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El coloso quiere otro traje

Un renacer del deporte en la Universidad de La Habana tiene que pasar por el rescate del estadio universitario Comandante Juan Abrantes, cuna de campeones olímpicos y mundiales. Las labores de recuperación del Seder serán paulatinas

Autores:

Javier Rodríguez Perera
Erika Alfonso Villar
Darian Bárcena Díaz
Laura Fariñas Naranjo
Eduardo Grenier Rodríguez

El estadio universitario Comandante Juan Abrantes resalta por su singularidad y legado dentro de la bicentenaria Universidad de La Habana (UH). Cuna de atletas olímpicos y mundiales, cada uno de sus locales revelan hitos en la historia del movimiento deportivo estudiantil.

Sitio emblemático del ejercicio del músculo universitario y nacional, acogió a ilustres figuras de la historia cubana como Julio Antonio Mella, Ramiro Valdés Daussá y el mismo Fidel Castro. El Seder, como también se le conoce, albergó también durante su etapa estudiantil a glorias deportivas como el bicampeón olímpico Alberto Juantorena, el baloncestista Tomás «el Jabao» Herrera, el primer campeón panamericano de Cuba, Rafael Fortún, y el velocista José «Pepe» Barrientos, conocido como «El relámpago del Caribe», por solo mencionar algunos nombres de una larga lista.

Sin embargo, quien recorre hoy ese sitio no respira el mismo aire deportivo que enaltecía al Seder. Está resentida la majestuosidad que lo convirtió en la obra más importante de la década de los años 20 del pasado siglo.

No han sido pocos los trabajos de mantenimiento acometidos durante las últimas décadas; no obstante, la instalación presenta un grado de deterioro avanzado, lo que dificulta de manera significativa el desarrollo deportivo estudiantil, en un contexto en el que se apuesta por la masificación y la realización de ejercicios físicos.

Una pista construida con cemento en lugar de arcilla, el campo de tiro abarrotado de hierba, una piscina tupida y cerrada hace 22 años y el estado crítico del graderío conforman una parte del abanico de dificultades que influyen en que grandes actividades deportivas, como los históricos Juegos Caribe, no se desarrollen plenamente en el centro y tengan que hacerse en la Ciudad Deportiva, el complejo José Antonio Echeverría, el estadio Pedro Marrero y otras instalaciones.

Seder en retrospectiva

El libro El deporte universitario, cuna del deporte cubano refleja que fue en 1922, con la creación de la Asociación Atlética Universitaria, cuando se decidió construir un estadio con el propósito de que los estudiantes tuvieran un espacio deportivo acorde con las necesidades de la UH, debido a que a la sazón se utilizaban los terrenos aledaños al centro educacional. El 15 de marzo finalmente empezó a edificarse con fondos donados por profesores, aportes de clubes y asignaciones gubernamentales.

Durante 1934 continuaron las obras del estadio y se inauguró la pista, con los terrenos de béisbol y fútbol, las gradas con techo y el edificio central. Luego se concluyó la cancha de baloncesto, hoy tabloncillo Ramiro Valdés Daussá. En la década de los 40 se agregaron las salas de esgrima Ramón Fonst y la de ajedrez José Raúl Capablanca.

Tras el triunfo de la Revolución, el complejo deportivo pasó a denominarse Servicio de Educación Física, Deportes y Recreación (Seder) y adoptó el nombre de Comandante Juan Abrantes, combatiente caído en la lucha revolucionaria. En 1963 se añadió la sala de judo y cuatro años después el campo de tiro Vietnam heroico. La piscina Julio Antonio Mella, resultado del esfuerzo de profesores, estudiantes y albañiles, se concluyó en 1972.

El centro también cuenta con un área de gimnasia —que hasta hace tres meses funcionaba como almacén de libros de la Facultad de Física—, una pequeña cancha de tenis y un espacio destinado a los ejercicios terapéuticos de los alumnos. Fuera del ámbito deportivo, el Seder tiene dos cafeterías inutilizables y en mal estado, las taquillas y los servicios sanitarios.

De grietas y reparadores

Para Jesús Alemán Insua, considerado un historiador por sus 47 años de servicio en este lugar, ver cómo su «casa» se deteriora resulta difícil. «El estadio está muy descuidado y las instalaciones se están perdiendo poco a poco. En la pista de cemento es prácticamente imposible correr. Antes era de arcilla, pero ese es un material muy caro. El contingente Blas Roca la reparó entre 1999 y 2004, pero la obra no quedó bien.

«La piscina está cerrada desde 1995, cuando debido a la situación económica del país hubo falta de cloro, agua y mantenimiento. Actualmente está tupida, rajada por fuera y los motores ya no sirven», aseguró.

Y añade: «El campo de tiro está lleno de hierba, lleva 25 años inactivo. El área de gimnasia está desbaratada. Todavía conservamos algunas anillas, caballos de salto y otros aparatos que se están destruyendo.

«Trabajo desde 1969 en el salón de judo, una de las instalaciones mejor conservadas del estadio por el esfuerzo que hacemos los profesores. No obstante, la preparación física continúa impartiéndose, pues hacerlo en el terreno resulta complejo, debido al sol. Eso hace que el tatami se dañe. Yo mismo he tenido que conseguir madera, soga y viruta para repararlo».

Medallas que no serán

Mayra Zaldívar Cutiño, directora del centro, comenta que es necesaria una reparación completa del estadio y adelanta que para este año está en proyecto recuperar completamente las dos cafeterías.

Explica la Directora que el tabloncillo, que costó alrededor de medio millón de CUP, se terminó en 2015 y el espacio que era de gimnasia se aprovechará para dar clases y practicar el tenis de mesa. Además se recuperaron el salón de los antiguos atletas, tres baños del edificio central y el pasillo del último nivel.

No obstante, explica que las labores de recuperación del Seder serán paulatinas, pues en la UH se acometen también otras inversiones de envergadura. Ahora aquí está trabajando una brigada de cuentapropistas, lo que encarece el precio de las reparaciones.

«El centro tiene muchos años de explotación, no solo por los estudiantes de la UH, sino porque aquí también reciben sus clases las facultades de Medicina de los hospitales Calixto García y Manuel Fajardo y la de Estomatología. También se le brinda servicio a la comunidad, que debería cuidar más nuestras instalaciones», comenta Mayra.

Para los estudiantes, sobre todo los que compiten por sus facultades en los diversos juegos que se realizan en el año, es incómodo tener que ir de «aquí para allá».

Anel Ruiz Medel, estudiante de quinto año de Sicología y jefa de Deporte de la FEU de la UH, lamenta que debido al deterioro del centro no se puedan practicar, entre otros, los deportes acuáticos. «En esas disciplinas este año no podemos participar en la Universiada Nacional, porque no tenemos dónde entrenar», apuntó.

A la espera del lustre

Por su parte, Carlos Manuel Pérez Cuevas, director general de la Unidad Presupuestada de Aseguramiento de la UH, comentó que la cuestión principal para la reparación de la infraestructura del inmueble «no es un problema de dinero, sino de recursos y equipamiento».

«Lo principal que requiere el Seder es un complejo proceso de mantenimiento y para eso hay un presupuesto asignado, como para cada uno de los 70 edificios que conforman la Universidad de La Habana. En 2016, en reparaciones se gastaron 20 millones de pesos, presupuesto que pocas instituciones en Cuba tienen», declaró el funcionario.

«Por ejemplo, nosotros emprendimos la reparación de las gradas el año pasado y la idea es concluir 2017 con la mitad del graderío listo; para ello se requieren grandes volúmenes de un material especial llamado mortero de alta resistencia, que no es el cemento normal.

«Próximamente se debe empezar la recuperación de las dos cafeterías, pero la reparación de la piscina Julio Antonio Mella es más complicada, incluso porque de lograr habilitarla no se dispone en la actualidad del abastecimiento adecuado de agua para mantenerla llena de manera estable. Insisto en que la prioridad es avanzar en la recuperación de las gradas, porque si no se caen», enfatizó el funcionario.

A pesar del escaso mantenimiento, es lamentable que haya falta de higiene en el Seder. Mayra Zaldívar Cutiño alega que solo cuentan con tres auxiliares de limpieza para toda la institución. «Por 275 pesos es difícil cubrir esa plantilla. Ante esto tratamos de garantizar la limpieza de la entrada principal, los baños y algunas cátedras. El resto tiene una situación más crítica. De vez en cuando organizamos trabajos voluntarios, fundamentalmente cuando se acercan competencias deportivas», apuntó.

Por su parte, Anel Ruiz Medel, señaló que desde la organización estudiantil se planifican también labores de higienización, pero deben mejorar la convocatoria, pues la asistencia no es lo masiva que se necesita.

Duele ver desvanecerse un centro que fue cantera prolífera de campeones. El retorno a sus años de esplendor significará, sin dudas, el renacer del deporte en la Universidad de La Habana.

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