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Edificios habaneros

Quiere el escribidor hablar en esta página sobre algunas edificaciones habaneras que se construyeron con un propósito o que en un momento determinado tuvieron  una finalidad específica y terminaron siendo otra cosa. O de mansiones que fueron demolidas para aprovechar su espacio en la construcción de grandes edificios, como la morada del oculista Horacio Ferrer que dio paso al rascacielos de la esquina de Línea y L. La Embajada de Adolfo Hitler, en la intersección de H y 19, también en El Vedado, es, desde hace años, una casa de vecindad. Como una casa de vecindad es asimismo el palacete que perteneciera a la familia del líder político Eduardo Chibás y que por no dejar de ser fue antes sede de la funeraria Alfredo Fernández.

El Hospital Anglo Americano de El Vedado es ahora residencia para médicos en tránsito. El bufete de las Tres C (Carlos Miguel de Céspedes, José Manuel Cortina y Carlos Manuel de la Cruz) en la calle O’ Reilly parece ser hoy un comedor obrero. El palacete art nouveau de la esquina de Reina y Lealtad fue construido para vivirlo por el jabonero Ramón Crusellas y sirvió ya en la década de 1960 como redacción de la revista Cuba. Trasladada esta en 1988 albergó la dirección de una empresa textil y hoy da asiento a una dirección municipal del Ministerio de Cultura, aunque hubo el intento de destinarlo a sede del museo de Centro Habana en virtud de los valores arquitectónicos y artísticos del inmueble.

En el espacio que ocupa la heladería Coppelia hubo en los años iniciales de la Revolución un complejo turístico (restaurante, bar, cabaré…) y antes, el hospital Mercedes. La tienda por departamentos Flogar ocupa desde mediados de la década de 1950 el lugar del café La Isla, famoso por sus helados y sus dos salidas a calles diferentes que permitían escapadas oportunas. Cines como Florida, Gran Cinema y Alegría, antiguo Martha, pertenecen hoy al Circo Nacional, en tanto que salas como Apolo y Santa Catalina  acogen a sendas compañías de teatro infantil. La Coca Cola, antes de que se construyera su moderna fábrica de Santa Catalina y Palatino, se elaboraba en la calle Alejandro Ramírez número 66. El bufete del doctor Mario Lazo a quien se suponía el hombre fuerte de la CIA en Cuba, en el noveno piso del Motor Center, en Infanta y 23, es ahora una apacible oficina del Ministerio del Comercio Exterior…

En muchos casos fueron cambios que sobrevinieron porque la sociedad se transformó después de 1959, y otros fueron llegando porque sí, porque la vida se modernizaba, la ciudad crecía, mejoraba la tecnología y se imponía un aprovechamiento mejor del espacio con las ganancias consiguientes.

De no haber triunfado la Revolución, ¿hubiera existido un museo de artes decorativas en la casa de la Condesa de Revilla de Camargo? ¿Existiría un museo napoleónico en la casa de Orestes Ferrara? ¿Se hubiera construido el Pabellón Cuba en la esquina de 23 y N o se habría destinado ese espacio a un edificio de muchas plantas en una ciudad que a partir de la ley de propiedad horizontal de 1952 se había disparado hacia arriba?

Antes de construirse el llamado Palacio de Justicia (actual Palacio de la Revolución) el Tribunal Supremo sesionaba en el Palacio del Segundo Cabo, en la Plaza de Armas; el Tribunal Superior Electoral en O’ Reilly número 311, y la Audiencia de La Habana en un viejo caserón que ya no existe, en Tejadillo esquina a Mercaderes. La Cámara de Comercio de la República funcionaba en lo que hoy es el Hotel Raquel.

La casa de las viudas 

En una bella mansión de dos pisos, situada en Capdevila número 6, cuyo frente mira hacia la entrada del Túnel de La Habana y que, aunque en una reparación de nunca acabar, es la sede del Museo Nacional de la Música, funcionó desde 1936 el  Ministerio de Estado. Había sido la lujosa residencia de la familia Pérez de la Riva, un inmueble de estilo italiano con salones espléndidos para recepciones, banquetes y recibo de embajadores, pero totalmente inoperante para oficinas. Allí se mantiene esa secretaría hasta su traslado, ya en la Revolución, al edificio que todavía ocupa en El Vedado.

En los años 40 no había tantos ministerios como ahora; ninguno de los que existían en aquella época se encuentra en el mismo sitio de entonces. El desaparecido Premierato, las oficinas del Primer Ministro, radicaba en la Avenida de las  Misiones número 1. El Ministerio de la Agricultura se mantuvo en 23 y P hasta que cedió su espacio al Ministerio del Trabajo, situado en los años 40 y 50 en Oficios número 52. El de Comercio, en Teniente Rey y Mercaderes, y Comunicaciones en el convento de San Francisco (Oficios número 170). Educación tenía sus oficinas en Oficios y Muralla, y Gobernación, en el antiguo colegio de Belén, en  Luz y Compostela. En Cuba y Obispo y en Belascoaín y Desagüe radicaban las secretarías de Hacienda y Justicia, respectivamente. Obras Públicas en Cuba y Sol (convento de Santa Clara). Salubridad, en Belascoaín esquina a Estrella, donde radica hoy el Instituto de Diseño, en la llamada Casa de las Viudas porque allí durante un tiempo se dio amparo a esposas de oficiales españoles muertos durante las guerras de Cuba. El Ministerio de Defensa estaba en Monserrate esquina a Empedrado, donde radicarían luego las oficinas del DTI y ahora la sección administrativa del Museo Nacional.

Por cierto, en el edificio de Monserrate y Empedrado era óptimo el aprovechamiento del espacio. Al menos eso parece cuando se sabe que allí radicaban, además del Ministerio de Defensa, los departamentos de Tránsito y Dactiloscopia de la Policía Nacional y la Primera Estación de ese cuerpo.

En los años 40 el Buró de Investigaciones tenía su sede en Belascoaín y Concepción de la Valla. Llegó a la Revolución una policía montada que tenía su cuartel en una elevación contigua al desaparecido sanatorio antituberculoso de La Esperanza, actual hospital Julio Trigo.

Casa de las Américas 

Parece un templo. Vista desde fuera, la Casa de las Américas remeda el lugar de culto de alguna denominación protestante o semeja un edificio traído de otra ciudad y sembrado en la esquina de 3ra. y G, en El Vedado. Una especie de tumba egipcia, escribe el narrador Lisandro Otero en sus memorias.

Se trata en verdad de un edificio construido para la Sociedad Colombista Panamericana. Funcionaba allí además una Casa Continental de la Cultura y tenía su sede la Sociedad de Escritores Americanos. Se había construido sobre una vivienda que Lisandro recordaba de su niñez y que evoca en su libro Llover sobre mojado como un castillete barroco recargado de guirnaldas de piedra y grecas talladas en cantería.

Allí, en el gran salón del tercer piso, tuvieron lugar las sesiones del llamado Diálogo Cívico, que presidió don Cosme de la Torriente; encuentros entre personeros de la dictadura batistiana y representantes de los partidos políticos tradicionales, aquella oposición «atomizada y pedigüeña», de la que hablaba Fidel Castro a la sazón en México, y que pretendía por la vía de las conversaciones buscar una solución a lo que Jorge Mañach llamó «el drama de Cuba».

Hubo en aquellas jornadas discursos brillantes de parte y parte, pero el encuentro de políticos de una y otra banda en aquella Casa Continental de la Cultura no pasó de un diálogo de sordos. La oposición pedía la renuncia de Batista, y Batista, por supuesto se negaba a renunciar.

En los días iniciales de 1959 la Revolución ocupó el edificio de 3ra. y G, pero no había una idea clara acerca de su destino. En un primer momento el edificio se adscribió al Ministerio de Estado (Relaciones Exteriores) y Raúl Roa, al asumir la Cancillería, tuvo allí su despacho.

Fue por esa época que en el edificio empezaron a entrar los que harían posible la Casa de las Américas, creada por decreto en abril del propio año y que presidiría la inolvidable Haydée Santamaría.

23 y M

No siempre Miramar fue el barrio diplomático y empresarial por excelencia. En la segunda mitad del siglo XIX cónsules y hombres de negocios extranjeros se asentaban en el Cerro, y todavía en el siglo XX allí estaba, en la calle Santa Catalina número 4, la Embajada norteamericana que recorrió no pocos lugares hasta que construyó el edificio actual en El Vedado.

Sin ir muy lejos, en la Manzana de Gómez se localizaban las Embajadas de Uruguay y Venezuela; en el edificio Abreu la de Costa Rica, y en la Lonja del Comercio, las de Chile y Noruega. Bélgica, Perú, Bolivia, España y Paraguay también tenían sus oficinas en La Habana Vieja, y Colombia, en Centro Habana. En El Vedado estaban las de Dominicana, Haití, Francia, Argentina, Ecuador, Italia, Gran Bretaña, Japón, Panamá, Portugal, el Vaticano y la de Alemania. Solo Brasil, China y México tenían sus cancillerías en Miramar.

Quizá ninguna otra edificación tuvo en La Habana de los años 60 un cambio tan radical de función como la funeraria Caballero, en 23 esquina a M, de casa mortuoria pasó a ser un centro cultural. Se inauguró en enero de 1968, en los días de Congreso de La Habana que reunió aquí a figuras muy notables de la intelectualidad mundial. Pero por razones largas de explicar no demoraría en tener otro destino.

 

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