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Guerra de los Diez Años: nuestra primera revolución moderna

A pesar de los relatos bélicos y las visiones políticas sobre la Revolución del 68, todavía hoy sus historiadores no han hecho suficiente hincapié en su condición de primera revolución moderna de la historia de Cuba

Autor:

Antonio Néstor Álvarez Pitaluga*

Entre los años que corrieron en Cuba aproximadamente desde 1763-1790 a 1867 se afianzaron un grupo de factores económicos, políticos y sociales que dieron paso a la emergencia y desarrollo de una burguesía azucarera esclavista. Ubicada de modo esencial en el Occidente de la Isla, la hegemonía cultural de esa burguesía rechazó a lo largo del siglo XIX todo intento nacional de cambio o transformación social desde una radicalidad revolucionaria. A la tesis de la revolución social siempre le opusieron su evolución reformista.

Burguesía y administración colonial cerraron filas ante el movimiento independentista de Hispanoamérica (1810-1824). Decapitaron conspiraciones, oposiciones e ideas emancipatorias hasta que ya no pudieron contener el estallido del ciclo independentista de 1868-1898. No obstante, tales aspiraciones se convirtieron, desde la expulsión de los cubanos de las Cortes españolas —en 1837—, en la armazón ideológica del grupo más débil de los productores cubanos: los terratenientes centro-orientales, quienes se erigirían como la base central de la dirección de la Revolución de 1868 durante su gestación y los primeros años de su transcurso.

Insertada dentro de la oleada modernizadora que irrumpió en Cuba a inicios de la década del cuarenta del siglo XIX, la Revolución del 68 tuvo características suficientes, en cuanto a sus ideales sociales y políticos, como para admitir su condición de primera revolución moderna cubana. Ahora bien, para comprender esa idea es preciso responder, ¿qué entendemos por modernidad?, ¿cómo se asumió el término moderno en el pensamiento social de aquella época?

Nueva época histórica

En la historia de la filosofía se asume la modernidad, en líneas generales, como el período histórico que desde los inicios del siglo XVI dio pasos hacia una gradual superación del mundo medieval en Occidente, mientras que simultáneamente nacía el sistema capitalista.

Se reevaluaron los fundamentos de la existencia social del hombre en aras de crear otro tipo de sociedad. A través de las llamadas revoluciones burguesas, acaecidas entre los siglos XVII-XIX, el pensamiento social enarboló un grupo de paradigmas como la emancipación del hombre de las ataduras medievales, la formación del Estado nacional, nuevas formas de ejercer el poder político del Estado, el papel de la educación y la cultura y otros; aunque fueron evidentes varias contradicciones intrínsecas del naciente sistema, como el hecho de que diversas burguesías, tanto en Europa como en América, pregonaron la libertad del hombre mientras que a un mismo tiempo practicaron la esclavitud.

Muchas de esas revoluciones encarnaron avanzadas ideas políticas de ese entonces. Algunas influyeron notablemente en los revolucionarios cubanos del 68. Así, la Revolución Francesa de 1789, junto a determinadas proyecciones sociales de la revolución de las Trece Colonias de Norteamérica (1776-1783) y del republicanismo norteamericano a raíz de su triunfo en la Guerra de Secesión (1861-65), incidieron en determinados paradigmas sociales y políticos de época en la dirigencia del 68. Para los hombres de la Guerra Grande lo moderno supuso llevar a cabo, en política y sociedad, la realización de un grupo de aspiraciones que condujesen a la libertad plena del ser humano y a la independencia nacional de la patria.

Nuestra primera revolución moderna

Lo anterior permite presentar de manera general un grupo de acontecimientos que marcaron el decurso del 68 y pueden otorgarle a nuestra «Madre Revolución», al decir de Máximo Gómez, su carácter moderno. Sin ser todos, los más importantes fueron:

—La presencia de una intelectualidad revolucionaria que desde el mismo 10 de Octubre le insufló a la contienda sus ideales más avanzados y progresistas, aunque todavía precisamos ahondar más en este aspecto. Por ejemplo, no conocemos del todo los aportes intelectuales que varios jóvenes egresados universitarios ofrecieron a la Revolución, como fueron los incorporados en la expedición del Galvanic, el 26 de diciembre de 1868.

—En la dinámica sociopolítica del 68, la creación de un poder político articulado en el tríptico de poderes ejecutivo, legislativo y judicial esgrimido por la Revolución Francesa, como símbolo de progreso humanista del momento, fue una meta a conquistar. Esa realidad se hizo presente desde las propias aspiraciones que mostraron cada una de las regiones levantadas en armas, es decir, Oriente (10 de octubre del 68), Camagüey (4 de noviembre) y Las Villas (6 de febrero del 69). No obstante, fue en la Asamblea de Guáimaro (10-11 de abril de 1869) donde aquella aspiración política alcanzó sus mayores lauros. Allí, el creado poder tripartito de la revolución se asentó en un Presidente, una Cámara de Representantes y un sistema de leyes; por esto y otras razones, en Guáimaro nació la primera república cubana independiente.

Pero dichas estructuras no fueron estables a lo largo de toda la gesta patriótica. Las discrepancias entre el legislativo, el ejecutivo y después con el aparato militar produjeron una pérdida gradual de las capacidades de ellas. La Cámara vio reducida su membresía inicial de 20 miembros a ocho en el transcurso de la gesta; también se dio el hecho de que, debido a la brevedad de la magistratura de la mayoría de sus presidentes, la efectividad de sus períodos presidenciales fue reduciendo poco a poco su alcance político.

—El 68 generó una importante producción jurídica de alto valor revolucionario y moderno: dos constituciones (Guáimaro, abril de 1869 y Baraguá, marzo de 1878), un reglamento, una cartilla educativa, siete leyes (estas por la Cámara). El ejecutivo de mayor tiempo en el cargo, es decir el presidente Carlos Manuel de Céspedes con cuatro años y seis meses en él, dictó aproximadamente nueve circulares y cinco decretos. El 68 tuvo 42 legisladores, siete presidentes en casi nueve años y medio de duración. Este sistema de leyes y sus legisladores significó un control más efectivo y abarcador de la revolución bajo una impronta de marcada modernidad política de la época.

—Otro elemento fue la ejecución de un pensamiento militar basado en lo fundamental en la guerra irregular. Si bien es cierto que ya ese método de lucha había sido practicado en diferentes y previos escenarios internacionales contra ejércitos regulares modernos, la adaptación al contexto cubano que hombres como Máximo Gómez, Antonio Maceo, Ignacio Agramonte, Calixto García y otros le introdujeron, le otorgó un moderno empleo frente a uno de los ejércitos más avezados de Europa.

—Sin lugar a dudas el componente de mayor dimensión moderna del 68 fue la abolición de la esclavitud, que tras varias disposiciones jurídicas y proyecciones políticas fue decretada por la alta dirigencia mambisa en diciembre de 1870. En las filas insurrectas, el proceso de abolición fue proyectado gradualmente en varios hechos y documentos: el Manifiesto del 10 de octubre rubricado por Céspedes; el Decreto de Bayamo sobre la abolición de la esclavitud, del 27 de diciembre de 1868 del propio Céspedes; el Decreto sobre la esclavitud elaborado por los revolucionarios camagüeyanos el 26 de febrero de 1869 con una notable radicalidad desde su primer artículo; la Constitución de Guáimaro y en especial su artículo 24, el polémico Reglamento de Libertos presentado por la Cámara en julio del 69; finalmente, la Circular de Céspedes del 25 de diciembre de 1870, colofón de su consagrado pensamiento abolicionista.

Tras un camino no exento de avances y retrocesos, este capital acontecimiento fue el más importante paso de avance social que logró la revolución. Sin embargo, al concluir la guerra, ni abolición completa de la esclavitud para todo el país ni independencia nacional fueron alcanzadas. En Baraguá se patentizó con creces la continuidad revolucionaria en aras de lograrlas en un futuro no muy lejano.

La Revolución del 68 aspiró a superar en muchos sentidos la sociedad esclavista de la época y entregó a la próxima revolución esa obligatoria necesidad histórica. A pesar de que la Revolución de 1895 contó con otros factores en su complejidad sociopolítica, el pensamiento y guía de José Martí, dirigente sin par, le aportaron con sus ideas y programa revolucionario de liberación nacional y revolución social, una superioridad ideológica no alcanzada antes por el independentismo cubano decimonónico, que hoy nos permite establecer el origen progresista, humano y de amplio beneficio popular de nuestros procesos revolucionarios: 1868, nuestra primera revolución moderna.

*Doctor en Ciencias Históricas, profesor de Historia de la Cultura Cubana, Universidad de La Habana.

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