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Cuando no se ejerce la autoridad

Sixto Luis Ramírez Espinosa (Infanta No. 1506, bajos, entre Estévez y Santa Rosa, Cerro, La Habana) cuenta que su apartamento queda a escasos centímetros de la escalera que da acceso al edificio, la que, desde que comenzó la COVID-19, al igual que áreas de la planta baja, son refugio de personas que ingieren bebidas alcohólicas, conversan y discuten de variados temas en voz alta, sin respeto, en todos los horarios del día.

Él y su esposa lo plantearon al jefe de Sector de la Policía, quien les dijo que resolvería la situación. Jamás hizo nada, refiere, con conocimiento de que en varias ocasiones han sido objeto de agresiones, hasta romper con una piedra el cristal del balcón y caerle a golpes a la puerta de su casa. Lo denunciaron a la Policía y nunca hubo respuesta.

Constantemente llaman al 106 y en muy escasas ocasiones han ido allí, sin que haya solución. Se han acercado a la encargada del edificio, quien se reunió con el grupo, pero hicieron caso omiso. Y han llovido ofensas. En la noche del 4 de octubre Sixto les llamó la atención a jóvenes y adolescentes, por indisciplinas en áreas del edificio, y fue agredido de palabras e insultado por varios de ellos.

«¿Adónde debo ir para la solución de mi tranquilidad en mi casa? ¿Quién puede asesorarme al respecto?», pregunta Sixto con incertidumbre. ¿Cuántos estarán sufriendo lo mismo, a costa de la impunidad?

Lamentablemente, los impunes sucesos narrados por Sixto son más frecuentes y generalizados de lo que pudiéramos imaginar. Llueven las quejas y reclamos al respecto en esta columna. Y cuando las autoridades pertinentes no hacen valer el respeto y el derecho de los ciudadanos a la paz y la tranquilidad, las personas decentes y cumplidoras de sus deberes quedan al pairo con sus sufrimientos, y los desmedidos tienen las manos sueltas.

Una respuesta coja

El pasado 27 de agosto, y desde la municipalidad matancera de Los Arabos, Georgina Himely Fernández contrastó aquí que el 20 de julio del presente año concluyó lo más difícil: la ejecución de su vivienda, una célula básica. Y sin embargo, no se había podido mudar, pues no contaba con el metrocontador de la electricidad.

Decía que recientemente se habían entregado unos cuantos contadores. Y cuando su hermano reclamó el de ella, le manifestaron que habían asignado pocos, y se desconocía cuándo se volverían a repartir, a más de que esa distribución no correspondía a la Organización Básica Eléctrica, sino «a la Dirección municipal de la Vivienda, o a una comisión creada al efecto».

Al respecto, responde Melissa Delgado Díaz, especialista principal del Grupo de Atención al Cliente, de la Unidad Empresarial de Base Centro Integral de Atención al Cliente de la Empresa Eléctrica Matanzas, que se creó una comisión para investigar los hechos. Y se pudo conocer que fue ejecutado el nuevo servicio en la vivienda de «la promovente», quien quedó conforme con la atención brindada por la Empresa y el trabajo realizado.

«Por todo lo explicado anteriormente su reclamación queda solucionada y se declara con razón», concluye Melissa, sin esclarecer los elementos de insatisfacción contenidos en la queja de la clienta. Aun cuando la agradezco, es una típica respuesta coja, al paso, sin profundizar.

¿Por qué entonces, con la casa terminada, Georgina no se podía mudar por falta del contador eléctrico, y después de publicado aquí el caso todo se resolvió? Las omisiones dejan margen a la duda. ¿Por qué se le dijo a su hermano que se desconocía cuándo volverían a asignarse esos equipos? ¿Por qué esa distribución correspondía a la Dirección municipal de la Vivienda y no a la Organización Básica Eléctrica? Si declaran con razón el reclamo de Georgina, ¿por qué no estaba satisfecha?

Una respuesta integral a la queja de un ciudadano es algo muy serio, que debe satisfacer claramente las dudas e incertidumbres de aquel, con transparencia.

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