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N.E: Pocos meses después de nuestro noviazgo nos casamos. Todo fue bien hasta que se enteró de mi pasado. Tuve que contarle cuántos novios tuve, quiénes eran y hasta el tiempo que había estado con ellos. Eso le afectó mucho porque yo se lo había ocultado para que no pensara mal de mí. Yo no he sido santa, pero tampoco terrible. Aún así, él estaba pidiendo que nos separáramos y no estuve de acuerdo. Todavía estamos juntos, pero a cada rato me saca cuanto novio tuve. Dice que en sus 34 años nunca había sentido celos por nadie. A mí me da mucho miedo que en uno de esos arranques le dé por separarse. Insiste en que no lo hace porque sobre todo, me quiere. Yo estaría dispuesta a hacer cualquier cosa para no perderlo. Tengo 23 años.
Puedes ayudarlo a retomar su seguridad y contribuir a darle a tus actos su justo lugar. Al quedarse junto a ti está eligiendo amarte, pero requiere un tiempo para aceptar que no todo es exactamente como pensaba, sin que por ello la relación tenga que deteriorarse. La palabra tiene una magia poderosa. No dejes de conversar con él.
Eres responsable de tu pasado y su omisión. Son tus actos y esa también eres tú. Pero no debes hacer «cualquier cosa», por asumirte culpable. Tampoco tienes que establecer una relación como deudora.
No se puede cambiar el hecho pasado en sí mismo, pero sí la opinión que nos evoca. De hecho, el sufrimiento de él no es tanto por lo sucedido, sino porque tu historia es disonante con su idea sobre la pareja.
Es usual que durante el enamoramiento inicial idealicemos la relación, al otro y a nosotros mismos. Pero dicho estado no es eterno. La realidad no estará siempre al servicio de nuestras fantasías. Pronto tropezamos con datos contradictorios.
A estas desilusiones le sigue un proceso que puede fortalecer la relación si el amor perdura más allá, al encontrar un modo tolerable de vivir con la nueva dimensión del otro.
*Máster en Psicología y consejera en ITS y VIH /sida.
