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¿El ring en pelota?

Algo grande o inusual debió haber sucedido el lunes en el estadio José Antonio Huelga, de Sancti Spíritus, para que los árbitros decretaran lo que nunca antes se había visto en el béisbol serio

Autor:

Norland Rosendo

Lo primero que llamó mi atención fue el forfeit doble. Que en un mismo juego de pelota nadie ganara, que ambos equipos salieran con la equis en el casillero de las derrotas. Algo grande o inusual debió haber sucedido el lunes en el estadio José Antonio Huelga, de Sancti Spíritus, para que los árbitros decretaran lo que nunca antes se había visto en el béisbol serio (o al menos que se recuerde). Y sí, algo grande sucedió. Pero, lamentablemente, no inusual.

Esa misma noche este redactor supo, sin más detalles, que había ocurrido una bronca tumultuaria, casi incontrolable.

Ayer, la noticia era confirmada por fuentes de la Comisión Nacional de Béisbol y desde la sede se contaban los horrores (y los errores que pudieron alentarla) de una reyerta que obligó a los árbitros a expulsar a 18 Toros y 16 Gallos. Con tantas «bajas» ninguno de los dos bandos tenía las fuerzas mínimas exigidas (10 atletas) para concluir el partido.

Así, el cuarto juego entre Camagüey y Sancti Spíritus, durante la penúltima subserie de la 4ta. Serie Nacional de béisbol, pasará a la historia, tristemente, como el primer forfeit doble de la pelota cubana, y aún no tengo referencias de que algo así haya sucedido antes en otras ligas de jerarquía.

Penoso récord para el béisbol cubano. Se sabe que habrá sanciones. Una vez más. Sin embargo, las trifulcas en las competencias deportivas siguen. En la propia valla de los Gallos se ha visto más de un bate blandiendo no contra una pelota, sino detrás de otro atleta.

Parece que el código disciplinario no está atemperado a los tiempos modernos, ¿o será que está hecho para tiempos modernos y no pocos jugadores están viviendo aún en cavernas prehistóricas?

Sin ser el espectáculo que alguna vez fue, enfrentado en la televisión al mejor fútbol del mundo y con tantas carencias materiales para practicarlo de manera masiva, nuestro deporte nacional, orgullo de tantos cubanos y sazón de nuestro ajiaco cultural, no puede darse el lujo de agonizar por bravuconerías, irrespeto, groserías y broncas tumultuarias.

A esos comportamientos, sea quien sea el infractor, hay que «poncharlos» con los mejores pitcheos disponibles: la exigencia, el orden, la ética, el control total del juego por los árbitros y entrenadores, y un reglamento severísimo.

La recta disciplinaria debe ser dura, limpia, en la verdadera «zona de strike»; y que después no haya paños tibios, porque los ha habido, para mal de nuestro deporte.

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