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El «42» cubano

Luis «Jackie Robinson» Morales, pelotero cubano, debe su sobrenombre al parecido físico y su forma de jugar béisbol, que lo asemejaron al primer negro que ingresó a las Ligas Mayores y rompió la barrera racial  

Autor:

Nelson Rodríguez Roque

Su amigo personal Clark Griffith, propietario de los Senadores de Washington, le dio instrucciones precisas de «revisar» la Isla. Propuesto por su facilidad de comunicarse en español, desde 1933 Joe Cambria llevó a la pelota profesional a unos 400 latinos, en su mayoría cubanos. Le fue más fácil, tras eliminarse la restricción racial en las Grandes Ligas estadounidenses.

Al scout le tomaron una foto bajando del avión en Antilla, el 7 de enero de 1951, antes de desviarse unos kilómetros hasta Banes, donde la Liga Popular tenía equipo. Rápido, buen fildeador y versátil —podía ser antesalista o camarero—, Luis Morales Osorio convenció a Cambria. Este firmó al banense del reparto La Güira, donde había aprendido a jugar, en medio de una situación económica de escasos ingresos.

El italo-norteamericano se fijó en sus desplazamientos, color de piel y características atléticas y lo envió a un conjunto neoyorquino de Ligas Menores, en el cual jamás habían militado negros. Cambria, según el historiador Abel Tarragó, comenzó a llamarlo por el sobrenombre de «Jackie Robinson», en alusión evidente al hombre (usaba el 42 en su camisa) que hacía casi cuatro años se había mezclado entre blancos del circuito grandeliguista, ganándose la admiración del público, compañeros y rivales, aunque sufriendo al principio agresiones verbales y físicas.

Morales falleció en La Habana en 2009. Su onomástico (3 de noviembre de 1928) está incluido como una de las fechas en el libro Momentos y Figuras Relevantes del Béisbol Cubano, cuyos autores –Mario Torres y Reuel Aparicio– homenajean así al holguinero, quien se movió en el amateurismo en la Liga Pedro Betancourt, la Popular y la Intercentrales, y en Nicaro en el combinado de la fábrica de níquel. Probablemente, el parecido físico con Jackie Robinson, hasta la manera de reír o disfrutar del juego, influyó en el mote que incluso Baseball-Reference, sitio digital estadístico de EE.UU., registra todavía.

Foto: Cortesía de Abel Tarragó.

No tuvo actuación en Grandes Ligas, pero se desempeñó en el Havana Cubans, de la Liga Internacional de La Florida, y el Havana Sugar Kings, filial de los Rojos de Cincinnati, entre otras novenas norteñas de clases A, B, C y D. Terminó bateando para 232 de average en Triple A, con los denominados Reyes del Azúcar y el Louisville Colonels, este último elenco tributaba a los Senadores. Defendió en tercera y segunda bases, y apareció en México (Doble A) en los Leones de Yucatán (1955) y Águilas de Veracruz (1956), además de enrolarse en Nicaragua en los Indios del Bóer (1954), de los seleccionados más conocidos de ese país.

Mas su popularidad se la garantizaron los Rojos del Habana, de la liga invernal cubana, a quienes representó de 1953 (LXXV campaña) a 1958, refiere Norton Lorenzzi, otro estudioso de la temática. Sin ser regular, encontró la manera de convertirse en un utility de confianza del mánager Miguel Ángel González, que le dio oportunidades de salir al terreno – evidencia de ello son las 127 veces al bate acumuladas en la temporada 1954-1955. Cinco pies y nueve pulgadas de estatura y 165 libras de peso corporal le destacan Gabino Delgado y Severo Nieto, en la bibliografía Béisbol Cubano (Récords y Estadísticas), donde compilan sus números, por caprichos alfabéticos, en la misma página de su coterráneo Guillermo «Willy» Miranda y Glenn «Rocky» Nelson, grandes de la pelota rentada de los inviernos de Cuba.

Su brazo de lanzar le falló y terminó en el deporte activo en 1958, asentándose en La Habana, en la calle San Lázaro, y convirtiéndose en instructor del Consejo Voluntario de El Vedado. El «Jackie Robinson» de Banes es otro ejemplo de cuánto queda por enterarnos sobre pelota cubana, de la que «Minnie» Miñoso fue el primer negro de Latinoamérica en Ligas Mayores y hay hipótesis sobre propuestas al matancero Silvio García, a fin de que debutara antes que el «42» afroamericano.

Hay barreras que no pueden pasarse en la vida. Otras están para romperse. Robinson, Miñoso y Morales aclararon lo oscuro, lo intolerable.

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