunadamente se terminaron días emocionantes que dejan listo el camino para otras jornadas de reflexión. Lo mejor sería que a nadie se le ocurriese hacer swines al aire.

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