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Dinamarca acompaña a Francia; Perú se va entre sonrisas

Nórdicos y galos protagonizaron el primer partido sin goles del Mundial

Autor:

Enio Echezábal Acosta

Un partido sin goles puede a ratos parecerse demasiado a la comida sin sal o al sexo sin amor. Al final, por mucho que se disfrute, queda la sensación de que ha faltado el elemento más importante. No obstante, y siguiendo con la analogía, incluso a falta del elemento que causa mayores sensaciones, tampoco es que estemos hablando de un espectáculo olvidable ni aburrido. Ausencias aparte, puede hallarse en medio se semejante vacío un sentido a las cosas.

Va y en eso habrán estado de acuerdo el galo Didier Deschamps y su colega danés Age Hareide, quienes enviaron a sus hombres a una batalla que se antojaba demasiado insulsa desde la previa. Clasificados con un simple empate, ambos técnicos decidieron no arriesgar el «pellejo» y se guardaron ciertos elementos a la hora de plantear el choque que tuvo lugar sobre el verde del Luznikí de Moscú. De cualquier manera, a la misma hora Perú y Australia disputaban el encuentro restante del grupo. Así es de suponer que hayan pensado en apostarle más al orgullo suramericano que al suyo propio. No sería la primera vez que pasa en un Mundial, ni la última.

Un rato para acá y otro para allá fue la tónica del partido, con los franceses demasiado cautelosos y sus rivales en plan «represa». Aun así, convenía regalar algunos artificios a la audiencia, no fueran a pensar que les habían estafado el dinero de la entrada. Lo más atractivo de ver fue el planteamiento de Hareide, quien optó por juntar a los suyos y pedirles que distribuyeran el balón de forma más desinteresada. Puede que no hayan marcado, pero sí lograron contener a una Francia que, suplentes aparte, tiene talento para repartir.

Mientras los bostezos se hacían presentes en la capital rusa, en el estadio Fisht de Sochi, Ricardo Gareca puso lo mejor que tenía. Lo que para algunos pudiera parecer un premio de consolación, para los peruanos era cuestión de honor nacional. Y con eso no se juega.

Del otro lado, los australianos, urgidos a la vez de un triunfo y un milagro matemático, no se dieron por enterados de su situación. Culpa pudo ser también de su míster, Bert van Marwijk, a quien nunca le han agradado mucho los equipos vistosos y ofensivos.

Era el 22 de junio de 1982. Aquel día en La Coruña, el punta Guillermo La Rosa anotó al 83’ el único gol en la derrota peruana contra Polonia, por marcador de 5-1. Si entonces él no lo celebró, seguro habrá gritado como pocos cuando el disparo de volea de André Carrillo puso al 18’ la ventaja para los hombres de la Blanquirroja. Terminaban 36 años de espera.  

Y si de esperar se trata, también Paolo Guerrero puso fin a sus ansias. Luego de habilitar a Carrillo para el primer tanto, a cinco minutos de iniciado el complemento el capitán de los altiplánicos remató de zurda un rebote dentro del rectángulo final y superó al meta Matt Ryan. Ahí mismo quedaron la incertidumbre, el TAS, las sanciones y la polémica. En ese instante nada fue más importante que besar el escudo.

Paolo Guerrero consiguió su ansiado gol frente a Australia. Foto: Getty Images

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