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Mujeres de «arena»

Los excelentes resultados cosechados en 2017 han confirmado a Leila y a Lidianny como una joven pareja de gran futuro para el voleibol de playa cubano

Autor:

Enio Echezábal Acosta

Tiempo atrás el voleibol de playa femenino en Cuba anunciaba varios cambios en la distribución de sus parejas. La desarticulación de duplas establecidas, y la combinación de sus integrantes junto a muchachas de menos experiencia fue la alternativa, pensada con el objetivo de crear más duetos con el nivel competitivo suficiente de cara a los retos del nuevo ciclo olímpico.

La pareja de Leila Martínez y Lidianny Echevarría fue una de las que surgió en aquel momento, y aunque al principio el camino se presentaba como demasiado largo para alcanzar la élite, su intenso trabajo —junto al de su entrenadora Mayra Ferrer— en poco tiempo ha generado resultados relevantes, que las colocan entre las futuras aspirantes a integrar el grupo de vanguardia a nivel mundial.

Con dos pies derechos

En conversación exclusiva con JR, ambas relatan cómo ha sido este tiempo, desde que comenzaran a competir de manera oficial en la arena internacional.

Leila, capitana del binomio y oriunda de la capital, recuerda su debut competitivo. «Nuestra primera competencia juntas fue el Norceca de Varadero, donde lo hicimos bien, pero no pudimos alcanzar el resultado que esperábamos, o sea, la medalla de oro. Nos dimos cuenta entonces de que teníamos que pulir muchos detalles, pero así y todo nos teníamos fe».

Para la artemiseña Lidy, el proceso ha sido complejo. «Para mí ha resultado muy duro estar lejos de la familia, porque me paso la vida extrañándolos. Mi mamá una vez me dijo que eso era parte de mi vida, y que como atleta tengo que hacer algunos sacrificios para alcanzar mis sueños. Ella dice que no importa lo lejos que estemos, siempre estarán cerca, dándome apoyo, y la verdad es que eso nunca me ha faltado.

«Además, la experiencia se ha hecho más difícil porque he tenido que esforzarme al máximo para entrenar y rendir a la altura de una atleta de más experiencia, y que también es muy exigente conmigo», cuenta.

A pesar del poco tiempo, con la inserción definitiva en el Circuito de la Confederación de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe de Voleibol (Norceca), se vieron los primeros frutos.

«Luego de no alcanzar la clasificación olímpica, a inicios de este año comenzamos a prepararnos para participar, a manera de examen, en dos paradas del Circuito Norceca: Baja California e Islas Caimán, donde tendríamos que evaluar nuestro progreso como dueto. Tal como habíamos anticipado, nos entendimos de lo mejor y gracias a esa buena química logramos ganar ambos torneos», explica Leila.

Sorpresivamente, y dadas las puntuaciones obtenidas, llegó la buena nueva: serían las representantes femeninas de la Isla en el Mundial que organizaría Austria.

Si bien para Leila era su segunda cita del orbe, luego de que en 2015 estuviera junto a Lianma Flores en el torneo que se celebró en Holanda, en esta ocasión Viena se presentó para ella como un escenario diferente. «Todo muy grande, verdaderamente impresionante. Un shock para quien la ve por primera vez».

Con una sonrisa de satisfacción, Lidy también rememora esos días. «Nosotras tratamos sobre todo de competir y de dar lo mejor que podíamos sobre la cancha. Por sobre los nervios y la presión, nos divertimos y disfrutamos cada momento. Allí el nivel es el máximo, y la verdad es que la experiencia significó mucho para mí.

«Éramos unas desconocidas, y notamos cómo al pasar los partidos varias rivales de otros países nos tenían más en cuenta, e incluso nos felicitaban e intercambiaban con nosotras. También notamos el gran nivel de concentración que tienen todos en ese torneo, al punto que mientras están en competencia las parejas se comportan bastante reservadas, hablan poco, y prefieren quedarse en sus habitaciones. Luego notamos cómo nos saludaban, y pudimos interactuar más con algunas de las parejas de élite».

Finalmente, las muchachas culminaron en el noveno puesto, un resultado esperanzador de cara a las próximas metas.

Al respecto, Leila opinó: «En ese ambiente nosotras aprendimos mucho. Vimos que había gran nivel, pero también sabíamos que estábamos preparadas para ese reto. Luego de un inicio complicado, a causa de los nervios y la falta de experiencia competitiva, fuimos capaces de soltarnos a jugar, y hacer lo mejor que podíamos. Creo que eso fue lo que nos dio tan buen resultado».

Solas bajo el sol

Aunque los orígenes de las dos voleibolistas se remontan a los días en la «sala», circunstancias como la falta de altura que alegaron en su momento los técnicos, se encargaron de reunirlas, net mediante, en una cancha al aire libre.

La habanera confiesa que se trata de un juego muy independiente, en el cual todas las orientaciones que reciben son durante el entrenamiento, así que por lo tanto, ya sobre la cancha, ellas mismas deben tomar las decisiones.

«En mi caso, como soy la más experimentada, me toca mantener la calma, dar apoyo y confianza a mi pareja para que todo fluya bien. Lidy es una muchacha que se deja enseñar, que está siempre dispuesta a aprender, y creo que es por eso que las dificultades se resuelven más fácil durante el partido», explica.

Según Lidy, es fundamental la comunicación, porque a diferencia de la modalidad de sala, no pueden acudir a más nadie que no sean ellas mismas, pues el entrenador solo puede dar las orientaciones antes o después del juego.

«Durante el partido, en caso de un error, siempre tratamos de darnos ánimo para salir del bache, y durante las pausas aprovechamos para conversar y ver qué estamos haciendo mal o qué podemos mejorar».

Al ser interrogadas acerca de cómo se las arreglan para estar tantas horas bajo los efectos del Astro Rey, cada una de ellas propone un método diferente: Leila prefiere cubrirse con mangas largas y protector, mientras que Lidy escoge solo la crema solar, ante la incomodidad que para ella representa llevar ropa de más.

Más allá del deporte

El entrenamiento en la modalidad playera requiere de largas horas de dedicación, destinadas a «afinar» la maquinaria para los diferentes eventos. Así pasa la vida de estas atletas, quienes a pesar de su apretada agenda, hallan espacio para vivir fuera de la cancha.

El poco tiempo que les sobra escogen pasarlo con la familia y todas aquellas personas cercanas a las que no les pueden dedicar todo el tiempo que quisieran. Lidy viaja cuando puede a su natal Artemisa, donde la esperan siempre con ansias.

Algo parecido le ocurre a su compañera, quien a pesar de residir en La Habana, tiene otros motivos que le impiden pasar más horas en casa.

Al igual que a un rival sobre el terreno, Leila se ha empeñado en vencer durante las últimas temporadas la Licenciatura en Estomatología. Ya en el quinto y último año, declara que sin el apoyo demostrado por la Facultad Raúl González Sánchez y también por parte de sus compañeros de aula, no hubiera llegado tan lejos.

A estas alturas, sus metas más cercanas se hallan en Barranquilla, sede de los Juegos Centroamericanos y del Caribe en 2018. Más tarde, en 2019, Lima será otro reto de nivel, que servirá, si todo sale bien, como antesala del torneo al que cualquier deportista quisiera enfrentarse: los Juegos Olímpicos, que tendrán como sede la ciudad de Tokio, en 2020.

Por ahora, el crecimiento demostrado ilusiona a muchos, pues los límites de estas mujeres de «arena» se irán expandiendo en la medida en que vayan asimilando las muchas experiencias que se les avecinan. La posible inserción en el Circuito Mundial sería un paso fundamental, y si es así, quién sabe si más adelante sus sonrisas vengan acompañadas siempre de una medalla.

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