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Coincidentemente

«Como otros lectores, Ernesto Vega González se aferra a esta columna como a la última tablita de salvación de todos los naufragios que ha sufrido durante más de un año. Ya exhausto, en el clímax de la impotencia, él se pregunta qué le hizo al mundo cuando, ejerciendo sus derechos como cliente de la Empresa Eléctrica, solicitó un servicio que es un deber de esta entidad».

Así interpretaba este redactor, el pasado 13 de julio, la carta del citado remitente, quien llevaba más de un año esperando y sin respuesta alguna, porque le instalaran el servicio eléctrico de 220 voltios y el metro contador correspondiente en su vivienda de calle 8 número 3, reparto Municipal, en la ciudad de Santiago de Cuba. Y no era para menos.

La misiva de Vega era una relatoría de tropiezos y frustraciones, desde que en marzo de 2005 solicitó en la Sucursal de La Trocha de esa entidad, la citada instalación, para luego firmar el contrato con la Empresa Eléctrica el 30 de ese mes. Entonces le dijeron que debía demorar no más de 30 días —la norma— y que no había dificultad para su cumplimiento.

A los 45 días fue y entonces le dijeron que no tenían cable. Cuando retornó a las dos semanas, que no tenían metros contadores. Días después, que no había operario para hacer el trabajo. La siguiente reclamación, que no había carro...

Pasaron meses y meses sin respuesta: Vega insistiendo, pero nada. Ya en marzo de 2006, el afectado habló con el director de la Sucursal, y este le dijo que faltaba el carro, pero otra sucursal les prestaría uno para resolver el problema. Pero tampoco.

En mayo de nuevo: el director le dijo que no había transporte, pero en cuanto lo consiguieran se resolvería todo. En junio retornó y el director de la sucursal esgrimió entonces que tenía a los trabajadores en otras labores...

Vega fue entonces a la Empresa y allí le informaron que antes del primero de julio debían resolverse todos los casos pendientes. Tampoco. El 5 de julio volvió a la empresa en su último intento, y luego de mucho peloteo sin solución decidió escribirme, calificando aquello de «dilación, maltrato y peloteo».

Ahora responde el ingeniero Héctor Socarrás, director de la UEB Servicios Comerciales de la Empresa Eléctrica Provincial de Santiago de Cuba, quien acota que «después de evaluada la queja publicada, concluimos que, efectivamente, existió demora en dar respuesta a dicha solicitud. Y a pesar de que el caso del compañero Vega fue resuelto, coincidentemente, el día de la publicación en el periódico, la Empresa debe dejar resueltos todos los casos pendientes antes del 15 de septiembre, por cuanto las condiciones de transportación y recursos han mejorado».

Esa es la breve respuesta a una larga queja de un ciudadano que se desgastó por más de un año, promesa tras promesa incumplida. La misma historia narrada, y la percepción crítica que trasunta la misiva del cliente, merecían un análisis más exhaustivo en la respuesta, que no pasara por alto tantos cuestionamientos. El caso fue resuelto, «coincidentemente», el día de publicarse; pero no se debe desconocer en la explicación la dilatada espera de Vega.

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