Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Alegría doble para Filiberto

Lienna Montero se vistió de plata para conseguir, en días consecutivos, la segunda medalla para Cuba

Autor:

Enio Echezábal Acosta

Como imposible sería cuantificar la alegría de un padre que ve triunfar a sus hijos en cualquier arista de la vida, así mismo resultaría de difícil medir el orgullo que ha de estar sintiendo por estos días el profesor y entrenador Filiberto Delgado.

Si este jueves el subtítulo de Yudari Sánchez fue un premio extraordinario, al convertirse nada menos que en la primera cubana en obtener una medalla en mundiales de lucha de cualquiera de las categorías, ayer otra de sus pupilas contribuyó a elevar exponencialmente su júbilo.

La jovencita Lienna de la Caridad Montero Herrera —a quien me atrevo a augurarle un futuro de éxitos— forjó su pedazo de historia al repetir la actuación de Sánchez, luego de obtener por segundo día consecutivo una medalla plateada para Cuba.

Lianna, que fue todo furor sobre los colchones del Centro de Exhibiciones y Deportes de la ciudad de Tampere, sede del Campeonato Mundial Juvenil, inició su disertación al superar por puntos (9-4) a la china Jing Liang.

Luego, en la ronda de 16, fue un vendaval para vencer por superioridad técnica (12-2) a Elif Yanik, de Turquía, y posteriormente —en cuartos—, fue la india Pooja Gehlot quien sufrió los embates de la potente mayabequense, quien convertida en una fuerza de la naturaleza terminó también ese pleito antes de tiempo, merced al marcador de 10-0.

Durante el combate previo a la «batalla» por el título, la discípula de Filiberto Delgado sometió en un parejo duelo (4-3) a la favorita rusa Viiktoria Vaulina.

Ya por el oro, se enfrentaría a una poderosa hija de la Tierra del Sol Naciente. Sería un tope marcado por la explosividad de ambas, la antillana Montero y la japonesa Sae Nanjo, el cual se definió por poco (6-4), en favor de la asiática.

Muchos incautos podrían atreverse a calificar las actuaciones de Lienna y Yudari como resultados aislados, o tal vez acusarían a la casualidad como culpable de esos preciosos metales argénteos. No obstante, estarían desmereciendo el valor de semejante hazaña —porque lo es—, fruto no solo del trabajo de las noveles luchadoras, sino de la labor de sus preparadores, entre quienes su mentor, el seguramente sonriente «profe» Delgado, destaca sobremanera.

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