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Ismael Borrero, más allá de volteos y desbalances

El gladiador santiaguero se apoyó en sus armas combativas para agenciarse el cetro en el pasado Campeonato Mundial de Lucha, en Las Vegas, Estados Unidos

Autor:

José Luis López

Me lo tropecé en la Escuela Superior de Formación de Atletas de Alto Rendimiento Cerro Pelado con ese (casi) inseparable dispositivo de los jóvenes cubanos en la actualidad: el audífono para oír música. El santiaguero Ismael Borrero, flamante  campeón mundial de lucha grecorromana en los 59 kilogramos, el pasado mes en Las Vegas, se dirigía al Instituto de Medicina Deportiva para hacerse uno de los tantos exámenes médicos a los que se someten los miembros de las selecciones nacionales de lucha.

«Me sacan la sangre y enseguida estoy contigo», me espetó el talentoso gladiador de 23 años. Y cuando al cabo de solo 15 minutos lo tuve nuevamente ante mí, intenté «tirarle un supplés» con el cúmulo de preguntas que le traía. Pero él, tras quitarse el auricular tan veloz como siempre, se muestra sobre el colchón, me contraatacó sin titubeos. Creo que nuestro «combate» terminó empatado… pero Borrero salió airoso —una vez más— al marcar el último punto. Ustedes me dirán al final.

—¿Siempre gladiador grecorromano?

—Sí, aunque estuve apenas un mes en el gimnasio de pesas, en Santiago de Cuba. Allí, el profesor Humberto Suárez vio mis aptitudes, me preguntó si quería ir para el colchón de lucha y le di el sí. A él le debo mis primeros pasos en este deporte, además de que con él fui campeón municipal y provincial en 2005. Y ese resultado me abrió las puertas de la ESPA nacional en 2006, en La Habana.

—Entonces, llegas muy joven a la capital, con apenas 14 años…

—De eso no quisiera acordarme. Sin mi familia aquí en La Habana, ese fue un cambio enorme en mi vida, al extremo de que les comenté a mis padres mi decisión de abandonar el deporte. No me concentraba en los entrenamientos porque ya no quería luchar más. Pero ellos me apoyaron y me pidieron que siguiera. Por eso les debo tanto.

—¿Cuándo llegas al equipo nacional absoluto y cómo fueron esos primeros grandes momentos?

—A la selección mayor entré en 2009. Y si había triunfado en las categorías menores, ya no podía echarme para atrás. Trabajé fuerte en los entrenamientos, tuve mucha disciplina y gané el campeonato nacional en 2010. Yo acababa de salir de la previa del SMG. Pesaba 55 kilogramos y mi entrenador Juan Carlos Linares me propuso competir en 60 kg. Pero por mi juventud e inexperiencia, aún no concientizaba lo que significaba ese título. A partir de ahí, sí he sabido que ganar es el resultado de la entrega diaria sobre el conchón. En esa división era favorito para ganar el oro en los Juegos Panamericanos de Toronto. Pero no fue así, pues perdí con el estadounidense Spencer Mango, a quien ya había derrotado anteriormente. Me presenté muy ansioso y empleé una táctica muy mala que me costó caro.

—¿Cómo fue tu entrenamiento diario de cara a esta cita del orbe en Las Vegas?

—El trabajo en horas de la mañana consistió fundamentalmente en practicar técnicas individuales, mientras que por las tardes nunca dejé de hacer las carreras indicadas, además de realizar ejercicios especiales, como son los halones, «carretillas» y saltos, para mejorar la intensidad en el combate. No trabajé con las pesas.

—Sin embargo, tuviste bien rápido la revancha contra Mango, en tu primer combate mundialista…

—El destino me lo puso ahí. Disfruté mucho ese triunfo inicial por 4-2 contra él. Yo sabía que le podía ganar. No me desesperé como en Toronto e hice todo lo que estaba previsto, tuve buena concentración y controlé el combate en los dos períodos.

—Tras vencerlo, sabías que luego vendrían rivales de mucha más envergadura. ¿Cómo te preparaste?

—Como me esperaban medallistas mundiales y olímpicos, me daba igual cualquier rival, porque había entrenado muy bien y estaba dispuesto a combatir duro para llegar al podio. Me servía lo mismo un ruso, que un uzbeco, que un coreano…

—Entonces, ¿puedes brindar una radiografía de las victorias en los restantes combates?

—Después de Mango, vino el alemán Denis Manekze, a quien vencí por 5-4. Yo le iba ganando 5-0, pero creo que muy injustamente me penalizaron en posición de cuatro puntos. Él trabajó bien en el suelo, marcó dos puntos con un desbalance y otros dos con un «tornillo» del que no me pude defender. Pero no logró empatar.

«Luego me tocó el bielorruso Soslan Durov, plata europea 2015. El entrenador Néstor Almanza me dijo que lo tratara de poner pasivo. Fui agresivo, lo agoté y lo pusieron abajo. Entonces, le agarré el brazo derecho y nunca lo solté; le tiré varios desbalances y vencí por superioridad técnica (8-0)».

—Pero el trámite se complicaba cada vez más, pues iban quedando los mejores en pugna. En cuartos de final, en busca del bronce, te tocó el sudcoreano Kim Seunghak…

—Sin dudas, ese fue el combate más complicado de todos. Faltando muy poco, yo le ganaba por 6-4. Él me tiró un volteo y me empató 6-6. Entonces, yo le pagué con la misma moneda: letal volteo y me adelanté 8-6. Pero él también quería lo suyo, y casi al finalizar el tiempo del segundo período, me ejecutó una acción bien extraña que ni supe qué fue… e «igualó» 8-8. Le hice señas a mi entrenador Almanza para que protestara y pidiera la  revisión del video. Entonces, por suerte, los jueces no vieron legal ese movimiento y lo invalidaron, para tranquilidad mía, porque si se hubiera empatado el combate, él ganaba por marcar los últimos puntos.

«Yo ya había visto videos de las peleas de muchos de estos excelentes gladiadores. Las estudié bien y tenía algunas ideas de cuáles eran sus principales armas en el combate. Y en semifinales, me tocó el kazajo Almat Kebispayev, un vetarano gladiador, medallista en el Mundial de Estambul 2011. Y lo vencí 9-1. En el primer período lo saqué de la zona y le tiré un volteo, mientras que en el segundo le apliqué una torsión de cuatro puntos».

—Entonces, en la final tu rival era el favorito azerí Rovshan Bayramov, doble subtitular olímpico y cuatro veces medallista mundial, un hueso bien duro de roer…

—Sí, pero a esa hora, el favorito era yo. No podía ceder. Y le entré con todo. Pasé de control de brazo para derribo, le apliqué desbalance continuo (cuatro puntos) más otros dos desbalances y le gané por superioridad técnica, en solo 32 segundos de combate».

—Sin dudas, este ha sido un importante triunfo no solo porque logra mejorar obstensiblemente tu quinto lugar de la edición mundialista 2013, sino también potque lo obtienes en el año que antecede a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016…

—Aún lo estoy disfrutando. Me estoy adaptando a la idea de que el tesón diario fue factor clave de este triunfo. Haberles ganado en Las Vegas a todos esos excelentes gladiadores, me inspira mucha confianza y seguridad para pensar en que sí puedo escalar al podio olímpico y por qué no, a lo más alto también. Para ello, voy a entrenar diariamente cada vez más duro.

—Recientemente, varios gladiadores cubanos fueron contratados para incluirse en nóminas de clubes foráneos. ¿Cómo ves este paso?

—Es correcto, porque esos son luchadores de mucha calidad, que le han dado muchos triunfos a Cuba y por eso fueron solicitados para competir en tales clubes. Yo espero que en algún momento me soliciten. Seguro pondré bien alto el nombre de la lucha cubana.

Y cuando creía que Ismael ya me había «pegado sobre el colchón» y se disponía a despedirme, tuvo tiempo para satisfacer mi ansiedad, pues yo le había comentado que no había visto ninguna de sus seis peleas: «Mira, aquí en mi móvil tengo grabada la pelea final contra Bayramov». ¡Alabados sean esos adelantos tecnológicos!

Vi los 32 segundos de acción y no pude menos que comentarle: «Si peleas así en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, no habrá quien te gane».

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