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Ríos: con el ojo en la punta

Una competencia de esgrima suele ser agotadora no solo para los atletas, sino también para quienes imparten justicia en ella. Sobre este tema y más conversa con Juventud Rebelde el mexicano Juan Carlos Ríos Rivera

Autores:

Julieta García Ríos
Mercedes del Risco

Desde hace años en La Habana es común ver al mexicano Juan Carlos Ríos Rivera en cada Grand Prix, Copa del Mundo o Campeonato Panamericano de Esgrima que se realice en Cuba. Su rostro bonachón le es familiar a la «vieja guardia» del florete, sable o espada criolla. Acá se formó como árbitro internacional de la Federación Internacional de Esgrima (FIE) 1979 y desde entonces trata de regresar siempre a esta, «su segunda casa», en la que dice ser feliz y donde deja huellas de buenas prácticas de arbitraje.

La profesionalidad ante cada combate le aseguró plazas en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y Río 2016. Su labor como referee lo obliga a viajar constantemente. Para ilustrarlo tomemos como referencia la actual temporada de la FIE que comenzó en septiembre de 2017: Desde entonces ha trabajado en eventos de primer nivel (Grand Prix y Copas del Mundo) en México, Francia, China, Guatemala, Italia, Cuba y Canadá.

En La Habana fue uno de los 12 expertos que en enero pasado impartió justicia en la Copa del Mundo de espada femenina, encuentro que reunió a 145 tiradoras de 25 países en el Coliseo de la Ciudad Deportiva.

Juventud Rebelde conversó con el árbitro mexicano, categoría A en espada, modalidad en la que son válidos los toques en todo el cuerpo, excepto en la nuca. Además de poseer la máxima calificación en esa arma, el chilango también está facultado para arbitrar en florete y sable.

—¿Usted, que lleva tantos años observando la esgrima, puede definir el estilo de algunas espadistas según el país de origen?

—Las francesas son muy agresivas, las alemanas tienden a actuar con pasividad en los dos primeros períodos del combate, de un total de tres, para tirar fuerte en el último. Las coreanas, en cambio, son muy rápidas, tratan siempre de llevar el ritmo del encuentro. Aunque cada cual ajusta su estrategia en dependencia del país o el tirador a enfrentar.

—¿Qué criterio tiene de las cubanas?

—Cuba podría seguir siendo una potencia mundial en esgrima (espada, florete y sable), pero no cuentan con el respaldo económico necesario para competir internacionalmente y sin competencia se estancan.

—El estar en la cima del ranking no garantiza una medalla...

—En el sable y florete, la número uno casi siempre llega a una tabla de ocho, pero en la espada no ocurre lo mismo. Esta es un arma donde el nivel es muy parejo. Acá en La Habana vimos perder en la eliminación directa de 64 tiradoras a la estonia Julia Beljajeva, número uno del escalafón de la FIE, ante la rusa Olga Kochneva, quien llegó a la Copa con el 203 y clasificó al grupo de 64 en la última posición. En la espada los podios no suelen repetirse con frecuencia, porque es más difícil dominarla totalmente.

—Entonces la idea es ir sumando puntos de a poco...

—Exactamente. Las tiradoras en el año asisten a la mayor cantidad de eventos que programa la FIE y de esta manera van sumando puntos y adquiriendo maestría. Por solo ponerte un ejemplo: de septiembre de 2017 a mayo de 2018 están previstos tres Grand Prix y cinco Copas del Mundo. A ello le sumas los respectivos campeonatos zonales, otros torneos satélites y el Mundial del deporte, que este año se realizará en China del 19 al 27 de julio próximo. 

—Para alcanzar el oro en La Habana, la francesa Coraline Vitalis tuvo que realizar cinco asaltos en la poule, uno en la preliminar y siete en la eliminación directa. ¿Cuán desgastada pudo terminar?

—Se dice que la esgrima es un deporte mixto. El combate es corto y anaeróbico, pero son varios los asaltos que realizan las atletas. En la primera vuelta eliminatoria, son cinco o seis desafíos de cinco toques. A partir de la siguiente ronda, todos los matches son a 15 toques (tres períodos de tres minutos de duración, con uno de descanso entre uno y otro). Y de salir airosa en uno o dos duelos de la preliminar, entonces pasa a la eliminación directa de 64 competidoras. Conforme se va ganando hay mayor consumo de energía, porque significa que debe pelear más, y tiene que tener mucha resistencia para aguantar el rigor de la competencia y llegar a la discusión de las medallas.

—¿También para un juez es extenuante?

—Sí. Es un trabajo difícil porque hay que estar mucho tiempo parado, además te agotas por la tensión de tener que dar la decisión correcta. Hay que estar muy atentos a que las puntas no toquen el piso, pendiente de que la mano no armada del tirador no interfiera en la espada contraria, detener el encuentro una vez que haya cuerpo a cuerpo…

«La espada es la única arma en que es válido el doble toque, por lo que no es necesario definir quién ataca, defiende o contraataca… Sin embargo, exige más atención, pues si las luces de la pizarra se encienden tienes que saber si el toque fue en zona válida o por un roce en el piso. Hay que ser justo en cada acción».

—En el combate los atletas se concentran tanto que solo escuchan la voz del entrenador. ¿También los árbitros se abstraen?

—No. Durante el combate escuchamos mucha bulla, lo cual molesta. Los coaches, por lo general quieren estar hablando durante todo el encuentro. Entonces hay que pedirles que se callen, y de no hacer silencio, se les sanciona con una tarjeta amarilla.

—¿Sucedió algo inusual en esta Copa?

—Sí. Casualmente cuando quedaban 16 tiradoras me tocó el encuentro entre la alemana Ricarda Multerer y la coreana Hyein Lee (a la postre medallista de bronce). Los tres primeros períodos se fueron a pasividad y llegaron al tiempo extra sin un toque. Al concluir el minuto reglamentado el combate estaba empatado a seis. Y la coreana gana por tener la prioridad. En toda mi carrera de árbitro era la primera vez que me enfrentaba a algo así.

—En tantos años como árbitro, qué atleta prefiere ver competir.

—Me gusta mucho el estilo de la rumana Ana María Popescou (la Branza, como solía reconocerse de soltera). Tiene una técnica muy depurada. De ello da fe su rico palmarés: medallista de plata (individual) en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 y oro (por equipos) en Río 2016. En campeonatos del mundo atesora dos preseas de oro, una de plata y tres de bronce.

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