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Fuera del podio

Desde la edición de Winnipeg 1967, Cuba no se llevaba a casa menos de 40 coronas en unos Juegos Panamericanos

Autor:

Norland Rosendo

TORONTO.— La última vez que una delegación deportiva cubana no había quedado entre las tres que más medallas de oro conquistó en unos Juegos Panamericanos fue aquí, en Canadá, hace 48 años.

En la V edición, efectuada en Winnipeg en 1967, el orden de los primeros cuatro fue el mismo que ahora en Toronto: Estados Unidos, los anfitriones, Brasil y Cuba.

A partir de entonces comenzó a escribirse una historia en la que nuestro país estuvo siempre entre los dos primeros lugares en el ordenamiento. En los Juegos que acaban de concluir ese era el pronóstico: revalidar el segundo puesto entre los máximos ganadores de títulos.

Se sabía que la rivalidad con Canadá y Brasil sería fuerte desde el primer día de competencias. Los primeros por su condición de sede, que es un privilegio que no se puede desconocer por muchísimas razones, y los segundos porque se alistan para las Olimpiadas del año próximo. No obstante, los cálculos de los especialistas cubanos suponían que era posible alcanzar el propósito anunciado públicamente.

Siempre se habló de más de 50 preseas de oro. El rango oscilaba entre las 45 y 55 aproximadamente, pero con muchas probabilidades de acercarnos al tope, según esos estudios.

Lamentablemente, hasta el valor mínimo fue inalcanzable. Desde Winnipeg-67, Cuba no se llevaba a casa menos de 40 coronas.

El análisis no podrá ser solo cuantitativo. ¿Qué pasó en Toronto? El tema forma parte de la agenda pública de los cubanos en estos días y, seguramente, permanecerá durante largo tiempo en el centro de los debates.

Mi buzón electrónico, por ejemplo, es un muestrario de diversos puntos de vista. Para algunos, el resultado de estos Juegos no es bueno. Para otros, como una amiga sicóloga, profesora de la Universidad Central de Las Villas, constituye un lugar justo para Cuba.

Ella valora no solo las condiciones económicas de nuestro país en comparación con Canadá y Brasil, sino que advierte que esta es una generación de atletas que nació bajo el influjo de un período muy complejo para Cuba desde el punto de vista social también.

Quizá si no hubiésemos sido tan categóricos al vaticinar el segundo puesto, no estaríamos ahora haciendo este tipo de valoraciones. Tampoco es hora de justificaciones ni de lamentos.

Puede ser este un buen momento para analizar el funcionamiento de nuestro sistema deportivo, que entre sus fortalezas dispone de una estructura piramidal para la formación de los atletas, coherentemente pensada.

De antemano se sabía que la representación cubana tenía que ser muy eficiente para lograr las medallas de oro que le garantizaran el lugar que tradicionalmente ocupó desde Cali 1971 (excepto La Habana 1991, cuando lideró el medallero).

Si comparamos el comportamiento por deportes en Guadalajara y ahora, solo canotaje, taekwondo, tiro, gimnasia artística y clavados mejoraron en su aporte dorado.

Entre los que debían catapultar a Cuba en la tabla general por países, la lucha decreció en cinco coronas (de 9 a 4); el judo, en tres (6-3), y el boxeo, en dos (8-6). Del atletismo sí era de esperar que el botín no fuera como el anterior (18), pero que tampoco se quedara en cinco.

De las 364 pruebas convocadas había atletas de la mayor Isla de las Antillas en 217, y solo pudieron incluirse en 121 finales. De ellas, ganaron 36. La matemática no falla. Con esa eficiencia era muy poco probable cumplir el pronóstico.

En la delegación reinó un gran espíritu. Nuestros deportistas se esforzaron. Querían una medalla, no solo para ellos, sino para la Patria. En sus declaraciones evidenciaban el dominio que tenían de la situación del medallero.

Esta edición sirvió también para comprobar el empuje de naciones, como Colombia y México, cuyos resultados les permitieron ubicarse, por ese orden, a la zaga de Cuba.

Han finalizado unos Juegos históricos. Muy bien organizados a pesar de las colosales distancias entre las instalaciones de competencia. Como escribí en una ocasión, le di la vuelta a Cuba más de cinco veces. Y creo que me quedo corto.

Toronto fue hospitalaria, nos abrió las puertas a su cultura. Cada vez que nos identificaban en las calles, nos deseaban suerte en los Juegos.

Adiós Toronto. Gracias por todo. Esperemos que en Lima, dentro de cuatro años, la historia sea mejor para Cuba. Es mucho lo que hay que pensar. Y sobre todo, hacer.

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