Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Padre también hay uno solo

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

Un nuevo modelo de padre, más comprometido y emocional, se multiplica en la actualidad

El amor es lo único quecrece cuando se reparte.Anónimo

A la salida del trabajo, varias mujeres conversan sobre la vida de sus hijos y el tema deriva hacia las relaciones con sus padres, en la mayoría de los casos ausentes de casa tras el divorcio. Una de ellas relata: «El domingo conocí a la madre de la hermana de mi hijo. Estábamos en el parque montando bicicleta y la niña nos saludó muy efusiva. Detrás venía la mamá. El mío tiene casi diez años y la chiquilla siete. El padre se ocupa de ambos, pero nosotras no teníamos ningún vínculo. ¿Se imaginan?».

Las otras comentan la historia, suman anécdotas, comparan tiempos y crianzas. La mayor saca una foto del nieto: «Pronto va a ser papá. Es jovencito, pero confío en que haga bien las cosas. Va a las consultas, lee sobre el tema, quiere construir él mismo la cuna. Algunos amigos se burlan. Él solo los mira de reojo y abraza a su mujer. Dice que los tiempos cambian y que lavar culeros no lo hará menos hombre.

«Su abuelo refunfuña, pero sé que está orgulloso y hasta celoso de esa oportunidad. Cuando yo parí le brillaban los ojitos, pero un hombre de aquella época por nada del mundo se involucraba en esos asuntos. Ser padre era regañar y traer dinero para la casa. Entonces la mujer que se atreviera a poner el divorcio sabía que con ese hombre no iba a poder contar. ¡Allá ella!»

Una de las amigas la interrumpe: «Pues yo tengo magníficas relaciones con la nueva familia de mi ex: la esposa, suegro, suegra... Ahora tienen un bebé de un año, y tanto mi hijo como yo lo disfrutamos desde el embarazo de la muchacha.

«Siempre hubo quien nos dijo: “ahora se olvidan del tuyo”, pero no ha sido así. ¡Al contrario! Están más al tanto que nunca y hasta le dan participación en el cuidado del bebé. Mi hijo le guarda la ropa que le queda pequeña, le lleva sus juguetes preferidos y me pregunta a mí qué hacer para quitarle un dolor de barriga o ayudarlo a caminar.

«Incluso el papá me llama para contarme las travesuras y progresos del hermanito y en casa vivimos esas emociones con la misma alegría de cuando era mi propio hijo quien empezaba a hacer de las suyas. ¿Saben? Hasta me puse a pensar que si yo hubiera hecho algo así en su momento tal vez él hubiera disfrutado mucho más de su paternidad. ¡Se perdió tantas cosas...! Creo que me porté egoísta, quizá por inexperiencia o porque tenía miedo de sus desaires, ¡pero mira qué buena lección me están dando ahora los dos, hijo y padre!».

Presencia dialogante

Por siglos se ha dicho que las mujeres tienen el privilegio de dar vida, pero lo cierto es que nunca lo hemos hecho solas. ¿Por qué entonces se da mayor preponderancia a la maternidad y se tilda de excéntrico al padre que lucha ese espacio de placer y sacrificio en la crianza de su prole?

Por fortuna, tales concepciones han ido cambiando desde finales del pasado siglo. No solo en Cuba: en todo el mundo occidental crece el número de hombres que asume nuevos roles en la familia, se comprometen más ¡y hasta se divierten!, ajenos a tantos estereotipos machistas. El hombre moderno rompe esos esquemas de virilidad distante (herencia cultural decimonónica) para reconceptualizar su proyección masculina, sus vínculos afectivos, su manera de ser amigo, amante, colega, hijo y padre.

Esa tendencia responde de algún modo a la lucha por la equidad de género, una contienda para hacer irrumpir a la mujer en el espacio social con igualdad de oportunidades para superarse profesionalmente, sotenerse económicamente y tomar decisiones, pero también para ayudarla a compartir su «poder» hogareño y a revalorizar la participación masculina en todo lo concerniente a la familia.

«Atrás quedaron los padres fríos y poco comprometidos. De otro siglo son los hombres autoritarios y distantes», describe este fenómeno el sitio Terra, y muchos otros se hacen eco de estas ideas en Internet. «Hoy la participación suele volverse más activa e intensa a medida que crecen los hijos. Ya no lo ven como una responsabilidad, sino como actividad que les provoca placer. Se percibe una búsqueda del bienestar integral de toda la familia a partir de una complementariedad y flexibilidad en las tareas que los enriquece como personas», refiere el conocido sitio.

Estar ahí para el primer paso, la primera palabra, el libro de cuentos en la noche, el debut escolar, el susto de un amor adolescente, son privilegios que el nuevo padre no quiere perderse. Al menos no porque «las costumbres» dicten cierto alejamiento emocional cuando en verdad les apetece estar cerca, ser una presencia viva, dialogante.

Incluso para los que no pueden estar todo el tiempo hay muchas formas de participar: Depende de su motivación personal y del hecho de comprender cuánto bien le hacen a esa criatura y a sí mismos con tal actitud.

Doble sacrificio, el mismo rol

Estudios demográficos recientes confirman un crecimiento notable en la cifra de familias monoparentales que giran alrededor de papá, y también la de hombres cuya función social es criar bebés mientras la esposa trabaja (en Estados Unidos, por ejemplo, ya son más de cinco millones). Las causas de este incremento fluctúan entre la decisión personal —o en pareja— y el lógico resultado de las crisis económicas que han dejado sin empleo a muchas personas.

También en Cuba aumentan los hombres que toman las riendas del hogar de forma temporal o definitiva. Antes era común repartir a los críos entre abuelas cuando la mujer iba a trabajar fuera de la provincia o el país, pero ahora muchos padres aceptan el reto, para satisfacción de los menores.

¿Quién dudaría de la capacidad del padre para experimentar ternura, comprensión, empatía, necesidad instintiva de protección de su prole? Sin embargo esas cualidades siguen consignadas socialmente como «funciones maternas», del mismo modo que se entiende como tarea paterna la obligación de ejercer autoridad, de llamar al razonamiento o fomentar la fuerza de voluntad para vencer los obstáculos de la vida.

En buena ley, todas esas cualidades humanas se aprenden a través del ejemplo, y ni son exclusivas de unas u otros ni tienen por qué estar repartidas para su transmisión. De ser así, la ausencia de papá o mamá implicaría lagunas infranqueables en la educación, y en la práctica esos roles se transfieren a otros adultos significativos, sean o no parte de la familia.

¿Es lógico entonces decir que «se ha sido madre y padre a la vez»? Si la visión femenina acerca de cualquier asunto es privativa de las mujeres, y viceversa, tampoco han de ser intercambiables las conductas de hombre o mujer.

Esa expresión merece un análisis más profundo antes de suscribirla, pues lejos de ser un elogio suena como un estigma de insuficiencia, como si ser madre, o ser padre, no tuviera suficiente valor: quien lleva una familia sin ayuda tiene ciertamente doble responsabilidad, pero no por eso ve duplicarse sus poderes físicos, legales o mentales.

Sin querer actuar como lo haría el otro, lo importante es lograr con hijos e hijas una relación armoniosa y generar un modelo de familia funcional. No a todos los menores les ha tocado crecer en el marco de un matrimonio tradicional: las nuevas generaciones ya conocen historias de parejas abiertas, familias reconstituidas, núcleos monoparentales... Lo que ha de ser común denominador es el derecho a ser felices y a que cada progenitor asuma bien su papel, tan único en lo afectivo como en lo biológico, para que la relación con ellos resulte disfrutable en cualquier circunstancia.

 

Pregunte sin pena

G.P.: Desde los 15 tengo relaciones sexuales, pero nunca he tenido un orgasmo a pesar de que me gusta tener sexo y lo disfruto. Por eso siempre finjo para que mi pareja no se sienta mal. Me gustaría saber si eso puede ser algún trastorno mío. En ocasiones, he tenido sueños y me he despertado mojada, pero no son con hombres. ¿Me gustan las mujeres? Despierta me fijo en ellas y nada me atrae. Me gustan los hombres, me excitan, me cautivan, solo que no consigo llegar al orgasmo con ellos. Tengo 22 años.

En ocasiones la anorgasmia es causada por trastornos orgánicos, pero la mayoría de las veces sus condicionantes son psicológicas. Es oportuno que busques ayuda especializada para disfrutar sensualmente también cuando estás despierta.

Al fingir, la historia se repite una y otra vez. Así pasan años sin el deleite que solo los sueños pueden otorgar en su función psicológica de permitir la realización de deseos. Paradójicamente, cambian tantos detalles que todo parece algo loco, como tu sustitución de hombres por mujeres. Pero aun así su análisis, junto a un psicólogo, es una buena puerta de entrada para entender qué te sucede.

Es un asunto tuyo tu disfrute erótico. Las parejas pueden ayudar, pero solo tú puedes comenzar el cambio. Sería recomendable como mínimo dejar de fingir, aunque eso no sea suficiente.

A disfrutar un orgasmo también se aprende. Es uno de los retos femeninos cuando se inicia la vida erótica. Aunque nos parece muy natural deleitarse con el placer sexual, en verdad la entrega sensual hasta colmarse de goce implica un aprendizaje sucesivo.

Lamentablemente, es muy usual que la muchacha aprenda a fingir el orgasmo cuando cree que él ya lo espera o es el tiempo para sentirlo. Así quizá no haya contradicción con la pareja y se mantenga una imagen ideal, pero en ese mismo instante se pierde la posibilidad de la exquisita sorpresa orgásmica.

Mariela Rodríguez Méndez, máster en Psicología Clínica, consejera en ITS y VIH/Sida, psicoanalista

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