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¿Ha pasado de moda el rodeo?

Esta actividad deportiva tiene el relevo asegurado en jóvenes vaqueros cubanos que se sienten orgullosos de practicarlo

Autor:

Julieta García Ríos

«Los vaqueros cuidamos a los animales y nos encariñamos con ellos», dice Nelson. Foto: Adán Iglesias. Fotos: Roberto Morejón

«¡Oye, cuando uno monta a caballo pone una cara de contento que eso es tremendo! Te sientes como en la luna. Esto lo llevo en la sangre. En mi casa todos son ganaderos y yo desde chiquito estoy encima del “penco”, dice Néstor Hernández Valdés. No creas que soy del campo. Vivo en el pueblo, en el municipio habanero de San Nicolás. Tengo dos caballos. Uno se llama Soquete, porque siempre pone mala cara y anda retorcido hasta cuando le das comida; el otro es Chirrín. Pensaron que iba a ser malo y es el mejor animal que tengo. Tiene mucha voluntad, aprende rápido. Eso sí, es feo, pero tiene condiciones.

«El caballo de rodeo tiene que tener buenas riendas, porque este deporte exige girar rápido y Chirrín en eso es bueno. Los del rodeo a veces nos sentimos mal cuando la gente nos desprecia. Piensan que quienes competimos somos igual que los “arañeros”. Ellos son espectadores. La mayoría son personas a quienes les gusta beber y cuando los tragos se les suben a la cabeza terminan en bronca».

No soy guajiro

El padre lo enseñó a enlazar casi al mismo tiempo que el pequeño se adentraba en el mundo de las letras y los números. Cuando no había ternero el niño practicaba con un palo, un cubo o cualquier otra cosa que pudiera ser atrapada por el lazo.

Aquel niño es Nelson Toledo Crespo. Solo cuando habla y escuchamos en él cierta ingenuidad y una voz noble comprobamos su verdadera edad, 13 años, la cual contrasta con su corpulencia.

«La soga del vaquero debe ser de nailon o pita, la de henequén es muy blanda y flexible y puede partirse. La que empleamos en el rodeo tiene cinco brazas. La distancia que hay de un extremo a otro de ambos brazos extendidos a lo ancho es una braza.

«Después que supe enlazar bien, mi papá me enseñó a tumbar terneros. Al animal hay que mirarle a la cabeza. Primero hay que cogerlos con el lazo, luego los agarras por la oreja o la ingle —así es más fácil—, y por último le amarras tres patas».

—¿Los muchachos de tu edad te critican esta preferencia?

A la izquierda José Alberto y a la derecha Néstor. —Sí, me dicen guajiro y eso me ofende porque lo hacen con desprecio. También me fastidian con que no voy a tener novia porque ninguna muchacha se va a fijar en mí.

«Creo que cada cual debe hacer lo que le guste y eso debe ser respetado. El rodeo es bonito y siento orgullo de estar en este. Me esfuerzo por hacer bien las cosas.

«Los vaqueros somos buenas personas, gente tratable que cuidamos a los animales y nos encariñamos con ellos», dice.

Nelson terminó el octavo grado y ya tiene definida su profesión, quiere seguir la tradición familiar y ser veterinario como su abuelo y su padre.

Frente a Nelson está sentado su hermano José Alberto León Crespo. También luce un sombrero de paño, viste camisa a cuadros de mangas largas y pantalón de mezclilla sujeto con un cinturón de cuero con hebilla del mismo material.

El joven tiene 15 años y asegura que montar toros no es difícil. «Solo hay que tener valor; si sales con miedo no lo logras».

Confiesa que en la escuela habla poco de su gusto por los caballos, vacas, toros... «para ellos esto es algo fuera de moda».

Tetera, Titina y otras vacas

Maykel sigue la tradición familiar. En Lote Seco nadie ofende ni tilda de guajiro a otra persona porque le guste andar a caballo, lidiar con toros o enlazar becerros. En ese batey del municipio habanero de Nueva Paz esa costumbre es bien vista y forma parte de la cotidianidad de muchos de sus pobladores.

Maykiel Gutiérrez Jorge lleva con orgullo el sombrero color aceituna que su padre ganó en competencia.

Este joven de 17 años de edad, es graduado de técnico medio en Veterinaria. Su familia tiene una finca donde él se ocupa de cuidar de las vacas y los caballos.

«Tengo 30 vacas y cuatro caballos. Me levanto a las seis de la mañana con el “cantío” del gallo y a esa hora las empiezo a ordeñar.

«Lo hago en un cepo formado por dos palos donde las vacas ponen la cabeza, ahí caben cuatro. Ellas vienen una detrás de la otra y todas saben cuál es su turno. Yo las voy llamando por su nombre y ellas responden berreando o hacen algún gesto con la cabeza.

«Una de las vacas se llama Tetera, porque la crié de ese modo cuando la madre murió. Otra es Titina, es chiquita, mansita, muy doméstica. Ellas dos son las mejores, las que más leche dan. Luego del ordeño pastoreo a los animales.

«Una parte de la leche que dan las vacas es para el consumo de la familia y la otra la vendemos al Estado. La calidad de la leche no solo depende de la raza del animal, sino también de la alimentación.

«Yo las pastoreo por las mañanas. La finca se divide en cuartones donde tenemos áreas para la yerba de guinea, el pasto estrella y el king grass. Cada mañana les toca un pasto diferente, por las tardes siempre les doy pienso y caña».

Escuela de vaqueros

La Sociedad Cubana de Vaqueros de Rodeo (SOCUVAR) es la encargada de organizar los eventos y a los atletas de esta disciplina. La agrupación, que cuenta con unos 3 000 miembros, se rige por las normas internacionales.

Víctor Isidrón Marcelo, especialista en Zootecnia y funcionario de la Feria Agropecuaria de Rancho Boyeros, comentó que existen en el país 136 equipos de rodeo y más de 250 pistas donde entrenan y compiten los atletas.

Las competencias se organizan desde la base, el municipio, la provincia y luego hay eliminatorias por áreas: una la integra Pinar del Río, La Habana e Isla de la Juventud; otra, Ciudad de La Habana, Matanzas y Cienfuegos. Los vaqueros de Villa Clara, Sancti Spíritus, Camagüey y Holguín conforman el tercer grupo, y el cuarto los de Granma, Santiago de Cuba y Guantánamo.

El equipo campeón de cada una de estas áreas participa en el certamen nacional.

«Entre las provincias de mayor tradición en el rodeo sobresalen La Habana, Matanzas, Sancti Spíritus, Camagüey y Las Tunas. El equipo camagüeyano ha sido el que más campeonatos ha ganado», precisó Víctor Isidrón.

Algunas de las especialidades en las que se compite son: el enlace de ternero, el derribo y la monta de toros, el ordeño de vacas salvajes y el coleo. Otro de los eventos en que se concursa es la monta de broncos, que son caballos cerreros a los que se les enseña a brincar; el jinete debe montarlos durante ocho segundos.

Las mujeres compiten en otras modalidades como son: la carrera de barriles y la escaramuza.

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