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Lo repararán… ¿y lo cuidarán?

El pasado 12 de febrero, el lector Juan M. Ayala denunciaba aquí el desastroso estado en que se encontraba el Instituto Politécnico de Economía Lázaro Ramón Alpízar González, ubicado frente al Obelisco de 100 y 31, en Marianao, La Habana.

Ayala contaba que, invitado por la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba (ANEC), porque allí se imparten cursos en especialidades económicas en horario nocturno, constató que la sala-teatro del centro está totalmente destrozada y ningún baño funciona, con las tuberías arrancadas y sin las correspondientes tazas de inodoro.

También observó aulas en penumbras, puertas semidestruidas y amarradas con alambres, techos con afectaciones sensibles, barreras hechas con trozos de madera para evitar el acceso a muchos lugares con peligro y otros deterioros. «Lo triste —afirmaba el lector— es que allí estudian en cursos regulares cerca de 400 alumnos, y nada menos que en la especialidad de Economía».

Al respecto, una respuesta de Iris Torres Sotolongo, subdirectora de Educación en La Habana, recibida en nuestra Redacción el 18 de marzo, señala que conociendo la situación constructiva del centro, y atendiendo a las prioridades, la Dirección Municipal de Educación de Marianao lo benefició en el orden constructivo, entre 2012 y 2013, con acciones ascendentes a 71 683 pesos para la sustitución parcial de la carpintería exterior, mejoramiento de la iluminación, pintura exterior y acciones de albañilería.

Significa que «a partir del diagnóstico que se tiene de la red escolar, anualmente se aprueban los centros en los que se ejecutarán acciones constructivas. Por acuerdo 24 del Acta 2 del Consejo de Dirección para temas Económicos, del 17 de enero de 2014, del municipio de Marianao, se aprobó la estrategia de reparación y mantenimiento para el año 2014, en la que aparece para el segundo trimestre el centro de referencia».

Afirma que al momento de publicarse la queja ya se contaba con los recursos para iniciar las acciones de reparación previstas en sustitución de redes sanitarias e hidráulicas, de redes eléctricas y luminarias, albañilería y pintura.

Señala que tienen la responsabilidad de brindarle seguimiento al cumplimiento de esas acciones constructivas, y velar por la preparación de docentes, estudiantes y comunidad en el cuidado de la instalación.

Agradezco la respuesta, pero no queda claro cómo si en 2012 y 2013 ese centro se benefició con acciones constructivas, aunque estas fueran parciales, a principios de 2014 estaba ya en estado tan ruinoso. ¿Realmente se velaba por el cuidado de la instalación? ¿Cómo se llegó a ese deterioro bochornoso? ¿Cómo se permitió que se impartieran clases en medio de aquel desastroso estado? Ojalá que esta vez, cuando se repare totalmente el Instituto, se vele por el cuidado de esas instalaciones.

Imperdonable irrespeto

Mercedes Torres Pérez escribe desde calle Primera No. 414-A, entre J y Campo, reparto Santa Catalina, Santa Clara. Y cuenta que el 27 de enero de 2012 sepultaron a su hermana en el cementerio de esa ciudad.

Al acercarse la fecha de los dos años de la inhumación, los familiares se preocuparon por la fecha de exhumación y les daban respuestas muy ambiguas, señala. Que si se les pasa un telegrama, que hay atrasos, que si se hará el 31 de enero, que si el 3 de febrero… Y la preocupación de los familiares era que fueran a extraer los restos sin la presencia de ellos.

El 27 de enero, día en que se cumplían los dos años, visitaron el necrocomio. Y allí le dijeron a Mercedes que sería el día 3 de febrero.

Volvieron el martes 28 y el jueves 30, cuando les confirmaron que era el 3. Ese día ellos quisieron entonces dedicarle unos minutos a la memoria de la hermana.

«¡Y qué sorpresa tan desagradable nos llevamos —afirma—, cuando nos encontramos que el panteón estaba abierto y estaban sacando los restos! Y aún la compañera encargada de esa actividad continuaba diciendo que era el 3 de febrero.

«Me pregunto: ¿Quién responde por esto? ¿Hasta cuándo vamos a permitir la falta de control y de sensibilidad? ¿Por qué, siendo un acto tan doloroso para los familiares, lo hacen más cruel aún?

«Olvidaba decir que aún sigo esperando el dichoso telegrama que nunca llegó».

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