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Una cosa es con las teclas

Las dos novenas que protagonizarán el pulso más esperado de esta campaña beisbolera cubrieron el calendario regular con actuaciones más o menos estables, aunque las prestaciones de los ahora anfitriones Tigres avileños fueran a la vista superiores

Autor:

Raiko Martín

CIEGO DE ÁVILA.— Esta noche comienza aquí el pulso más esperado de la presente temporada beisbolera. De un lado, los Tigres locales, para muchos uno de los elencos más compactos en los últimos años, con la misión de defender el trono. Del otro, unos inspirados Vegueros pinareños, nuevamente protagonistas de un impresionante desempeño para colarse en la fiesta de final de campaña. Y en medio de las dos novenas, un pronóstico proclive a deshacerse en este tramo, que debe ir de un extremo a otro y regresar, para disfrute de todos.

Ambas novenas cubrieron el calendario regular con actuaciones más o menos estables, aunque las prestaciones de los ahora anfitriones fueran a la vista superiores. Si bien el staff de lanzadores pinareños trabajó para un insuperable promedio de carreras limpias de 3.24, la armada avileña aventajó a sus rivales en averaje (.292 por .277), en producción de carreras (493 por 392) y en cantidad de extrabases conectados (221 por 181), por citar solo algunos acápites.

Mas todo eso pasó a la historia en el mismo momento en que aseguraron sus boletos a la postemporada, volvieron a reforzar sus nóminas con tres jugadores y se dispusieron a asumir una etapa en la que algunos detalles, que van más allá de la calidad individual, pesan muchísimo en cada desenlace.

La mejor prueba de ello la acaba de dar la tropa pativerde, que deshizo todas las previsiones y con la marea en contra, desembarcó en el ocaso del torneo. En lo anímico, la victoria frente a un adversario del calibre que presentó Matanzas, in extremis y lejos de su vega, es un plus para los dirigidos por Jorge Ricardo Gallardo, quienes llegan al segmento lógicamente más desgastados. También la seguridad de poder contar con hombres de la talla de Donal Duarte o William Saavedra, con vasta experiencia y no pocas veces bujías inspiradoras en momentos difíciles, apuntalan las opciones de éxito en estas instancias del torneo.

Como le sucedió contra los Cocodrilos yumurinos, Pinar del Río no parte como favorito y eso puede ayudarle para encarar el reto sin demasiada presión. En su contra soplan vientos como el de comenzar el pulso en tierra hostil, la imposibilidad de utilizar a su as Yosvani Torres como primer abridor, y el hecho de tener a jugadores importantes lesionados o en proceso de recuperación. Sin embargo, esas no han sido piedras infranqueables en el camino que le ha traído hasta aquí, y mucho menos los únicos referentes que hacen de la posible coronación un trayecto cuesta arriba.

Si Ciego de Ávila parte como candidato de mayor fuerza es por méritos propios. Primero, porque tiene una alineación bien establecida, balanceada en tacto y poder, veloz. Sobre el papel, libra por libra superior.

Quizá el enfrentamiento con Industriales, saldado con una impensable barrida, no sea un medidor absoluto. Pero que seis jugadores de la alineación titular hayan cerrado la semifinal por encima de .300 de averaje, y que la mitad de ellos haya superado la barrera de los .400, es muestra del poder de fuego que pueden exhibir los Tigres sobre el diamante.

Su cuerpo de tiradores, más descansado y fortalecido con las adquisiciones del granmense Lázaro Blanco y el santiaguero Alberto Biset, puede ser igual de competitivo, y la mecánica defensiva demostrada frente a los Azules, sobre todo en el penúltimo cruce, aporta garantías para aspirar a la victoria.

Hoy se rompen las hostilidades, y lo único que me atrevo a vaticinar, con absoluta certeza, es que el duelo no bajará de cinco desafíos. En la noche, Vladimir García debe subir a la lomita para defender la causa local, y pudiera ser su tocayo Baños, o Yaifredo Domínguez, la elección de la visita.

Puesto a elegir, mi pulgar hacia arriba desde estos teclazos sería, en el juego y en la serie, para los dueños de casa, aunque consciente de cuán altas son las probabilidades de que la visita —tan acostumbrada como está— me haga hacer el ridículo. Si así fuese, me quedaría al menos el consuelo de no ser el primero. Tampoco el único… ni el último.

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