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La guerra del teléfono

El teléfono ha sido de las más colosales herramientas creadas por el hombre, a tal punto que ambos, hombres y mujeres, pueden utilizarlo a la par 

Autor:

JAPE

Ciento cuarenta y cinco años no han sido suficientes para esclarecer una guerra que, por suerte, no ha producido muertes ni tragedias. Hablo de la invención del teléfono, patentado en 1876, casi al unísono, por Elusa Gray y Alexander Graham Bell.

También Arthur Conan Doyle, el célebre escritor, podría estar involucrado en esta situación, pues según asumen varios investigadores, las primeras palabras que se dijeron vía telefónica fueron: «Señor Watson, venga aquí. Quiero verle». Pero no, la llamada no estaba dirigida al doctor John Watson, el inseparable amigo del detective Sherlock Holmes, sino a Thomas Watson, el ayudante de Alexander Graham Bell, que se encontraba en la habitación contigua, al otro lado del auricular, digo, si ya se le podía llamar auricular, al naciente invento.

Más «novedosa» puede considerarse la que otros estudiosos asumen como primera cadena de palabras transmitidas vía telefónica: «El caballo no come ensalada de pepino», dichas por el alemán (en alemán, por supuesto) Johann Philipp Reis, quien fue el que realmente le dio nombre al invento. O sea, Philipp, no fue bueno ni muy claro en su frase primaria de comunicación, pero sí fue quien llamó teléfono a este aparato que en sus manos nunca llegó a perfeccionarse.

Desde aquella distante fecha de 1876, hasta hoy, han sido múltiples las reyertas planteadas, incluso antes cortes internacionales, en disputa de la paternidad del teléfono. En junio de 2002, un grupo liderado por el congresista italoamericano Vito Fossella, de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, aprobó la llamada Resolución 269 que reconoce a Antonio Meucci, florentino emigrado a Nueva York, como el legítimo creador del nombrado artefacto, ya que el susodicho inventor italiano presentó una advertencia de patente sobre un aparato llamado telettrofono, en 1871. El congresista Vito enuncia en su resolución: «Si Meucci hubiera podido pagar los diez dólares para mantener la advertencia después de 1874, no se habría concedido la patente a Bell». Una vez más queda demostrado que, lamentablemente, diez dólares, pueden marcar la diferencia.

Lo cierto es que cualquiera que haya sido el inventor, el teléfono ha sido de las más colosales herramientas creadas por el hombre, a tal punto que ambos, hombres y mujeres, pueden utilizarlo a la par. Dije a la par, en ningún momento insinué siquiera que a las mujeres no hay quien les despegue del teléfono. En esta citada guerra me inclino a pensar que al igual que en otros grandes inventos, todos pusieron algo de su talento para, poco a poco, llegar al móvil o celular, la más mínima expresión (en cuanto a tamaño), de ese gigantesco logro que hace posible las comunicaciones.

Ahora que ya sabe parte de la controversial historia del teléfono, pido a usted que le dé uso apropiado y no se sume a aquellos que, sin recato ni pudor ni respeto, lo utilizan para decir o escribir las más insospechadas vulgaridades. No eche más leña al fuego de esta interminable y absurda guerra.

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