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En guardia el corazón

Como nos ha enseñado la Revolución, hay que tener en guardia el visor de la sensibilidad para que no se nos escapen los vulnerables, los que más sufren y no tienen para dónde virarse. Hay que tener el corazón de José Isabel Boix Herrera, quien reside en Jagua Cuatro, La Jagua, Santa Cruz del Sur, en Camagüey, y mira a su alrededor todavía, con 86 años.

Cuenta Boix que en esa comunidad hay una familia compuesta por un matrimonio de ancianos enfermos: él está jubilado, pero ella no porque nunca pudo ganarse el sustento, ya que la hija de ambos nació con reuma y requirió de sus cuidados.

A consecuencia de la enfermedad, la hija ha sido intervenida quirúrgicamente en sus extremidades en nueve ocasiones. Y ya adulta, comenzó a padecer de la vista hasta que quedó ciega. Debido a tantos impedimentos, no pudo capacitarse en nada, por lo cual depende de sus padres económicamente.

El viejo, Mario Crespo Hernández, recibe 370 pesos de jubilación. Los tres requieren gastar mensualmente entre 60 y 70 pesos por sus respectivos medicamentos y, además, pagan 62 pesos al mes por el crédito de un refrigerador.

Refiere Boix que la hija recibía una prestación de Asistencia Social y le fue retirada. Tal asunto, que está a los ojos de todos, lo conocen el Gobierno y demás autoridades en el municipio, y no se le ha dado solución.

Boix está claro de que sin la eliminación de las excesivas e indebidas gratuidades, no podremos avanzar nunca. Pero piensa que hay que diferenciar un caso de otro con sabiduría, pues no todos son iguales. «Hay que dar un tratamiento muy individualizado, sin generalizaciones, para no equivocarse. La Revolución se hizo para eso», concluye.

Algo parecido

Félix Núñez Armenteros es un anciano jubilado de 87 años, que quiere pasar sus últimos años en paz y tranquilidad junto a su esposa. Pero la casa donde viven está en muy mal estado y en peligro de derrumbe inminente. Su dirección es calle E No. 9, entre Nieves Morejón y José Ramón Fuerte, en la localidad espirituana de Cabaiguán.

El veterano argumenta que él siempre ha sido una persona trabajadora e integrada a la sociedad; por ello, ahora que está bastante indefenso y la vejez lo traiciona, sin medios para reparar su hogar, espera alguna ayuda.

Félix lleva más de tres años solicitando a las autoridades del territorio el apoyo para reparar o mejorar en algo su casa. «En estos momentos —refiere—, la desilusión se abate sobre nosotros, y cada noche me acuesto con el presentimiento de que no habrá amanecer, porque el techo nos ha de sepultar».

Confiesa el anciano que ha recorrido todos los canales intentando resolver su caso: los delegados de la circunscripción han gestionado, junto al presidente del Consejo Popular, ante el vicepresidente y presidente del Gobierno municipal, y la Dirección Municipal de la Vivienda.

Y le plantean que por ser arrendatario de la casa le es imposible acceder al subsidio estatal para poder financiar los materiales y la mano de obra de la reparación. «La última información que me han dado es que mi caso no tiene solución», concluye Félix.

Quizá no estén todos los elementos, pero me niego a pensar que tanto la primera como la segunda historia puedan quedar en tan desesperanzador desenlace. Hay casos muy sensibles y excepcionales, que desbordan la regla y las necesarias adecuaciones, para los cuales solo hay que alistar el corazón.

Concluyo alertando que muchas cartas llegan sin un teléfono donde localizar al remitente, siempre que se pueda, para aclarar cualquier detalle de su contenido. En más de una ocasión, la llamada nos ha permitido esclarecer dudas, del mismo modo en que las mensajes recibidos por correo electrónico permiten comunicarse con los remitentes.

Pero sucede también que no hemos podido reseñar aquí el contenido de misivas enviadas por correo postal, que tienen imprecisiones y vaguedades, y no refieren un teléfono mediante el cual localizar al remitente.

Y recuerdo que, para atender las cartas que nos envían, necesitamos nombre y apellidos de la persona que se responsabiliza con el mensaje, y su dirección particular. Gracias.

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