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Robertico quiere pintarse de oro

El taekwondo cubano fue uno de los deportes que más alegrías nos dio en el 2015. Nuestro entrevistado no viste dobok, ni sube al tapiz a pelear, pero desde la silla es otro protagonista de los triunfos

Autor:

Julieta García Ríos

Roberto Cárdenas aparece entre los entrenadores más destacados de Cuba en el 2015. Para él, el taekwondo es su vida y el actual colectivo técnico y de atletas, el mejor que ha tenido en su carrera de preparador, iniciada en 1988. Entonces comenzó en la Escuela Superior de Perfeccionamiento Atlético (ESPA) Manuel Permuy, de La Lisa, de donde pasó a trabajar con las muchachas de la selección nacional juvenil. Luego acompañó durante ocho años al equipo Cuba femenino y, tras el subtítulo olímpico conquistado por Urbia Meléndez (49 kilogramos) en Sydney 2000, hizo una parada en el alto rendimiento cubano. En octubre de 2012 regresó para comandar a los hombres.

Durante el entrenamiento, con Robelis Despaigne, medallista de bronce en Londres 2012. Autor: Julieta García Ríos

Es inteligente, riguroso, organizado, paciente y un gran estratega. Bajo su guía, Rafael Alba se convirtió en campeón mundial, en Puebla 2013. En el año recién terminado el propio Alba y Robelis Despaigne alcanzaron medallas de bronce en el Campeonato Mundial, que tuvo como sede la ciudad rusa de Cheliabinsk, en mayo pasado.

A solo unos días de concluido el Mundial, en Paraguay continuó su buena racha. En el Abierto de la nación sudamericana, Alba y José Ángel Cobas se agenciaron las medallas de plata en las divisiones de +87 y 80 kilogramos, respectivamente. En el tapiz guaraní ambos atletas se estrenaron en una división superior y, con ese mismo peso, se convertirían en los campeones de los Juegos Panamericanos de Toronto. Este resultado, junto al título de la capitalina Yania Aguirre (49), elevó al taekwondo cubano al primer lugar del continente. Su cadena de éxitos en 2015 se selló en la ciudad británica de Manchester, cuando Rafael Alba alcanzó plata en la primera aparición de Cuba en un Grand Prix.

Penetrar en el mundo de Robertico, como cariñosamente lo llaman sus conocidos, es como establecer un combate con un contrario escurridizo. Ataco, pero se desplaza a un lado, al otro… No baja la guardia, habla con cautela y esquiva con destreza.

—Fuiste escogido entre los mejores entrenadores cubanos del 2015. En otras ocasiones has sido distinguido en Torneos Abiertos como el mejor coach, ¿cuál es la fórmula?

—Me considero una persona que respeta a sus contrarios, a los árbitros, a los dirigentes y a los organizadores de los eventos. Finalizado el combate, exijo a nuestros atletas el saludo marcial a los árbitros, la presidencia y los contrarios. A todos nos gusta que se nos respete. Eso marca la diferencia entre un maestro marcial y un instructor de deportes de combate, entre un peleador callejero y un artista marcial. Últimamente, en competencias internacionales me han filmado durante los combates. Quieren saber cómo logro la comunicación con mis atletas. Cuando me felicitan por la manera de dirigir, respondo agradecido e insisto en que así es todo mi colectivo de trabajo.

—¿Qué caracteriza tu sistema de entrenamiento?

—Entrenamos muy fuerte. Al colectivo le encanta el énfasis en la táctica como dirección determinante en el taekwondo.

—¿Qué tiempo dedican al entrenamiento, quiénes se implican en él?

—Dedicamos muchas horas. En dependencia de la etapa de preparación, a veces se puede entrenar hasta de madrugada. Ya en el hogar, veo una y otra vez los videos de nuestros rivales y analizo sus actuaciones y resultados en los distintos eventos, para trazar estrategias. Es agotador. No paro, pero me fascina.

En su carrera como preparador, este entrenador ha podido conocer e intercambiar con personas que admira. En esta imagen, junto a los hermanos estadounidenses Steven López, doble campeón olímpico, y Jean López, coach. Autor: Cortesía del entrevistado

«Realizamos un trabajo conjunto en el que todos participamos y tenemos un lugar. Considero que en la multiplicidad de criterios se halla la sabiduría. Mi colectivo técnico lo integran: René García Coffigni, Roberto Abreu Pedroso, Lázaro Alfonso Pluma y Roberto Osiris, quien trabaja con la reserva. También nos apoyamos en los criterios del médico Eduardo Negrete, la psicóloga Maritza Viusá y el fisioterapeuta Carlos Reinoso».

—¿Cómo describes a tus muchachos?

—Excelentes atletas y seres humanos.

—Entremos en detalles, ¿cómo son Cobas, Rafael y Robelis?

—Rafael y Cobas son muy tácticos. Tienen gran variabilidad de pensamiento ante distintas situaciones en competencia. Robelis es muy fuerte, analítico, y ha mejorado su arsenal técnico-táctico. También es muy humano, ético y profesional al pelear.

—¿Con qué alumno te has identificado más?

—Con todos. No tengo preferencias.

—¿Qué admiras y detestas de un atleta?

—Admiro la disciplina, el patriotismo, la honestidad, la perseverancia, el deseo de poner el nombre de su país en lo más alto del podio. Detesto todo lo contrario.

—¿Prefieres entrenar al equipo femenino o al masculino?

—En realidad, disfruto la formación del campeón. Soy, en la historia del taekwondo en Cuba, la única persona que ha tenido el privilegio de dirigir las selecciones nacionales de uno y otro sexos. Y te confieso que prefiero entrenar a los varones, por su disciplina y entrega, y por su diversidad de acciones tácticas. A ellos llegué con más experiencia y nos hemos compenetrado mejor, pues hemos creado un ambiente familiar. Con ellos he podido demostrar que se puede hacer deporte de combate sin ser vulgar, sin ser agresivo ni expresarse con malas palabras.

—Como preparador, ¿cuál ha sido el momento más frustrante?

—En 1998, tres días antes de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Maracaibo, cuando por falta de cupos nos quedamos sin participar en el evento. Teníamos como pronóstico alcanzar oro en las dos divisiones en que asistiríamos.

—¿Y el más emocionante?

—El primero lo viví en 1996, cuando Cuba asistió por primera vez a una Copa del Mundo, en Río de Janeiro. Enfrentamos a Corea del Sur en tres combates, de los cuales ganamos dos. Allí Sonallis Mayan venció en la final a la española Irene Ruiz, entonces la mejor del mundo en su división. Fuimos con cinco atletas y cuatro fueron medallistas. Además del oro de Sonallis, Yanet Puerto ganó plata, y Yamila Díaz y Urbia Meléndez, bronce. En esa ocasión quedamos en cuarto lugar por países frente a equipos de 16 atletas.

En el tiempo de recuperación da indicaciones a Rafael Solís, durante los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Veracruz 2014. Autor: Ricardo López Hevia

«Otro momento especial lo viví en Sydney 2000, cuando Urbia Meléndez ganó plata y regaló la primera medalla olímpica al taekwondo cubano. Con ese subtítulo y la corona de (Ángel) Valodia, alcanzada al día siguiente, nos ubicamos subcampeones olímpicos, a solo 13 años de iniciar la práctica de ese deporte en el país. Nunca olvidaré el recibimiento que nos dio el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz al llegar al aeropuerto. El compañero Humberto Rodríguez, entonces presidente del Inder, me presentó ante él. El Comandante me abrazó, se sonrió y me dijo: “Robertico, ¿cuándo me vas a enseñar taekwondo?”. De ese momento conservo una foto junto a él. Fidel, además de nuestro líder, es un impulsor insustituible del movimiento deportivo revolucionario cubano».

—En los últimos años se percibe una constante evolución en el deporte, ¿qué distingue al actual?

—El sistema electrónico llegó a nuestro deporte para quedarse. Hoy los combates son más dinámicos, y para ganar hay que pensar más. Antes nos valíamos mucho de la condición física, a lo que no hemos renunciado, pero hoy apostamos más a la táctica y sus métodos de entrenamiento aplicados al combate moderno.

—¿Cómo describes la labor del entrenador en el alto rendimiento?

—Formar campeones es similar al trabajo de un artista. En cada resultado va implícito talento y esfuerzo, no solo del atleta, sino también de la capacidad y maestría de un colectivo de formadores que día a día sueña con lograr ver materializada esa obra en una medalla.

En el 2016 Cárdenas sueña con volver a subir al podio olímpico, como lo hizo con Urbia hace poco más de tres lustros. Y aunque no lo dice, él, usted y yo sabemos que su meta tiene tintes dorados.

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