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El cerebro no siente dolor

El cerebro no tiene receptores del dolor, llamados nociceptores

Autor:

Juventud Rebelde

Según la Organización Mundial de la salud, el dolor de cabeza ha sido frecuentemente subestimado o escasamente tratado en todo el mundo.

El dolor, propiamente dicho, funciona como una señal de advertencia, nos avisa que estamos haciendo algo perjudicial y dañino, y espera una reacción para solucionar el problema.

En tal sentido, el dolor de cabeza no es distinto a los demás. Puede ser más o menos agudo, puede desaparecer con un analgésico u obligarnos a quedarnos a oscuras en la cama si se trata de una migraña, pero el mecanismo es igual.

Muy contrario a la creencia popular, si bien el cerebro es el órgano que produce el dolor, es incapaz de sentirlo.

¿Cómo sentimos dolor?

El cerebro juega un papel crucial en la sensación de dolor, ya que es el que lo produce y dentro de los mecanismos que hacen que este genere dicho dolor,  hay un protagonista clave: los nociceptores.

Estos constituyen terminaciones nerviosas que se encuentran en la piel, en las articulaciones y en algunos órganos internos.

Son los receptores del dolor y se encuentran en concentraciones diversas por todo el cuerpo. Su función consiste en detectar las variaciones físicas, químicas o térmicas que podrían destruir nuestros tejidos.

Los nociceptores tienen un cierto umbral de resistencia al dolor, pero cuando se los somete a estímulos lo suficientemente intensos, envían impulsos hacia la médula espinal y, de ahí, viajan al cerebro. Una vez allí, el cerebro analiza los datos que recibe y, mezclándolos con otros factores, dados por la experiencia y el aprendizaje, gestiona las señales para ordenar una respuesta o para ignorarlas.

Por lo tanto, el cerebro decide si produce dolor o no.

Sin embargo, el cerebro en sí no puede sentirlo porque, sencillamente, carece de estos receptores.

Cómo entender entonces el dolor de cabeza

La respuesta es que, aunque el cerebro no puede sentir dolor al no tener receptores, las estructuras de su alrededor sí pueden, tal como explica Janet Bultitude, profesora de psicología cognitiva y experimental de la Universidad de Bath, en un artículo para la revista científica The Conversation.

Se trata, por ejemplo, de las meninges, los tejidos nerviosos, los vasos sanguíneos y los músculos del cuello.

La presión o las alteraciones en estas estructuras activan los receptores del dolor, que mandan las señales al cerebro, el encargado de interpretar y experimentar todas nuestras sensaciones corporales.

Bultitude lo explica con dos ejemplos cotidianos.

El primero es el dolor de cabeza que algunas personas sienten tras haber comido helado o algo muy frío. En ese caso, el dolor puede deberse a la alteración del flujo sanguíneo de las venas que se encuentran entre la parte posterior de la garganta y el cerebro.

Respecto al dolor de cabeza que va asociado a la resaca, puede deberse a la deshidratación provocada por el consumo de alcohol, que irrita los vasos sanguíneos de la cabeza.

En resumen, aunque el cerebro no puede sentir dolor al no tener receptores, las estructuras que se localizan a su alrededor sí pueden.

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