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Entre la lluvia y la probable fatiga

La serie especial de preparación rumbo a Barranquilla empezó mojada, literalmente, y por las tantas críticas recibidas. Pocos, más allá de sus organizadores, la han defendido

Autor:

Norland Rosendo

Una extraña lluvia, caída sobre Santiago de Cuba el jueves por la noche, dejó en sus respectivos bancos a los equipos de Occidentales y Orientales y la serie especial de preparación rumbo a Barranquilla empezó mojada, literalmente y por las tantas críticas recibidas. Pocos, más allá de sus organizadores, la han defendido.

Ha empezado mal un torneo que corre el riesgo de que no pocos jugadores, así como aficionados, terminen rechazándolo. Sigo confiando en que Carlos Martí y sus asesores, incluido el equipo médico, sepan poner una barrera infranqueable donde pueda comenzar la fatiga de los atletas, en esa zona, a veces imperceptible, en la que empieza lo que los expertos llaman fatiga extrema, y que en Grandes Ligas justifica que se les prohíba a varios peloteros intervenir en ligas invernales para preservarlos y asegurar, de paso, su durabilidad en el alto rendimiento.

El béisbol es un deporte eminentemente táctico, que a diferencia de otros el resultado depende menos del estado de la condición física y técnica como sucede en el atletismo, el ciclismo, las pesas, la natación, etc.; pero en cambio, las temporadas de pelota son más largas, los juegos muy extensos y seguidos, el clima agresivo (sobre todo el de nuestro país), se realizan muchos viajes de un lugar a otro, y además de eso, hay constantes sesiones de entrenamientos intercaladas.

No es cuestión de cansancio, que resulta normal si las cargas están adecuadas; el ojo experto debe estar en la exigencia extrema a un trabajo sostenido mucho tiempo para garantizar un resultado, que sí puede derivar en pérdidas de rendimientos y afectaciones patológicas de los atletas.

La fatiga extrema es una categoría creada a modo de prevención, pues tanto como las afecciones físicas también afectan las mentales; el exceso de tiempo expuesto a las mismas rutinas puede tener consecuencias a corto, mediano y hasta largo plazos.

Pienso ahora en esos atletas que jugaron el torneo sub-23, luego la serie nacional, estuvieron en topes internacionales y siguen ahora en este certamen de juego-preparación corriendo por toda Cuba durante dos meses, y que, si llegan a Barranquilla, apenas regresen de Colombia se deben incorporar a sus respectivos equipos para la próxima temporada. ¿Cuándo descansan?.

Ahí pudieran estar algunas de las causas de lesiones frecuentes y crónicas, y de la disminución del tiempo que los atletas duran en el alto rendimiento. Muchos tememos, porque me incluyo, que para ganar en Barranquilla se comprometa de alguna manera el futuro, que es mucho más importante que una medalla de oro en un evento de cuarta categoría.  

En Grandes Ligas se le prohíbe a un cátcher con 600 entradas jugadas contratarse en los circuitos invernales; tampoco pueden hacerlo pícheres que hayan lanzado 160 innings, y a los demás peloteros se les pone el stop cuando acumulan cerca de 500 apariciones en el plato.

Evidentemente, no tenemos que copiar la fórmula, pero sí la esencia. No son pocos los expertos preocupados, pues las condiciones de los peloteros cubanos aquí no son las mismas que las de los protagonistas de la Gran Carpa, y quizá con menos actuación en los terrenos ya puedan clasificar para una probable lista de fatiga extrema.

No todo el mundo es Alfredo Despaigne, ¡qué caballo!, quien se cansó de dar jonrones en Japón, vino para la postemporada cubana, no botó ninguna pelota con sus Alazanes de Granma, pero sí defendió, hasta medio lesionado, el jardín izquierdo y ayudó al bicampeonato, fue a la Serie del Caribe, y de vuelta al segundo circuito más exigente del béisbol mundial su madero ha tronado en los juegos de pretemporada.

¿Sería tan extraña la lluvia del jueves?, ¿o acaso una señal de que hasta los dioses del deporte de las bolas y los strikes también tienen sus preocupaciones con este torneo?.

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