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Cuando se tergiversa la historia

A propósito de un despacho de la AP que realiza una flagrante tergiversación de la historia de Cuba y sus relaciones con Estados Unidos

Autor:

Juventud Rebelde

«Olvídese del embargo de Estados Unidos contra Cuba. Si usted quiere saber cuál es el origen de los resentimientos entre ambos países, vaya a la Loma de San Juan, escenario de la batalla que decidió la guerra hispano-estadounidense y generó rencores jamás superados». Así comienza un despacho de este sábado firmado por Will Weissert, uno de los corresponsales en Cuba de la agencia norteamericana de prensa AP.

¿Desconocimiento de la historia de Cuba y sus relaciones con Estados Unidos? Cuesta trabajo creer que esa sea la razón de una tergiversación tan flagrante. Sobre todo, por el nada ingenuo «olvídese del embargo...», a sólo 4 días de la votación en Naciones Unidas, una vez más, de la resolución que condena el bloqueo (hay que llamarlo así, sin eufemismos, por más que algunos se empeñen en «suavizarlo»).

El origen del diferendo entre Estados Unidos y Cuba es muy anterior a 1898. El país del Norte, en su insaciable expansión, en la que arrancó sus tierras a los pueblos originarios y despojó en una guerra de rapiña a México de la mitad de su territorio, soñó desde muy temprano con apoderarse de Cuba. En marzo de 1809, el presidente Jefferson despachaba un emisario a La Habana, para sondear al marqués de Someruelos; Polk en 1848, Pierce en 1853, Buchanan en 1857... todos trataron de comprarle Cuba a España.

¿Será que Weissert no ha oído hablar de la «política de la fruta madura», que en 1823 enunció John Quincy Adams? Decía este: «Pero hay leyes de gravitación política como las hay de gravitación física, y así como una fruta separada de su árbol por la fuerza del viento no puede, aunque quiera, dejar de caer en el suelo, así Cuba, una vez separada de España y rota la conexión artificial que la liga con ella, e incapaz de sostenerse por sí sola, tiene que gravitar, necesariamente hacia la Unión Norteamericana, y hacia ella exclusivamente, mientras que a la Unión misma, en virtud de la propia ley, le será imposible dejar de admitirla en su seno». Es difícil suponer que desconozca la concepción del llamado «fatalismo geográfico», que se basa en ideas como las del entonces Secretario de Estado norteamericano.

Lo que no lograron por medio de la compra, intentaron alcanzarlo promoviendo expediciones como las de Narciso López. Y cuando el pueblo cubano se levantó contra España en 1868, no solamente le negaron el reconocimiento a la República en Armas, sino que impidieron por todos los medios la llegada de expediciones que auxiliaran a los mambises, mientras generosamente vendían suministros bélicos a la potencia colonial.

Quizá el corresponsal no haya oído hablar de la Fernandina, y cómo las autoridades norteamericanas ocuparon los tres barcos que Martí había logrado alistar. Lo que sí seguramente sabe es que los jefes revolucionarios estuvieron dispuestos a venir «en una uña», y esa voluntad de lucha ningún imperio la pudo parar.

Todo eso, y mucho más que por razones de espacio obvio, es anterior a 1898. No es Cuba quien a lo largo de dos siglos ha pretendido apropiarse de los Estados Unidos, sino al revés. Treinta años de lucha heroica de los cubanos se vieron frustrados por la intervención yanqui. Mucha sangre de los mejores hijos de este pueblo debió correr para que el Primero de Enero de 1959 se hiciera realidad la admonición de José Martí: «Y Cuba debe ser libre: de España y de los Estados Unidos».

Si le interesa al corresponsal abundar en lo que llama «rencores no superados», puedo sugerirle algunos temas: los marines yanquis profanando la estatua del Apóstol en 1949; las bombas de fabricación norteamericana cayendo sobre los indefensos campesinos de la Sierra; los incontables actos de terrorismo organizados, financiados y apoyados por la CIA (incluyendo la explosión de la Coubre, la invasión por Playa Girón, el crimen de Barbados, la epidemia del dengue...), que han causado más de 3 mil víctimas. Hay otro tema, muy actual, por más que la prensa norteamericana se empeñe en silenciarlo: asesinos confesos como Orlando Bosch y Luis Posada Carriles paseando libremente por las calles de Miami, mientras a cinco hombres enteros de este pueblo se les niega la justicia.

Solo me permito hacerle una observación: en Cuba no se alberga rencor contra el pueblo del país del Norte. En absoluto. La Revolución nunca ha fomentado sentimientos antinorteamericanos. El 4 de julio, lo conmemoramos como una fecha propia. Se recibe con hospitalidad a sus turistas (a los que logran llegar, a pesar del bloqueo), se aplaude a sus deportistas y artistas, y se abraza como hermanos a personas nobles como los Pastores por la Paz. Por tanto, no hay esos supuestos resentimientos entre ambos países. Lo que sí hay, de este lado del estrecho, es un pueblo que alcanzó su libertad y ha estado dispuesto a defenderla del gobierno imperial que lo agrede, al precio que sea necesario. Aún a costa de sufrir un bloqueo genocida que, como lo padecemos día a día... no lo olvidamos.

¡Si esto no es BLOQUEO, es GENOCIDIO!

El 6 de abril de 1960 el entonces Subsecretario de Estado adjunto para los Asuntos Interamericanos, Lester Dewitt Mallory, escribió lo siguiente en un memorando discutido en una reunión encabezada por el Presidente de Estados Unidos: «No existe una oposición política efectiva en Cuba; por tanto, el único medio previsible que tenemos hoy para enajenar el apoyo interno a la Revolución, es a través del desencanto y el desaliento, basados en la insatisfacción y las dificultades económicas. Debe utilizarse prontamente cualquier medio concebible para debilitar la vida económica de Cuba. Negarle dinero y suministros a Cuba, para disminuir los salarios reales y monetarios, a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno».

¡Si esto no es BLOQUEO, es GENOCIDIO!

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