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Mi batazo imaginario

Casi a la hora del cierre de esta edición, cuando solo atinamos a arriesgar pronósticos osados, supimos que había más movimientos en el line up para el duelo contra los Tulipanes: Frederich Cepeda, al banco; su turno lo ocupa Gracial, Alarcón sube al quinto y entra Guillermo Avilés al jardín izquierdo; Despaigne se queda de designado

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Norland Rosendo

TOKIO, Japón.— Que más quisiera yo que escribir con una bola mágica delante y no frente a una pantalla en blanco retándome a adivinar un resultado. Si Cuba ganó frente a Holanda, a lo mejor le queda un juego adicional; si no, se habrá ido ya por tercera vez consecutiva de los clásicos sin avanzar a la semifinal.

Amén del resultado y de otros temas que valoraremos posteriormente, los cambios en el line up surtieron, al menos frente a Japón, el efecto deseado. No se logró la victoria, es cierto, pero Yosvani Alarcón, aún sin estar al tope de sus potencialidades, es un bateador que no debe estar en la banca; conectó tres hits y a uno de ellos le faltó muy poco para irse por encima de la cerca del jardín izquierdo.

(Y hago un alto aquí para informarles el reporte del médico, Francisco Montesinos, sobre la lesión de Frank Camilo Morejón: tiene una sacroileitis, con dolor en la pierna y en la cadera izquierda, de la que fue operado hace unos años. Se espera que evolucione al tratamiento medicamentoso y la fisioterapia, y después evaluaremos el caso).

A Víctor Víctor Mesa los organizadores del Clásico no lo escogieron por azar como uno de los diez prospectos de más futuro en la cita; a la hora buena, sin nervios, ante un pitcheo que las tira «de a kilo y por la canalita», dio un buen batazo y empujó par de carreras.

La fórmula de Jefferson Delgado en la esquina caliente y como camarero Yurisbel Gracial (bateaba antes del juego de esta madrugada 500 de average, de 20-10 y cuatro remolques) fue una jugada atrevida de Carlos Martí. Al «viejo» lo retaron con tantas críticas venidas de todas partes y respondió con osadía.

Casi a la hora del cierre de esta edición, supimos que había más movimientos en el line up para el duelo contra los Tulipanes: Frederich Cepeda, al banco; su turno lo ocupa Gracial, Alarcón sube al quinto y entra Guillermo Avilés al jardín izquierdo; Despaigne se queda de designado. Coincido con quienes opinan que en un torneo tan corto no se debe estar cambiando todos los días la alineación, pero darle «agua al dominó» cuando la misma fórmula no está rindiendo tampoco es desaconsejable. Así que bien por Martí.

Esta selección, sin dudas, es la menos fuerte de las presentadas por nuestro país en los cuatro Clásicos, y se ha batido con hidalguía ante rivales de experiencia en circuitos profesionales, algunos hasta en la Gran Carpa. Lo ha hecho sin complejos, enseñando lo que tiene, que puede ser, nadie lo duda, mejor. Pero hay que trabajar para el progreso, desde la base y hasta el techo. Porque el béisbol en Cuba es mucho más que pasión; es vida.

Martí insistió al concluir el juego frente a Japón en que ese era un equipo muy compacto, con un pitcheo bueno, defensa segura y bateadores que saben qué hacer en cada momento, y elogió a sus muchachos, pues salieron otra vez a batirse con ellos, a no dejarse intimidar por esa afición que se pasa los nueve inning entre cánticos a sus jugadores (uno para cada atleta) y olas a la japonesa: en vez de mover las manos de izquierda a derecha o viceversa, se paran y se sientan de manera sincronizada.

Sin saber, claro, qué pasó contra Holanda, el partido frente a los samuráis dejó un sabor agradable —más dulce que agrio, para los que le ponen salsa a todo—, pero la pelota es así, una pifia en la inicial en el octavo capítulo abrió una persiana por donde se colaron tres japoneses en el home. El error es parte del juego.

Ojalá cuando este periódico esté en sus manos, el equipo de Cuba haya ganado y esté alistándose para el partido de desempate. Si así es, un premio por la victoria ante un elenco que es superior al nuestro y que en los últimos seis años nos han ganado cuatro de cinco desafíos en torneos de nivel; de lo contrario, a empacar y poner la vista en el Clásico del 2021.

No, qué va, disculpe, a seguir con los ojos en este. A aprender, a disfrutar, que no todos los días las novenas de República Dominicana, Puerto Rico, Estados Unidos y Venezuela se rifan entre ellas dos plazas. Más que el pase a la semifinal, es el orgullo entre cuatro naciones de mucho linaje en este deporte lo que está en juego. Apuesto a que uno de ellos será el campeón.

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