Una «nueva» tendencia se abre paso en la moda femenina, sobre todo juvenil, aunque también algunas mujeres maduras se atreven a disfrutar ese aire de inocente coquetería, logrado a través de colores pastel, materiales textiles etéreos y accesorios llamativos, como perlas y uñas recargadas.
La era Coquette, como le llaman, tuvo un despunte curioso en 2023 a partir de la película Barbie, cuya trama aportó aires de divertimiento, en apariencia pueril, aderezados con la polémica de si una mujer puede vestir y vivir como muñeca y a la vez ser profunda, empoderada, dueña de su destino.
Es una estética que no teme a la «feminidad» tradicional, pero sin estiramientos o poses: grandes lazos en el pelo, tutú de tules, encajes rosados, azules o lilas, maquillaje atrevido… zapatos a tu aire, incluso deportivos, como gritando al mundo que pueden ser coquettes, pero no tontas ni sufridas.
Influencers de las redes sociales y artistas de sólida carrera han viralizado esta imagen, que combina osadía, elegancia y diversión, porque, como todo lo que tiene que ver con apariencias, el asunto no es tanto cómo me visto o peino, sino cómo me ven y juzgan los demás desde sus propios esquemas o prejuicios.
La coquette intenta despertar sonrisas, dulzura, nostalgia por la infancia o el pasado, y se ven naturales en ambientes de igual expresividad, como el romanticismo, el vintage y lo retro, empleados en las casas y en muchos negocios para explotar el gancho que esa naturalidad significa para sus clientes en una época de estandarización, competencia y represión de identidades.
Lo novedoso de la coquette es su amplia difusión, también en los circuitos comerciales y expositivos, pero su proyección existe hace mucho, como lo prueba el personaje de Penélope García, la informática sagaz de la serie Mentes Criminales, y la apreciada Carrie, protagonista de Sexo en la ciudad, por no hablar de las Lolitas de los 90 en Japón.
En materia de sexualidad, la historia del estilo coquette entra en la línea de tantas mujeres que desde la antigüedad hasta mediados del siglo pasado debieron prostituirse y renunciar al estatus del matrimonio «puro» para manejar sus propios ingresos, elegir su apariencia, cultivar el intelecto y codearse con hombres en condiciones más equilibradas.
A partir de la década de 1960, la libertad sexual de las luego llamadas tribus urbanas restó importancia al asunto del cómo, con quién y por qué te encamabas antes del matrimonio, y como tantos otros movimientos culturales, la coquette perdió ese atractivo agregado de disponer de tu cuerpo como no podían otras, pues muchas mujeres lo lograron por el camino del estudio y el trabajo, no de la frivolidad.
La volátil y refinada vestimenta, imitación de los años 50, llegó a nuestro país a través de Tik Tok, Instagram y otros medios virtuales, mezclada con movimientos estéticos como el aesthetic, más minimalistas y modernos, usa colores neutros como blanco, negro o gris y con líneas sencillas.
También gana adeptas entre las adolescentes cubanas la no menos polémica tendencia a masculinizar o neutralizar el vestuario, asociada a una identidad de género de construcción fluida y una postura negada al erotismo, al menos como declaración voluntaria de sus practicantes.
Pero, como en tantas otras modas, nuestros jóvenes tienden a asumir el aspecto sin profundizar en su trasfondo social o ideológico. En La Rampa habanera encontramos una chica con saya plisada de seda color menta, zapatillas de marca y enormes vuelos en los hombros. Según nos contó, es una exitosa estudiante universitaria, pero viste así por placer y un poco de rebeldía. Ella sabe lo que vale y disfruta envolverlo en «tantas cintas y lazos», como las niñas de las que habló Martí en su poema Los zapaticos de rosa.
Una virtud de las redes sociales es la capacidad de estimular la sensibilidad creativa, individual o colectiva. Hoy les compartimos un poema armado a varias manos en una sección del grupo «wasapeño» de Senti2, a partir de una foto de Adrián Espinosa, a quien hemos visto crecer profesionalmente en estos cuatro años de encuentros virtuales.
Me llamas bruja
Te asustan mis grises inquietantes. / Tu vista se pierde buscando colores imposibles. / Mientras, te es indiferente el alcance de mi vuelo / o el viento que logro batir con mis alas… / Igual, yo sigo siendo mariposa, / y si me llamas bruja / y me desdeñas, / si mi llegada tomas como un pésimo augurio... / ¿Cómo descifrarás el mapa de mis alas? / ¿Cuándo podré llevarte a mis silencios? / ¿Qué espacio de mi oscuro reinado/ podrás nombrar tu propio paraíso?
]]>]]>
Ruby Bridges, de seis años, tuvo que ser escoltada por la policía federal el primer día de clases, porque las familias de los demás estudiantes le gritaban, escupían a su paso y le tiraba cosas. Solo una maestra aceptó ayudarla.
Con el tiempo salió mejor alumna tres años seguidos y terminó siendo muy querida por sus compañeros. Tras la secundaria, estudió Turismo, y fue agente de viajes durante 15 años.
Hoy Ruby es madre de cuatro hijos y vive en Nueva Orleans. Creó una fundación a su nombre y promueve igualdad, justicia social e inclusión, sobre todo para niñas negras.
]]>Extraña fuerza la del amor, que trasciende las barreras de la distancia y el tiempo, burla prejuicios de todo tipo y además logra perpetuarse en el arte como un paradigma inspirador para las generaciones posteriores.
Pero hay amores que rompen, además de los moldes sociales y temporales, los de la lógica y la carnalidad. Cómo, por qué, para qué, son apenas las primeras preguntas ante la innegable evidencia de esas atracciones poderosas y no tan escasas cuando algunas tienen hasta nombre propio.
Tal es el caso de la hibristofilia: la obsesión romántica por delincuentes connotados, a quienes muchas veces acompañan en su condena a través de cartas, regalos, visitas conyugales y activismo para salvarlos de los peores castigos.
El 70 por ciento de las personas hibristofílicas conocidas son mujeres, y su motivación declarada es reivindicar a esas «pobres» almas… cosa que rara vez consiguen, porque muchos asesinos, violadores o terroristas que atraen ese tipo de amor son incapaces de sentirlo de vuelta. Como sicópatas o sociópatas, no pueden empatizar con tales sentimientos, pero muchos sí saben fingirlos y usarlos a su favor.
Otro amor extraño es el maniqueísta. El efecto Pigmalión rinde honor a un escultor que decidió tallar su ideal de Venus, y le quedó tan bella que terminó enamorándose de la escultura. La diosa dio vida a la piedra (¿premio, castigo?), pero ese ser solo existía para él, sin intereses propios.
Un maniqueísta busca en otros humanos el «material» cercano a su fantasía y lo seduce para transformarlo (incluso mediante cirugías); de manera obsesiva y posesiva lo aparta de la sociedad y le exige llegar a su inalcanzable meta.
Si son pacíficos, abandonan cuando el ser real no lo llena y buscan otra «piedra» para moldear, o se decantan entre amar a objetos (como muñecas
de silicona a la medida) o zambullirse en relaciones virtuales perfectas, hoy recreadas por las inteligencias artificiales.
También asombran por su trascendencia los amores que pasan por una etapa inicial de largo sufrimiento e incomprensión social (por lo general, uno de los dos no es libre), logran materializar su unión por breve tiempo y entonces llega la muerte como una nueva prueba, pero el sobreviviente alimenta esa pasión con arte y la convierte en leyenda.
En el capitalino cementerio de Colón hay al menos dos tumbas que reflejan ese tipo de amores. Una, muy lujosa, es la de Catalina Laza, auspiciada por Juan Pedro Baró, quien antes había encargado un injerto de rosa amarilla y roja, los colores favoritos de su amada, para ponerle su nombre.
Al morir ella, le construyó un panteón en un lugar bien visible en el que la luz solar dibuja esa flor en las mañanas. Allí descansan ambos, porque él murió diez años después y pidió ser enterrado a los pies de su esposa.
Menos vistoso, pero muy visitado, es el panteón de Margarita Pacheco y Modesto Canto. Como en el caso anterior, debieron esperar el divorcio de ella para unirse hasta la eternidad, que Margarita alcanzó primero, con 39 años. Cuentan que los siguientes 18 años él se mantuvo visitándola y regalándole piezas musicales con su violín.
Como además era escultor, talló bustos de ambos y los colocó en su futuro sitio de descanso una década antes de morir. El epitafio pide a los caminantes dedicar un pensamiento de amor y paz a quienes vieron tronchada su felicidad terrenal, pero cumplieron el juramento de permanecer unidos.
Extraños son también los amores platónicos cuando no puedes desprenderte de ellos. Provocan ilusión o melancolía, enigma y desesperación. Las almas sensibles los aprecian como fuente de creatividad para sus vidas, en lo cotidiano y en aportes permanentes al arte, la arquitectura, las ciencias…
¿Predestinación o karma? ¿Trampas del ADN o aberración? La sicología llama limerencia a esa obsesión amorosa por algo o alguien que escapa de lo tradicional, y ofrece tratamientos cuando esa adicción genera infelicidad o conductas violentas hacia sí mismos, el foco de su atención o terceros.
Pero si solo es un amor extraño, con capacidad de impulsar, inofensivo y delirante, ¿por qué recortarías sus alas para traer a ese amante a una vulgar soledad? ¿Sería acaso tan valiente Don Quijote, tan soñador y universalmente admirable en su mensaje idealista, sin esa deliciosa constancia de pasión por la irreal y hermosa Dulcinea?
]]>Pablo Neruda
Los bebés primates (también los humanos) juegan con sus diminutas extremidades, llevándose sus deditos a la boca y chupándoselos. No hay erotismo en ese gesto, pero hay placer: los pies son muy sensibles, su centro nervioso en el cerebro está muy cerca del de los genitales y la boca, y ese entretenimiento puede calmar su ansiedad.
Cuando crecen hay otros estímulos al alcance de sus otros sentidos, pero para algunos individuos sigue siendo fascinante contemplar, olfatear, acariciar, frotar, degustar, incluso escuchar el ruido de las articulaciones de unos pies con determinadas características, al punto de convertirse en su fetiche, a veces su única manera de excitarse o de llegar al orgasmo, a solas o en pareja.
Esa parafilia (como se le llama a toda sexualidad al margen de lo corriente y socialmente avalado como norma) es de las más comunes y aceptadas en público por sus practicantes, y no solo se limita a lo más inferior de las extremidades, sino que puede incluir toda una parafernalia de objetos asociados a ellas: calzado, medias, ajuar de pedicura, cremas, y más recientemente
algunos juguetes sexuales de silicona con forma de pies y vulva en la planta, para materializar la penetración y superar los límites de la fantasía.
Por referencias culturales y estudios científicos se conoce que el 70 por ciento de las personas con esta inclinación son hombres, en buena medida porque las industrias del calzado exhibicionista y del cuidado de los pies femeninos han sido más desarrolladas, incluso en este siglo de metrosexualidad.
Para los fetichistas de pies, o podofílicos, contemplarlos produce una excitación similar a la de un escote muy pronunciado, y como además sudamos y emitimos olores en esa zona (no siempre perceptibles, pero eficaces), esas feromonas pueden alebrestar su deseo como si se tratara de axilas o genitales.
Como en muchas otras parafilias comunes, las personas con esta inclinación pueden ser socialmente bien adaptadas, responsables, éticas… tener familia y cultivar su educación e intereses.
Tienen un deseo peculiar, pero lo controlan con el mismo éxito de quien se siente muy atraído por senos grandes o brazos peludos, por ejemplo, y no anda tocando a la gente ni tropezando a propósito para invadir su corporalidad.
Sin embargo, como en muchas otras filias, también pueden buscarse hobbies u oficios que le permitan estar cerca del objeto de su deseo, y así se vuelven vendedores de zapatos, masajistas, podólogos, pedicuras, ortopédicos…
Curiosamente, mientras desarrollan su faena no suelen perder la compostura ni propasarse con la clientela, pero luego, en la seguridad de un espacio privado, recrean la imagen o las sensaciones de los pies más atractivos del día, y algunos se autoestimulan o comparten con su pareja ese impulso exterior.
En muchos casos la máxima experiencia sexual proviene de una conducta contemplativa o un roce discreto, inocente a los efectos de los demás. No suelen escalar hacia filias más agresivas y, como la cultura actual es permisiva en cuanto a mostrar y adornar los pies, tienen muchas fuentes de estímulo cotidiano, como cualquier otro interés sexual.
Algunos convierten esa pasión en arte a través de la plástica, la cinematografía o la danza y, mientras cuenten con el consentimiento de todos los participantes (que estén en edad legal para entender), no hay nada reprochable en su camino al placer.
A criterio de la doctora Elvia de Dios, especialista del Cenesex y experta en la atención de personas parafílicas, este peculiar gusto solo requiere terapia si quien lo vive siente luego remordimientos y displacer, o su dependencia es tan grande que se convierte en trastorno obsesivo compulsivo y le impide una vida social adecuada.
Desde lo legal, el gusto deviene problema si promueve delitos como el acoso, actos lascivos, hurto de las prendas fetiche o cualquier otra invasión de la intimidad ajena.
Como parte del 15to. taller Paradigmas Emancipatorios, el Instituto de Filosofía convocó a un acercamiento al tema Sexualidad como eje articulador de la vida, presentado por la máster María Dolores Marroquín, profesora, investigadora y analista política, activista y comunicadora feminista.
La cita es el próximo lunes, 26 de febrero, en la sede del instituto (Calzada, No. 251, esquina a J, municipio de Plaza de la Revolución), a partir de las 10:00 a.m. y hasta la 4:00 p.m.
Quienes se interesen por participar, deben entrar al sitio https://forms.gle/KXz55wKEr2pvCi7k8 o enviar al correo yaira.diaz1997@gmail.com los siguientes datos: nombre y apellidos, organización/institución a la que pertenece, correo electrónico, número de teléfono y motivación para participar en el taller.
]]>
En la sección de Curiosidades de los grupos de Senti2 compartimos varios ejemplos de esos objetos, casi siempre metálicos, cuya exhibición genera incomprensiones o halagos, y la conveniencia de su uso, más allá de lo estético, a veces resulta de dudosa validación.
Tal es el caso de las anillas y varillas que atraviesan el clítoris, el glande masculino, los pezones, la entrada de la vulva o el ano y la lengua, estructuras de gran enervación y propensas a dilatarse según el grado de excitación de la persona, por no hablar del riesgo de quedar enganchados y rasgar la piel durante el roce con otro cuerpo.
Otros sitios como cejas, labios, ombligos, espalda o nariz también tienen sus fanes en el mundo desde épocas remotas, pero en ellos el riesgo es menor (si se coloca en condiciones sanitarias adecuadas), comparado con lo que esas personas sienten que aporta el objeto a su identidad.
Hay antecedentes de perforaciones del clítoris en las mujeres dayaks, indígenas de la Isla de Borneo, mientras las prendas en el ombligo eran exclusivas para los faraones en Egipto, por ejemplo. Con la modernidad, casi cualquiera puede perforar y adornar su cuerpo con diseños atrevidos. Solo vale la pena preguntarse: ¿cuándo?, ¿dónde?, ¿para qué?
]]>]]>
Isaac Asimov, escritor y científico ruso
En este Día del Amor, Sexo sentido estrena un nuevo diseño integral. El cambio no es solo para modernizar el espacio: también pretendemos diversificar la interacción con el público, razón principal de nuestra existencia.
Aunque no tengan sus marcos habituales, mantendremos la columna Pregunte sin pena, el espacio Encuentros y las infografías de verano, y estaremos sumando otros espacios de conocimiento y participación ajustados a los lenguajes de la actualidad.
La columna de Mariela Rodríguez seguirá respondiendo dudas que llegan a los correos y redes de la sección, pero la experta además compartirá tramas recurrentes en sus consultas como sicoanalista, asociadas a sexualidad, familia, género y personalidad, para contemplarlas desde otras aristas.
También reflejaremos de forma sistemática una sección muy gustada en el grupo de Senti2Cuba en WhatsApp: historias de personajes cuya vida resultó sexualmente polémica, y sin proponérselo, marcaron un derrotero para sus coetáneos y otras generaciones, al transformar la manera de apreciar asuntos como la identidad y los roles de género, la discapacidad, el racismo, el arte, las ciencias…
De las Redes, así se llamará una nueva sección, que también llevará el eco de sugerencias de películas y libros digitales, curiosidades, memes y apreciación del arte erótico, entre otros «descubrimientos» que disfrutamos en los grupos de WhatsApp y Telegram cada semana.
Para alternar, proponemos también el espacio De la Academia, en el que nuevas colaboradoras de la Facultad de Sicología de la Universidad de La Habana y otras instituciones nos acercarán a investigaciones sexológicas en Cuba y el mundo.
A punto de cumplir 24 años, Sexo sentido es todo un proyecto mediático con presencia en televisión, radio e internet, y seguirá creciendo en función de los nuevos soportes y recursos para interpelar la realidad.
El sueño más inmediato es un pódcast para debatir mitos de la sexualidad moderna desde puntos de vista diversos: cultura, sicología, derecho, clínica, arte... Tú puedes participar con tus opiniones a través del audiochat de Telegram que convocaremos cada mes en Encuentros, o enviar sugerencias de temas y bibliografía para ampliar el debate.
Mantenemos además la convocatoria para publicar anécdotas, criterios y creaciones fotográficas y literarias de nuestros lectores, y las acciones presenciales en la capital u otras ciudades donde nos inviten.
La idea es que cada vez más la página sea pensada por ustedes, quienes han crecido con ella y quienes recién la descubren en la web o el papel, porque nunca pasará de moda en los medios hablar de sexualidad desde una visión compleja: es decir, recurrente, multidisciplinar, subjetiva, singular y abierta a la incertidumbre de circunstancias y tiempo.
Para empezar, hoy presentamos el primer concurso polémico del año, al que dedicaremos el mes de febrero: ¿Qué consideras un amor «raro»? Compártenos tus ejemplos y los daremos a conocer también a través de la radio.
Para el mes de marzo, el centro de los debates será un asunto pendiente desde la pasada novela cubana: ¿Cuáles son los límites entre sexo pasional y violación? ¿Quién los decide? Se vale compartir criterios, memes, artículos y cuanto respalde tu manera particular de ver ese desencuentro.
]]>
Nelson Mandela, activista anti apartheid y expresidente de Sudáfrica
Sexo sentido inicia el 2024 con un balance de temas y propósitos para este nuevo calendario, ajustado a los tiempos y maneras de comunicar con cada generación
En esta ocasión te contamos los planes que tenemos para la columna Pregunte sin pena (PSP), la primera en surgir dentro de la página, a raíz de las numerosas inquietudes personales que llegaron a la Redacción cuando la periodista Aracelys Bedevia comenzó a develar las interioridades científicas, culturales y sociales de estos temas, por entonces mucho más cargados de tabúes y misterios.
Los mensajes llegaban sobre todo mediante cartas de papel, en muchos casos sin remitente reconocido, y la única posibilidad de respuesta era a través de la columna impresa, que entonces salía los sábados en la página 5 o la 8, según las prioridades editoriales del día.
Ni soñar en 2001 que las personas pudieran acceder desde su teléfono a una infinidad de sitios digitales más o menos profesionales para consultar en pocos segundos temas de su interés sobre salud o problemas de su intimidad, con la posibilidad además de comparar entre varias respuestas y elegir la que más se acercara a su filosofía de vida. De ahí la avidez por «la columna del condoncito en JR», como le llamaban muchos, sobre todo adolescentes y jóvenes.
Aunque para las nuevas generaciones suene rarísimo, ni siquiera teníamos entonces un sitio propio en internet, sueño que se concretó en 2006, y desde entonces la interacción con el público creció mucho más, sobre todo por vía electrónica y en comentarios dejados al pie de cada publicación.
¿Qué podría lograr alguien con una consulta impersonal y sin retroalimentación, en apenas 30 o 35 líneas, máximo espacio que permite el marco del emblemático condón sonriente? Pues mucho, les podemos asegurar, y no solo quién está detrás de la pregunta, sino cientos o miles más, en similar situación.
Al decir de la máster Mariela Rodríguez, titular del PSP desde que la columna se formalizó en 2001, la principal virtud de este rinconcito es naturalizar la duda, cualquiera que sea, y hacerle ver a quien pregunta que su inquietud es legítima y hay personas estudiando esas circunstancias para darles la mejor respuesta desde la evidencia científica, o que la misma situación la comparten muchas otras personas a lo largo del archipiélago cubano, e incluso fuera de él.
El siguiente mérito es que la especialista no da recetas, sino pautas para empezar a cuestionar, desde la aceptación de nuestras subjetividades, qué harías tú si te vieras en ese caso, a quién acudirías, y si le darías la misma importancia que quien confió en nosotras al enviar la pregunta.
Y eso nos lleva a un tercer logro: distinguir entre asuntos íntimos que solo llevan un poco de reflexión, privada o con la pareja, y otros que necesitan la escucha de un tercero, a veces para una mediación, otras para sugerir un tratamiento terapéutico y en no pocos casos para el acompañamiento legal de quien debe salir del rol de víctima y actuar en su propio beneficio inmediato.
Por cierto, vale decir por enésima vez que todas las columnas publicadas hasta esta fecha surgieron del público, por una vía u otra, y si muchos temas se volvieron recurrentes, fue porque cada generación que pregunta se ve atrapada en los mismos estereotipos que sus antecesores, aunque la tecnología cambie y la desfachatez parezca ganar terreno en esto de hablar más de sexo, muchas veces para ocultar lo que realmente siente o piensa quien se refiere a él.
Además de las más de mil respuestas compartidas de manera pública (unas 50 por año), en estos casi cinco lustros hemos derivado centenares de casos hacia especialistas de la sexología, la sicología, la urología y otras ramas de los servicios médicos o legales, y decenas de personas escribieron más de una vez para consultar sobre problemas propios o de amistades y familiares, porque vieron en este espacio un faro para trabajar en sí mismos.
A finales de la primera década e inicios de la segunda, en la Redacción recibíamos más de 600 cartas o mensajes digitales por año, y nuestra angustia era no llegar a personalizar todas las respuestas porque la vida no daba para tanto, en términos prácticos.
La mayoría de los temas fueron canalizados a través de los artículos principales de Sexo sentido, más amplios y con posibilidad de contrastar fuentes y posturas, o mediante materiales digitales que circulábamos por el correo digital, y no conformes con eso la labor de consejería desbordó el espacio de la columna y se multiplicó a través de la radio y la televisión, el teléfono, los talleres presenciales, las peñas y piyamadas, el blog de Cubahora y cuanta oportunidad encontramos en otros medios de prensa o de activismo social.
Pero los tiempos cambian, y aunque las direcciones del correo postal y digital son las mismas, ya esas vías quedaron obsoletas para iniciar el diálogo, pues mucha gente migró hacia las redes sociales como mecanismo de mayor inmediatez en su demanda de información, orientación y atención clínica sobre sexualidad.
Además, las preguntas son más complejas y el público habla menos desde la ignorancia y más desde la contrastación de criterios a partir de lo que leen o escuchan en otros confines, y de la propia educación sexual, que rinde frutos.
¿Significa eso que el Pregunte sin pena dejó de cumplir su objetivo mediático y social? No exactamente… Y aunque nos hemos encariñado con la imagen icónica del condoncito, es tiempo de variar diseños y actualizar propuestas, para seguir ofreciéndoles lo que el público espera de este espacio, donde el diálogo es sentido y la evolución, una práctica… Ya les contaremos sobre las novedades en la próxima semana.
]]>
La infidelidad es un mal de familia, dice él, y como no quiere ser ni víctima ni victimario, ha elegido por norma no intimar con ninguna muchacha, más allá del ocasional encuentro erótico de una vez y «si te he visto ni me acuerdo».
Pero ya pasa las tres décadas de vida y le gustaría tener hijos, además de una compañera con quien disfrutar ilusiones y proyectos. Quiere lo bueno de la estabilidad conyugal sin correr riesgos, dice, y está consciente de lo irracional de ese deseo, pero es como una obsesión para él: «Ando a la búsqueda de un tesoro cuyo mapa me avise dónde pudiera estar lo que más temo».
Si interpretamos bien su metafórico pedido, este joven granmense quiere saber los marcadores más probables de traición para evitarlos a toda costa, en el caso de que encuentre una persona con la que compartir su existencia.
Nuestra primera observación para él es que tendría más sentido poner su energía en las razones por las que se uniría a alguien (amor, gusto, interés, buena compañía…), pero ya que le asusta tanto la infidelidad, aquí le van las causas más comunes en relaciones más o menos estándares, si es que eso existe en el gran mosaico de la sexualidad humana.
Aunque la sicología moderna suele apoyarse en las estadísticas para predecir conductas y diseñar terapias, sus acciones parten del principio de que cada persona, pareja y familia son mundos dinámicos muy diferentes.
Por eso es imposible achacar la infidelidad a un único detonante y se habla más bien de vertientes, asociadas a emociones que en unas personas llevan a ese desenlace y en otras no: depende de la madurez y motivación de quien las atraviesa. Esas serían las pistas a evitar en el mapa de nuestro lector.
Tomemos como primera causa la ira en todas sus variantes: enojo, despecho, rabia, frustración… y su consabido remedo de antídoto, que es la venganza. Si tu pareja te hirió con una traición previa, o con maltratos de cualquier naturaleza, es más fácil que te prestes para una conducta dañina a sus valores, e incluso planees una confesión para humillarle.
Esa ira puede ser sorpresiva o estar precedida por otra causa: la sensación de negligencia. Si tu pareja te ignora, no te incluye en su cotidianidad, no toma en cuenta tus criterios o minimiza tus logros, tu autoestima puede verse afectada y es más probable que reacciones favorablemente a los requiebros de un tercero que basa su estrategia de conquista en levantarte el ánimo y llenar tu vacío emocional.
Esto nos lleva a las siguientes dos causas, falta de amor y falta de compromiso. La ecuación es simple: si no ves que te aman como esperabas, o si cualquier otra cosa tiene más prioridad que tú (trabajo, hobby, mascota, amistades…), la voluntad de ser siempre fiel se erosiona. ¿Cómo mantener tu lealtad a quien no ofrece lo mismo? Esa es una relación con fecha temprana de caducidad.
Igual puede pasar que ambos no estén en la misma página y en ese caso deberían revisar su libro de vida juntos. ¿Tienen claras las reglas y límites desde el principio? ¿Su relación tiene nombre (noviazgo, matrimonio, aminovios…) o es algo indefinible que solo uno de los dos valora? ¿La exclusividad sexual quedó pactada desde el principio o se dio por hecho?
De todas formas, hay otras causas que no están en el terreno del otro, sino de quien comete la falta, como un deseo sexual que no se agota en la relación, por cantidad o por variedad, e incluso porque los tabúes impiden satisfacer con la pareja fantasías que se consideran inapropiadas (las parafilias). En estos casos la persona no siente que traiciona, solo «complementa» su vida sexual, sin restar amor o devoción a su familia.
Están también los factores situacionales, como la embriaguez, un viaje a un sitio inspirador, un gran susto o el estrés de la vida cotidiana (sobre todo si es monótona). En estos casos el deseo nace de la adrenalina, más que de la empatía, y es una infidelidad «a medias» para quien la comete, porque no hay sentimientos que enganchen y prolonguen la traición.
De igual modo, hay quien usa las aventuras para nutrir su ego, para sentir que alguien más le desea, para aprender nuevas técnicas y sorprender en casa… Aunque a veces se arrepientan de esos devaneos, no los evitan, y mientras no se enganchen con nadie, pasan a la siguiente infidelidad, física o de coqueteo virtual, como si se tratara de un deporte.
Las estadísticas dicen que una de cada cuatro parejas ha pasado por un triángulo erótico o amoroso, y menos de la mitad de esas situaciones salen a la luz, así que preocuparse por el mapa minado es como apostar al galgo perdedor.
Las mujeres suelen perdonar con más frecuencia, pero también lo hacen muchos hombres, siempre que el hecho no sea muy notorio entre sus amistades o colegas, y obtengan ciertas garantías de no repetición.
En estos tiempos de redes digitales, es más abundante el engaño virtual que el físico, con el agregado de que se pueden tener a la vez más «amantes», y es más fácil llevar varios amoríos en paralelo desde avatares diferentes.
Un dato curioso: algunos sitios para citas discretas tienen algoritmos que conectan a los usuarios según sus perfiles y aspiraciones, pero conservando su anonimato. Es un mecanismo que invita a la infidelidad y destruye relaciones, dicen voces conservadoras, pero se han dado casos, y no pocos, en que los conectados en la red deciden dar un paso más y conocerse en persona, alentados por el nivel de afinidad lograda, y al llegar a la cita comprueban… eso mismo: que estaban «traicionando» con su propia pareja.
]]>
José Ángel Buesa, poeta.
En este tercer y último artículo de la serie sobre el debut de la vida sexual activa, queremos compartirte algunos consejos útiles para hacer de ese un lindo momento. Son pautas que puedes analizar antes, a solas o con la pareja potencial, y luego dejar que fluyan, para no racionalizar mucho tus acciones en ese instante mágico.
Justo ese es el primer consejo: sigue tu instinto, ve a tu ritmo y olvídate de todas las escenas de sexo que hayas visto, románticas o de porno, porque tu entrega será única y no necesitas copiar nada. El sexo es la energía creativa del ser y no tiene sentido ponerle bridas o disfraces en la primera vez que la uses a dúo.
El ritual de tu práctica, desde las caricias hasta la consumación del coito, debe nacer de adentro: una cadencia natural a partir de la escucha atenta a los cuerpos y el respeto a límites culturales que puedan volverse incómodos.
Por cierto, por muy experimentada que sea tu pareja, también eres una «primera vez» en su vida, y es importante valorar ese redescubrimiento mutuo y propio, esa combinación de dos esencias que comienzan a dialogar para aprender a potenciarse en futuras entregas, porque de una sola vez es muy difícil darlo todo y que valga la pena.
Durante el primer acto sexual es importante hablar, así que procura hacerlo en un espacio donde no tengas que esconder tu voz de oídos ajenos. Usa palabras simples, ni muy técnicas ni muy groseras, porque si activas tu hemisferio racional desvías la atención del sentir y enturbias las emociones.
Igual de importante es mirarse: el lenguaje más universal para intercambiar información, estados de ánimo, deseos, intenciones y sugerencias de manera instantánea. Por eso no es recomendable que el estreno transcurra en oscuridad total. Tampoco es buena idea usar demasiada luz, porque esa cruda exposición puede generar vergüenza en algunas personas, y además las bombillas intensas molestan en los ojos y provocan gestos de disgusto que la compañía puede malinterpretar.
Las personas ciegas tienen desarrolladas capacidades para «ver» desde otros sentidos con las áreas del cerebro destinadas a procesar la visión. Esa sinestesia podemos desarrollarla los demás y es una experiencia intensa y fabulosa, pero rara vez se da desde el primer intercambio con otro cuerpo. Proponte entrenar esas destrezas, pero después.
Un elemento importante en el debut es bajar un poco la guardia de los estereotipos en cuanto a perfecciones en el cuerpo o las posturas. Deja que los movimientos fluyan en sintonía con la respiración y evita rigidez o ahogo innecesario; así hay menos posibilidades de que duela la penetración, sea digital, con un objeto o con el pene.
Cuando tu mente se relaja, tu cuerpo se suelta y danza con las situaciones como vienen. Si te mantienes hipervigilante, esperando todo el tiempo que pasen cosas desagradables que alguien te contó, o las exageradas muestras de placer de las escenas XXX, tu músculo pubo-coccígeo, el que rodea el ano y los genitales, no logrará distenderse para permitir el coito, y como esa zona tiene tantas terminaciones nerviosas, si se tensa cualquier toque resulta desagradable. Prueba a colar un lápiz en tu puño apretado y entenderás de qué hablamos.
En cambio, si pones de tu parte y usas lo aprendido con los ejercicios de Kegel (una de las bandhas del yoga), la experiencia puede ser superior para ambos, les llegue o no el mítico orgasmo novelero de ese primer encuentro corporal.
Fíjate que hay un elemento curioso: muchos varones descubren con el tiempo que en sus primeras veces la eyaculación no solo fue más rápida, sino que resultó «insípida», comparada con los orgasmos posteriores, cuando aprendieron a controlar el susto, el deseo y los músculos de su suelo pélvico.
En cuanto al uso de lubricante extra para evitar una fricción incómoda, esa pudiera ser buena idea si es un producto a base de agua, no de aceites, y sobre todo para la penetración anal. Para el primer coito vaginal recomendamos no forzar nada: si la vagina no lubrica por sí misma y no sientes latidos en la zona (señal de mayor flujo sanguíneo hacia el tejido de la vulva para abrirla y facilitar la penetración), tal vez no estás lista aún para dar ese paso.
Toca evaluar entonces qué es mejor: ampliar los juegos previos, digitales y orales, hasta el punto de un orgasmo que genere más excitación, relajación mental y fluidos… o suspenderlo todo y esperar a que se conozcan y deseen mejor.
En ningún caso tiene sentido hacerlo mal y con prisa para «salir de eso» de una vez, mucho menos por miedo al qué pensarán, ni por complacer a la pareja porque ya se calentó y no quiere dar marcha atrás.
En tus manos está que esa primera vez sea agradable, no violenta, y sí es un tema que importe, porque muchas disfunciones del erotismo se fraguan en ese instante, y lo que pudo ser un bonito recuerdo termina en pesadilla humillante cuando no sabes convertir un sí en no.
]]>]]>
/ La segunda, sí.
Federico García Lorca
Desde la semana anterior hablamos sobre la primera vez en la actividad sexual de las muchachas, aunque su trasfondo ético y sicológico funciona igual para los varones.
Dicen que la práctica es el mejor criterio de la verdad, pero en estos asuntos de la sexualidad consumada no viene mal un poco de teoría antes de dar el primer paso, porque hay minutos de ignorancia que cuestan años de consecuencias, y a veces son para toda la vida.
Nos referimos, por supuesto, a las infecciones de transmisión sexual (ITS), provocadas por microrganismos a los que es mejor conocer en una lámina que en tu propio cuerpo, y para ello necesitas aprender a identificar sus síntomas en una pareja potencial y, sobre todo, asumir lo que las abuelas llaman «curarse en lo sano»: protección de barrera desde el primer minuto de la relación, para cualquier práctica que implique intercambio de fluidos, sea oral, vaginal o anal.
No le hagas caso al mito de que las parejas novatas no pueden contagiarse nada. En la actualidad, muchos adolescentes de ambos sexos tienen prácticas eróticas variadas sin llegar a la penetración, y en esos escarceos pueden adquirir una ITS sin notar síntomas y transmitirla en la siguiente relación.
Pero saber de ITS no es lo único importante. También lo es dominar el ciclo ovulatorio mucho antes de empezar a tener penetraciones, e incluso si solo practican el petting o juego sexual sin coito.
Un mito dice que las chicas con ciclos menstruales irregulares tienen útero inmaduro y no se embarazan, y otro que los adolescentes varones aún no tienen suficiente esperma, pero ambos son peligrosamente falsos.
Para las púberes, una tarea esencial desde que tienen la menarquia es observar los cambios del flujo vaginal a lo largo del mes y anotar en un almanaque las fechas de inicio y fin de la menstruación, así como los días de mayor moco cervical (los más fértiles) y los demás cambios que percibas en tu cuerpo o tu estado emocional.
Conocer todas las respuestas de tu cuerpo (como inflamación pélvica, dolor en los senos, irritación, depresión o malestar general) te permitirá predecir tu ciclo con bastante exactitud, y te evitará correr el riesgo de un embarazo no deseado.
¿Que te parece pronto para hablar de embarazo…? Pues no: el 25 por ciento de las mujeres puede ser fecundada desde el primer intento. Eso significa que una de cada cuatro chicas si inician sus prácticas en la fecha de ovulación o cercana, juegan con altas probabilidades de embarazarse, y sí pasa con frecuencia porque es justo la etapa en que las hormonas se alborotan, el deseo se exacerba y ellas producen más feromonas para «enloquecer» a posibles fecundadores.
Estas son trampas de la naturaleza en su afán de reproducir la especie, ciertamente, pero si ya lo sabes, no tiene sentido tentar al azar. Ni hace falta: si llevas tu calendario y tu diario íntimo, es fácil saber cuáles serán los días de mayor peligro y no exponerte a un contacto desprotegido, planificado o casual.
De hecho, lo mejor en los días fértiles es pasar totalmente del coito y de los juegos que impliquen una eyaculación cerca de la entrada de la vagina, como ano, ingle o muslos, porque Natura ha tenido millones de años para garantizar su propósito, y los espermatozoides son las únicas células con movimiento propio y una alta motivación para llegar a la meta.
De igual modo, conocer el ciclo permite establecer con bastante seguridad la fecha de la próxima regla, y si esperas una primera vez llena de fantasías y sin nervios, no tiene gracia hacerla coincidir con un período incómodo por el sangramiento, los dolores, los olores y la estética de los medios sanitarios o la ropa que empleas en esos días.
La próxima semana hablaremos del placer, para romper el mito de una primera vez siempre dolorosa, vergonzosa y nada disfrutable. Se puede llegar a ese momento con conocimiento de causa en cuanto a puntos erógenos, orgasmos y técnicas para relajarse y hacer que el día cuente de verdad.
Lo otro es «salir de eso», como han dicho algunas chicas a Sexo sentido… algo que nos entristece, por ellas, por sus parejas o por todas las personas a su alcance que no pudieron transmitirle una mejor noción de lo que significa esa primera vez.
Una muchacha espirituana nos pide compartir la letra de la canción La primera vez, de Buena Fe. Ella cuenta que su novio se la regaló como invitación romántica, y sumó la promesa de preparar a conciencia el momento para que nada le molestase o intimidara. Y lo cumplió.
Han pasado ocho años, y el recuerdo aún conserva su hechizo, dice ella. Aunque la relación terminó varios meses después, le dejó la varilla bien alta, y luego no aceptó nada en su vida que no tuviera ese encanto, en la primera y en las siguientes veces.
El secreto de ese sexo exitoso, cuenta la joven, es que el novio cuidó de todos los sentidos: el olor a limpio y a flores, un vino adecuado al paladar, luz suficiente para darle seguridad, suavidad en las caricias y una selección musical que calmara sus temores y pusiera un ritmo adecuado a sus movimientos.
El susto, los miedos o intrigas/ y ríos de adrenalina./ Fronteras, con verdades y mentiras,/ pero mil veces aprendidas./Prejuicios, alertas, prudencias,/ avisos de consecuencias/ por letrados o los dichos del abuelo/ no probados por la ciencia.
La primera vez ya no hay burbuja/ sino un deseo que te empuja/ y una magia corre las cortinas/ para que salga o entre vida./ Y siempre habrá más que la primera vez,/ pero nada como aquel hechizo/ de probar tus pies más allá de los permisos.
Las dudas, certezas, razones,/ todas las indecisiones/ y azares que se sirven en bandeja/ los que tomas los que dejas/ secretos, anuncios, vivencias/ y hasta la más intrincada huella,/ archivos al que solo amigos/ le sabrán la contraseña.
]]>
Nerea Delgado
Hacerlo o no hacerlo… esa ya no es la cuestión. Para las nuevas generaciones no hay frenos tan elevados como esperar al matrimonio o a la mayoría de edad, ni siquiera el permiso paterno o el enamoramiento se consideran imprescindibles.
De pronto, sumar el sexo a sus actividades cotidianas es como dejar de usar muñecas o afeitarse: un paso más de crecimiento y desmarque de la niñez. Una «aventura» para probar límites o tener tema de conversación en las redes sociales.
Rara vez se detienen a pensar que, si una relación empieza por el final, no les da tiempo a descubrir la emoción real de compartir fluidos con otro ser o ir más allá de acoplar un cuerpo al suyo. Tampoco llegan a aprender nada de sí o de los demás, y mucho menos de la magia del erotismo, inspiradora de todas las artes y motivo incluso de demasiadas guerras.
«¿El sexo es solo descarga? ¿No hay más? Mis amigas hablan de posturas y cosquillas, o de dónde lo hicieron y la ropa que usaron para tirarla. No hay suspiros ni más emociones que el miedo, antes y después», cuenta una lectora de 16 años, estudiante de Informática y fiel seguidora de nuestro sitio web, por tradición heredada de su abuela y su padre, que coleccionaban las páginas cada sábado y hoy las buscan los miércoles en la versión digital.
Según sus coetáneas, esta chica es una «quedada» porque no eligió a cualquiera de los candidatos a desflorarla en vulgar ceremonia asociada al umbral de los 15 años. «Mis padres son jóvenes y creen en el amor, o al menos en una atracción auténtica antes de hacer algo así, y yo creo en ellos, así que no quise contrariarlos solo por complacer a mis amiguitas… además, muchas historias de la primera vez no me inspiran a hacer algo tan estúpido como “salir de eso”.
«Tampoco me interesa fumar o probar el alcohol, ni hacerme un tatuaje por rebeldía o usar un piercing que me deforme la lengua… Todas han pasado un montón de sustos y disgustos con eso, ¡y yo soy la rara!», escribió en nuestro chat hace pocos días.
Ella no pide un consejo personal, sino una reflexión para compartir en el aula: un pretexto para llevar el tema y ayudar a las demás que tampoco están interesadas en «el salto», pero soportan mal la presión cultural del grupo.
Una vez más, Sexo sentido se enorgullece de esa complicidad, un privilegio mediático para ayudar a pensarnos como seres sexuados y deconstruir barreras en el camino hacia la felicidad, la autonomía y el placer, sin saltar etapas.
Lo primero sería recordar que no vivimos en época de hetairas y geishas, y la virginidad no es joya para vender al mejor postor o cazar fortunas, pero tampoco un sobrante anatómico, un estorbo del que te debas deshacer a prisa para «crecer».
Una ventaja de las adolescentes del siglo XXI es que esa «pieza» dejó de definir nuestra moral y valor de uso como mujeres en la casa o la calle. Pero no es delito conservarla hasta tanto te sientas lista para comenzar. Si le das más valor a no tener himen que a la persona con la que darás el paso, o lo que puedes aprender de ti en ese momento, es que entendiste todo mal respecto a esa conquista femenina.
Mientras no quieras empezar tu vida sexual activa, no lo hagas. No importa la edad que tengas. Y olvídate del asunto de la «prueba de amor», porque tener sexo sin desearlo para satisfacer la duda o el ego ajeno es un rezago cultural y una prueba de inmadurez, no de unión consolidada. Así sí duele y avergüenza, porque estás yendo contra tu natural intuición.
Si ya lo hiciste, bajo presión o por deseo propio, no significa que lo hagas de nuevo con la misma persona o en las siguientes relaciones si no te motiva hacerlo. Cada inicio es una primera vez, y tú eliges cuando estás lista para dar el siguiente paso.
No hay señales, augurios o preceptos ajenos que digan cuándo hacerlo y cuándo no: tienes que escuchar a tu propio cuerpo y tus sentimientos como un todo. El sexo es para todos, pero no es un proceso estándar, y por tanto no necesita semáforos para regular lo que te toca hacer de manera individual.
No pocas veces las mismas chicas que te impulsan a actuar de manera precipitada guardan una historia mediocre de su primera experiencia, y solo están buscando una prueba de que la fantasía existe: una validación ajena de ese cuento de hadas que no les funcionó.
O, en el peor de los casos, ya le perdieron interés al placer físico como una conquista propia y comenzaron a verlo como camino empedrado para lograr otras metas sociales. En casos así, la vida se encarga más adelante de probarles su error y dar nuevas oportunidades para experimentar el susto delicioso de enamorarse y compenetrarse con otro ser al ritmo adecuado. Pero esa será su historia. La tuya puede ser, desde el principio, más agradable y muy diferente.
]]>Jimmy Buffet.
La interrelación entre las enfermedades y la violencia de género al interior de muchos hogares en Cuba es un fenómeno complejo, más de lo que una mirada simplista puede ofrecer, asegura el Doctor en Ciencias Médicas Carlos G. Gutiérrez.
En un artículo redactado para el servicio de noticias latinoamericanas SEMlac, el también investigador titular e integrante de la Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el Estudio de la Sexualidad (Socumes), apela al cuidado de aquellas mujeres con alguna enfermedad física o sicológica de base que además son maltratadas por sus parejas u otros familiares por falta de paciencia para la queja frecuente y las limitaciones lógicas que impone su proceso patológico.
El profesor consultante de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana añade que estas serían, apenas, las causas y consecuencias más visibles; pero el problema tiene también matices culturales y sociales importantes, que los servicios de salud para estas personas no pueden soslayar.
El experto analiza esta violencia basada en el género desde sus distintas manifestaciones: física, sicológica, sexual, económica, patrimonial, simbólica… e incluye también el bullying escolar, el mobbing o acoso laboral y la ciberviolencia.
Ciertamente, todo ser humano —y desde una mirada más amplia, todo ser vivo y hasta el medio ambiente— puede ser víctima de una o varias de esas expresiones de agresión, pero las mujeres son quienes con mayor frecuencia y agudeza la sufren, por el solo hecho de pertenecer a la mitad de la población culturalmente menospreciada por el patriarcado imperante.
Como esta violencia entroniza en múltiples espacios biosicosociales, su atención merece un enfoque holístico para entender las múltiples interrelaciones entre sus componentes y formas de manifestarse, propone el experto cubano.
O sea: es necesario ver más allá del maltrato de un hombre abusador, desconsiderado con esa mujer vulnerable por razones de salud, para leer en su conducta el mandato patriarcal tradicional que le impuso desde niño la sociedad, y aprender a verlo también como víctima de un sistema de creencias que lo marcará negativamente durante toda la vida, afectará a la familia que esté creando y, en general, a su entorno.
De acuerdo con la experiencia profesional e investigativa del Doctor Gutiérrez, las inequidades sociales, heterogéneas y múltiples contribuyen a la violencia de género, sufrida en una intensidad proporcional a su grado de vulnerabilidad.
Por ejemplo, quienes padecen una enfermedad crónica están más expuestas a muchos tipos de agresión doméstica, y todas las mujeres suelen ser vulneradas en su autoestima en la mediana edad, a tenor de síntomas climatéricos que se intensifican o aparecen, agrandados por el estigma cultural de verlas como mujeres «descontinuadas» a partir de la menopausia.
Un tema angular es el de las enfermedades cardiovasculares, primera causa de mortalidad en el mundo. Si hasta hace poco eran más frecuentes en los hombres, en el último lustro esa brecha se redujo y comienza a liderar la morbimortalidad en las mujeres, junto a las temidas enfermedades oncológicas. En ambos casos la sexualidad se ve muy afectada en su expresión más amplia: desde la autoimagen hasta las prácticas eróticas y las habilidades para convivir en igualdad de condiciones con una pareja, hijos u otra estructura familiar.
En ese contexto, la situación se complejiza aún más cuando coinciden múltiples intersecciones en una mujer enferma, alerta el catedrático. Una mujer con un padecimiento habitual puede ser blanco de mayores agresiones a medida que envejece, o si tiene limitaciones económicas serias, si tiene varios hijos o nietos a su cargo, si pertenece a una minoría discriminada en su entorno social (es bisexual o lesbiana; de piel negra o mestiza; practica una religión mal comprendida, tiene una discapacidad sensorial o motora…).
En esas circunstancias, aparentemente ajenas a su patología, esa mujer sola o con un marido machista (o con un historial de inadaptaciones sociales, agresiones o alcoholismo) puede recibir el mejor tratamiento disponible, y aun así es difícil que mejore de ese malestar que cree que es su mayor problema.
Para acercarlo a nuestra realidad, el experto detalla el caso de una mujer que luchó durante toda la vida para sostener a los suyos: durante largos años mantuvo un empleo y a la par desempeñó múltiples tareas en el hogar, entre ellos cuidadora de sus hijos, sus enfermos y ancianos…
Muchas cubanas en esas circunstancias manifiestan una resiliencia admirable y mantienen entre otros atributos un nivel de estrógenos que las protegen desde el punto de vista cardiovascular y óseo. Pero cuando pueden comenzar a recibir la recompensa por tantos años de esfuerzo, llegan al climaterio, y finalmente a la menopausia y, entre las muchas pérdidas, disminuyen los estrógenos y se incrementa la frecuencia y gravedad de la hipertensión arterial y las enfermedades cardiovasculares.
«Si además su esposo la abandonó, la mujer se deprime, deja los tratamientos para la presión y esto condiciona también un declive cognitivo, con más riesgo de demencia, padecimiento con mayor prevalencia en las mujeres y quinta causa de muerte a nivel mundial», comenta el destacado investigador.
Gutiérrez concluye el análisis enfatizando en que estos aspectos permanecen ignorados u ocultos, no solo para los hombres, las familias, el personal sanitario y las personas en puestos decisores, sino también para las propias mujeres, principales víctimas de una violencia que puede ser sutil, pero igual de dañina, como cuando el esposo usa la «broma» de «cambiar una de 40 por dos de 20», o entre vecinas miden el éxito femenino por los gramos de bótox o silicona incorporados al organismo, a costa de la salud, para «no dejarse caer» ante la mirada ajena.
]]>También muchos siglos después de la partida física, hay sujetos que siguen siendo admirados o cuestionados en su modo de asumirse a través de anécdotas, leyendas, obras de arte y cualquier otro vehículo cultural, empleados para perpetuar tabúes o para barrer estigmas, siempre asociados a la identidad de género y los roles cumplidos en vida, más o menos en sintonía con el mandato de cada tiempo y lugar.
A partir de este mes les compartiremos algunas pinceladas de esas historias únicas, a veces increíbles, que por dos años hemos estado redescubriendo en el grupo de
WhatsApp de Senti2 cada noche de miércoles, en la sección del Personaje polémico. La de hoy tiene el mérito de romper una triple condición discriminatoria: edad, sexo y esclavitud.
Phillis Wheatley es conocida hoy como «la madre de la literatura afroamericana». Nació en 1753 en Senegal, África, pero a los siete años fue vendida a una familia en Boston como sirvienta y doncella personal, con tan buena suerte que percibieron su sensibilidad para las artes y le facilitaron estudios cristianos y apoyo social, al punto de llegar a ser la primera esclava en publicar un libro en Estados Unidos.
Su gran obra, Poems on Various Subjects Religious and Moral (Poemas sobre varios asuntos religiosos y morales) fue publicada en 1773, dos años antes de que comenzara la Guerra de Independencia. Eso la convirtió además en la segunda mujer en publicar un libro de poemas en el país, después de Anne Bradstreet, una inglesa de familia bien posicionada.
Su nombre, Phillis, proviene del barco que la trajo y Wheatley de la familia de comerciantes que la protegió. En su casa la educaron en el estudio de la Biblia, los clásicos griegos y latinos, literatura británica, astronomía y geografía. Pronto dominaría el inglés a la perfección y a los 14 años comenzó a escribir poesía, publicando su primer poema en 1767 bajo el título A la Universidad de Cambridge, en Nueva Inglaterra.
A medida que su obra crecía, debió enfrentarse a la incrédula sociedad esclavista, que dudaba de su capacidad por múltiples razones: origen, edad, sexo…, y a los 20 años tuvo que defender sus dotes ante la Corte de Boston, en lo que se considera el primer reconocimiento en la historia de Estados Unidos de la igualdad intelectual entre blancos y negros.
No obstante, no logró publicar en su país de acogida. En 1773, con el apoyo financiero de una condesa inglesa, viajó a Londres con el hijo de los Wheatley para
publicar su primer libro y codearse con la nata de la sociedad londinense, que le obsequió copias de libros prestigiosos, como Paraíso Perdido y el Quijote.
En pocos meses logró publicar otras obras y reunir dinero para regresar a América y comprar su libertad, para publicar sus obras en Estados Unidos, y hasta George Washington reconoció que admiraba su gran genio poético.
Su herencia africana y la religiosidad protestante le ganaron adeptos en ambos continentes, y tanto esclavizadores como abolicionistas emplearon sus poemas para dialogar con los esclavos.
A pesar de su talento, su vida no fue de rosas. En 1778, Wheatley se casó con John Peters, un negro libre de Boston, a quien parió tres hijos, pero ninguno sobrevivió. Cuando no logró publicar un segundo libro y quedó en la ruina, el marido la abandonó, y debió trabajar como sirvienta y lavandera en una pensión, mientras seguía escribiendo poesía.
Murió en diciembre de 1784, con 31 años, sin aquilatar totalmente el valor de su huella en la historia y la literatura de aquel país. Su talento fue bandera para quienes insistieron en abolir la esclavitud y romper las barreras de la desigualdad de raza y género a partir de la demostración de que los afrodescendientes, incluso las mujeres, eran tan seres humanos como los blancos, y podían ser capaces, talentosos e inteligentes.
*Promotor cultural de la plataforma Senti2
]]>El miedo es una emoción devastadora: el cuerpo sobrestima las señales que emite el cerebro, el sistema de alarma se agudiza, y si el estímulo dura más de unos minutos no lograrás distinguir entre realidad y fantasía. Comienzas a sudar de manera incontrolable, se seca la garganta, se nubla la vista, aumenta el flujo sanguíneo y por tanto el ritmo cardíaco se acelera.
En esas condiciones no puedes articular las palabras con facilidad, y tu juicio sobre los sucesos está alterado, por lo que puedes llegar a un estado de terror o pánico, y si el trauma se prolonga, genera en ti una fobia.
Hablar de miedo y relacionarlo con sexualidad es casi redundante. La sociedad moderna nos lleva a temer, en grado leve, moderado o agudo, por todo lo que nos constituye como seres sexuados: la imagen corporal, la identidad social, los afectos ajenos, los celos, el estigma de la soledad o el abandono, la capacidad reproductiva, el nido vacío, los ciclos naturales, el embarazo no deseado, el bullying… La lista es más larga, pero en todos hay mucho de violencia de género y familia en sus orígenes, incluso cuando aparece en otros contextos.
Como emoción primaria, necesaria para marcar límites y sobrevivir, el miedo nos sorprende a todos; no conoce de estatus social, raza, ni género, y afecta profundamente a quienes lo padecen, aunque muchas veces lo escondemos para evitar ser juzgados o víctimas de burlas que solo potencian esa terrible experiencia.
Para aprender a dominarlo y sacarle provecho, es importante comenzar desde la primera infancia a establecer círculos afectivos que proporcionen seguridad, amor y mecanismos para diferenciar lo incómodo de lo peligroso y aprender a salir de ambas situaciones.
La mayoría de las personas que quedan atrapadas en estas circunstancias fueron infantes expuestos a maltratos, humillaciones o privaciones de derechos, e incluso aislados de otros niños o adultos porque no eran tan especiales como sus padres querían.
Afortunadamente, es posible ayudar a las personas demasiado miedosas, en primer lugar, mostrándoles un conocimiento normalizador y liberador, porque cuando descubres que tu problema es también el de otros, sacas fuerzas para transformar tu realidad, tal como otros lograron hacerlo. Existen estrategias para conquistar el miedo, de las que podemos dar fe, porque nos ayudaron muchísimo para ser todos los días un poco más libres que el anterior.
Lo primero es aceptar que el miedo trae consigo una enseñanza para prepararte y movilizarte. Debes reconocerlo como una reacción normal que yace en nuestro interior y no es tan malo en sí, porque nos protege de forma consciente ante cualquier evento que detone esta reacción. Negar el miedo es una manera de enmascararlo y en vez de minimizarlo, se maximiza y cobra poder. Por tanto, reconócelo y no permitas que te paralice.
En segundo lugar, deja de querer ser perfecto. El fracaso es uno de los primeros pasos hacia el éxito, porque lo más importante es avanzar, con o sin errores. Muchas personas durante toda su vida han manejado el criterio de que las cosas se hacen bien, o no se hacen, pero esto suele ser una excusa para esconder el miedo a fallar, por lo que viven postergando y evadiendo cuantas posibilidades se les presentan en el camino, sin valorar que algunas no te llevan directamente a tu objetivo, pero al menos te sacan del lugar donde te estancaste.
Sal en busca de tu bienestar y protégelo. Piensa positivo. Creer en tu talento y creatividad potencia un buen resultado. En cambio, los pensamientos negativos apuestan por el peor de los escenarios.
Recuerda que todo en tu entorno está sustentado sobre la actitud mental que prevalece en ti. Si eres buen observador te habrás percatado de que muchas personas han llegado a la cima más por actitud que por aptitud.
Visualiza tu éxito. Tu siquis se alimenta de lo que proyecta tu mente consciente, por eso es indispensable conocer lo que te paraliza para tomar el control y cambiar tu pantalla mental. Vuélvete guionista, editor y director de la película de tu vida y hazte responsable de incluir lo que te favorezca y esfumar lo que no te conviene.
Un buen consejo: enfrenta tu miedo y convéncete de que no morirás en el intento. Lo que desvanece su poder ilusorio es la acción. Así, el cerebro se prepara para ir hacia adelante. Lo que te asusta no desaparece por sí solo, debes enfrentarlo para que pierda intensidad y compruebes que no era tan malo como parecía. Poco a poco ganarás confianza y lograrás todo lo que seas capaz de proponerte.
*Promotora del proyecto Senti2
]]>Silvio Rodríguez
«Entonces, ¿de qué hablamos hoy? Tú decides…». Escucho la frase en un ómnibus camino al Jardín Botánico y pienso que se trata de colegas coordinando una clase, o una presentación en un evento científico.
Volteo a ver, y para mi sorpresa es una pareja joven. Quien decide la conversación es él, así que hablan de fútbol (él habla, ella escucha), pero se aburre y saca el celular para poner chistes de mal gusto. Ella espera un rato e intenta volver a su objetivo: «Yo quería decirte…».
Una mirada basta para congelar las palabras. La escena dura cerca de un minuto, hasta que él, de soslayo, indica con mordacidad: «Cierra la boca que vas a tragar moscas», y ante la severa expresión de varias personas a su alrededor, le tira un brazo por los hombros y la aprieta, casi doblándola, e intenta justificarse, más por nosotros que por ella: «Mija, es que cuando tú hablas siempre es cada bobería…».
La libertad de expresión, a la cual se dedica un Día internacional cada 20 de septiembre, ha sido un tema muy manipulado a lo largo de los siglos por su valor para transformar el entorno, pero en esencia es un derecho individual, y requiere un ejercicio sistemático y con conocimiento de causa por parte de todas las personas desde que adquieren conciencia y aprenden a compartir con otros su mundo interior.
Definimos «expresarse» como poner fuera, dar forma a través del lenguaje verbal o extraverbal, de manera deliberada o automática, a tus deseos, razonamientos, necesidades, ilusiones, sentimientos, sensaciones, criterios, propuestas, paradigmas, quejas, límites, curiosidades… y un sinfín de cuestiones que nos humanizan y diferencian de otros seres en el planeta.
Es, entonces, un acto elemental de vida, y su inclusión en las leyes solo puede ser generalizado, porque atrapar la riqueza de su diversidad necesita un análisis más complejo, transdisciplinar, histórico… y poco útil si no lo llevamos a la práctica de manera cotidiana de forma saludable, sin culpas ni restricciones, excepto el hecho de saber que nuestra libertad de expresión no puede dañar la libertad de conciencia, creencia, identidad y prácticas vitales de los demás, o poner en peligro la vida de otras personas ni utilizar su intimidad como material de cotilleo y especulaciones.
Lograr ese equilibrio es un gran reto a nivel macrosocial, a nivel de las leyes, las comunidades y, sobre todo, de la familia y las parejas, donde (se supone) contamos con un espacio seguro para expresar quiénes somos a cada instante y hacia qué rumbo se encamina nuestra vida.
Ya lo sabemos: no siempre es así. Ejemplos como el del inicio de esta página los tenemos todos a la mano. Pero aún por común no es menos triste esa perpetuación de inequidades basadas en diferencias superficiales, como edad, sexo, raza, estatus social, identidad de género, gustos, creencias, talentos… sobre todo en generaciones con mayor acceso al conocimiento y la comunicación global.
La libertad de expresión tiene mucho que ver con la autoestima y el autorrespeto, y se educa desde la temprana infancia. Pero de igual modo se aprende a reprimirla ante el hostigamiento de quienes pretenden saber qué es lo mejor para ti, con un alto costo personal y social.
Cuando alguien dice a un niño que no llore ante una caída o una frustración típica de su edad solo porque es varón, está reprimiendo su derecho a expresarse de manera auténtica, y por ende limita su capacidad de identificar emociones y necesidades en los demás y actuar de forma empática según las circunstancias.
Cuando se hace burlas de una criatura que canta, baila, dibuja o se expresa a través de cualquier arte sin la pericia de un adulto, se reprime su creatividad y su don de apreciar la belleza, natural o antrópica, en toda su diversidad.
Hay muchos más ejemplos. En cualquier caso, esas personas luego se aferran a estándares externos, como la moda, y viven acomplejadas de sí mismas, al punto de torturar su cuerpo o negar sus instintos con tal de recibir elogios, porque las críticas, bien o malintencionadas, le devuelven al trauma de una infancia privada de mostrar su espiritualidad.
En materia de relaciones humanas, colectivas o íntimas, el antónimo de la libre expresión no es el silencio. Esa es solo una de sus dolorosas manifestaciones. Lo contrario a expresar es reprimir desde el pensamiento, condicionar la conducta, esclavizarse con el criterio ajeno como único patrón para conectar con la gente y evitar el bullying entre supuestos iguales.
En casos así, la persona puede parecer muy tranquila «normal», equilibrada, y su pareja creer que todo está bajo control. En la práctica, como decían las abuelas, «la procesión va por dentro», y tarde o temprano la verdad de ese ser buscará salida en aras del merecido disfrute de la vida.
]]>Anónimo
Al espacio de consejería de Senti2 a través de WhatsApp (52164148) llegan con frecuencia mensajes, tanto de jóvenes como de adultos, que se quejan de no tener una vida sexual activa y saludable, aun teniendo pareja, por motivos no siempre a la vista de quienes los padecen.
Esas causas pudiéramos resumirlas en cuatro grupos, con los que tal vez te identifiques en algún grado, lo cual es un primer paso para encontrar ayuda y mejorar la situación.
El primero tiene que ver con la cotidianidad. En ocasiones las discusiones constantes, las obligaciones familiares y hogareñas, los celos y la falta total o parcial de comunicación suelen llevar a un sexo de rutina, y de ahí al distanciamiento sexual. Luego da cierta pereza retomar la magia del encuentro y terminan siendo solo convivientes: hay amor, compromiso, cariño, pero nada de erotismo.
El segundo grupo responde al rechazo de la imagen propia y por ende a una baja autoestima, lo cual afecta directamente la forma en que somos capaces de percibirnos en referencia a un estereotipo o a los demás. No sentirnos deseables también baja el deseo y resta naturalidad al encuentro erótico, lo cual genera insatisfacción sexual y provoca conductas de evitación, cada vez más frecuentes.
El tercer grupo está relacionado con la falta de información, y es más común en las parejas adolescentes y jóvenes, pero no es exclusivo de ellas. Todo el que no ha tenido una buena educación sexual, no aprendió a conocer y respetar su cuerpo o no desarrolló la capacidad espiritual para potenciar el goce físico, está muy lejos de la satisfacción plena, y la pura gimnasia sobre el colchón tarde o temprano le lleva al hastío, porque en su interior presiente que falta algo más.
El cuarto grupo es el que responde a trastornos de tipo orgánico o sicológico, y muchas veces se necesita apoyo profesional para identificarlos y tratarlos de manera adecuada.
Estos casos pueden deberse a una enfermedad de base que dificulta la excitación o el desempeño, a un tratamiento médico que interrumpe la química habitual del organismo y su sana disposición para lo erótico, o a situaciones que trastornaron su mundo emocional y le empujan hacia un estado depresivo, en el que la falta involuntaria de interés por el sexo puede ser un síntoma revelador.
Cuando conoces las causas de tu desgano sistemático puedes dialogar sobre ellas y encontrar motivaciones y ejercicios que den paso a nuevos hábitos, en los que el placer sexual tenga el lugar merecido.
Habla con tu pareja, busca ayuda profesional o explora las diversas técnicas que restauran el equilibrio en tu vida y te llevan de forma natural a la plenitud como ser sexuado, en cualquiera de las variantes que te haga feliz.
Acá te compartimos algunos consejos:
Valerie Tasso, sexóloga francoespañola.
«Gracias a la página publicada este 8 de agosto (Orgasmo, la octava maravilla), ya sé por qué no llego al clímax, a pesar del esfuerzo de mi pareja para ayudarme a lograrlo. Pero aún no entiendo para qué me hace falta, por qué insiste, si está todo bien en el plano del cariño y de la convivencia», escribió una lectora hace dos semanas.
Lo que faltó en aquella infografía lo compartimos ahora, y tiene que ver con la importancia de una vida saludable, plena y placentera, también en la dimensión erótica, pues somos seres sexuados y nuestra salud mental está directamente relacionada con la salud sexual.
El goce físico y el placer emocional asociado a esa satisfacción son pilares fundamentales para establecer una equidad entre la mente y el cuerpo, cuya influencia mutua está bien demostrada por la ciencia.
Un orgasmo desata sensaciones y emociones, un turbión de hormonas y recuerdos que transforman nuestras células, su principal productor y receptor. Por eso, una sexualidad plena y equilibrada en sus cuatro dimensiones (afecto, identidad, familia y erotismo), constituye un factor fundamental para el buen funcionamiento de nuestro organismo y sus sistemas, con la infinidad de beneficios que les proporciona.
Desde el intercambio de miradas y caricias eróticamente intencionadas, en nuestro cuerpo se disparan procesos encaminados a acercarnos al máximo placer, acompañado de un «reseteo» de nuestros sistemas más autónomos, como el respiratorio, el circulatorio, endocrino, metabólico…
Antes de llegar al pico orgásmico aumenta la concentración de sangre en la zona genital, lo cual provoca una turgencia y agradables latidos focalizados. Luego regresa al torrente sanguíneo, removiendo toxinas en su retroceso.
También en ese intervalo previo al clímax hay una tensión paulatina del sistema osteomuscular, muchas veces automática e inconsciente: una contracción beneficiosa por corto tiempo que luego conduce a una relajación más prolongada, desde el suelo pélvico hacia el resto de nuestros músculos, generando una sensación restaurativa similar a la provocada por un masaje o una sesión de yoga, meditación o ejercicios cardiorrespiratorios.
El orgasmo está catalogado como una de las mejores experiencias sensoriales del ser humano, pues además libera hormonas esenciales para el bienestar, como la dopamina, la oxitocina y la vasopresina, cuyo efecto es notablemente beneficioso para el estado de ánimo y la respuesta intelectual y emocional a los desafíos de la vida.
No solo captas mejor el problema y su contexto, sino que además logras darle el lugar justo en tu vida, sin melodramas ni fijaciones enfermizas.
Ese disparo feliz oxigena los millones de células que nos constituyen mediante la aceleración del ritmo cardiaco, la presión arterial y la frecuencia respiratoria.
Al favorecer el estado anímico, ayuda a evitar la depresión, tan común en nuestros días, pues las llamadas hormonas de la felicidad tienen un efecto sedante natural que favorece el descanso mediante un sueño reparador, eliminando así el insomnio.
Durante ese proceso hay un aumento del flujo sanguíneo y el oxígeno que llega al cerebro, manteniéndolo activo y saludable. Por esa razón, alivia los dolores menstruales, migrañas y cefaleas, ya que desconectan las terminaciones nerviosas por algunos segundos. Algunos estudios han demostrado que después de la estimulación del punto G pueden tolerar el dolor hasta un 110%.
En el instante de mayor placer, se liberan hormonas que favorecen la reducción de la ansiedad y tensión acumuladas, y por tanto baja el estrés. Esa liberación te permite ver la vida desde otra perspectiva más holística, integradora, con un marcado positivismo y optimismo en la toma de decisiones.
Como también favorece la circulación externa, contribuye a mejorar la calidad del pelo y la piel, que adquieren un brillo favorable, y a la medida que te ves mejor en el espejo se fortalece tu autoestima y confianza emocional, lo cual aumenta la calidad de vida a solas o en pareja.
Entonces, date permiso para ser feliz y disfrutar de una sexualidad sana y estable que tantos beneficios reporta para nuestra salud mental y reproductiva y recuerda: tener orgasmos es una buena solución a muchos problemas de salud, y la mejor manera de evitarlos.
]]>nunca un enemigo.
Irene Bedmar Martín, sicóloga y educadora sexual
Hablar de sexo seguro, responsable y protegido no es una redundancia, pues cada uno de esos adjetivos aporta un matiz diferente. Visto de conjunto, es la conducta que se asume antes y durante las relaciones sexuales para evitar un embarazo, una ITS, el VIH o la vulneración de tu intimidad.
Acá te compartimos algunos componentes para que puedas distinguirlos e integrarlos en tu vida cotidiana.
Sexo seguro:
Prácticas excitantes en las que no hay intercambio de fluidos peligrosos entre amantes.
Besos
Abrazos
Caricias
Masturbación con las manos o juguetes que no se intercambian
Narraciones y lecturas eróticas
Sexting en canales privados
Sexo protegido:
A las prácticas de sexo seguro se suman otras que incluyen penetración, pero emplean mecanismos de barrera garantizados por instituciones de salud para evitar el paso de microorganismos y el avance de los espermatozoides.
Sexo vaginal con condón masculino o femenino
Sexo anal con condón masculino
Felación (sexo oral a hombre) con condón masculino
Cunnilingus (sexo oral a mujer) con pañuelos de látex.
Sexo responsable:
Tomas el control de tus decisiones a partir del conocimiento de los riesgos para tu salud, posibles embarazos o vulneración de tu identidad y dignidad.
Uso de anticonceptivos adecuados a tu edad y circunstancias de salud para la planificación familiar.
Limitar las parejas activas y conocer, si es posible, su condición serológica.
Realizarse pruebas de VIH con sistematicidad y siempre al iniciar una relación.
Pedirle a tu pareja que se realice la prueba antes de tener relaciones sexuales, incluso si son protegidas.
Si la pareja es estable y dejarán de usar condón o buscarán un embarazo, mantener la exclusividad sexual.
Si eres hombre y decides no tener más descendencia, valora realizarte una vasectomía.
Verifica la identidad, edad y motivación de las personas con las que practicas sexo a través de internet.
No compartas fotos o videos íntimos en los que sea posible reconocer tu rostro u otra parte distintiva de tu cuerpo (lunares, cicatrices, tatuajes).
No dejes tus materiales de contenido erótico al alcance de extraños o de menores de la familia.
Al tener relaciones sexuales en casa, verifica que los menores no tendrán posibilidad de verte o escucharte.
Cuando tengas dudas sobre tu salud sexual o tus derechos, pide información o consejería con personal bien preparado.
Si buscas información sobre sexo en internet u otras fuentes, verifica que esté debidamente fundamentada.
]]>El amor es la respuesta, pero mientras lo esperas, el sexo te plantea unas cuantas preguntas.
Woody Allen, cineasta norteamericano
Asociamos sexualidad con erotismo, pero esa dimensión de nuestra vida tiene otras aristas, como los afectos, la familia y la identidad. ¿Cuánto sabes de estos temas? ¿Te basas en prejuicios o en pruebas científicas? Responde estas preguntas y evalúa tu nivel de conocimiento sobre el tema a partir de la escala al final.
Anota un punto si respondiste Sí en las preguntas 4,5,8,9,10,12,14,15,17,20,22,24
Anota un punto si respondiste No en las preguntas 1,2,3,6,7,11,13,16,18,19,21,23,25
Suma ambos resultados, y si obtuviste menos de 20 puntos, necesitas revisar cuánto crees saber de sexo y cuánto de lo que sabes está basado en estereotipos antiguos.
Felicítate por cada respuesta No sé, pues significa que estás consciente de lo que aún te falta por aprender sobre sexualidad y no tomas un camino al azar en este asunto, tan importante y a veces tan riesgoso.
]]>Mae WSest
Un orgasmo es el resultado de una intensa excitación sexual. En su transcurso se libera dopamina, la hormona del placer, entre otras endorfinas. Este proceso ayuda a aliviar el dolor, el estrés y mejora el sueño.
Según donde se originen los orgasmos, se clasifican en:
Un orgasmo dura entre ocho y 20 segundos. En ese tiempo intenta detectar:
Se habla de anorgasmia o preorgasmia cuando no se llega al clímax. Las causas pueden ser…
]]>