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Holguín no se duerme en los frijoles

Productores de la provincia sopesan experiencias e insuficiencias durante la reciente campaña de frío

 

Autor:

Héctor Carballo Hechavarría

HOLGUÍN.— Casi al cierre de la presente zafra frijolera en el país, los campesinos y cooperativistas de esta provincia pueden exponer algunos resultados gratificantes, pero también comenzaron a sacar conclusiones sobre cuánto les faltó para obtener rendimientos superiores y reducir al máximo las importaciones.

Entidades agropecuarias y cooperativas de 13 de los 14 municipios de la provincia se incorporaron desde noviembre pasado a la llamada campaña de frío, de la cual solo se excluyó al territorio de Moa, por carecer de tierras adecuadas.

Sin haberse computado aún las producciones de mayo, Holguín informó esta semana un monto total superior a las 4 133 toneladas del grano, durante la primera cosecha del año.

Condiciones climáticas favorables; la puesta en práctica de estimulantes precios y mecanismos de comercialización (600 pesos el pago del quintal —equivale a 46,009 kilogramos— de frijol negro y 650 el colorado); la distribución de fungicidas, plaguicidas, así como de nutrientes para el tratamiento de los suelos, fueron factores que contribuyeron a hacer valer los vaticinios de un año frijolero.

Además de aportar a los mercados agropecuarios, el autoconsumo de entidades agrícolas y los bancos de semilla, Holguín produjo más de 2 986 toneladas del total producido, particularmente con destino a la llamada canasta familiar normada, el consumo de entidades sociales y de instalaciones del Turismo.

Conforme a los precios en el mercado internacional (787 dólares la tonelada, según precisó el subdelegado de Cultivos Varios del Ministerio de la Agricultura en Holguín, Nibardo Ibarra), el referido volumen significa un ahorro a la economía nacional superior a 1 200 000 dólares, por concepto de sustitución de importaciones.

La ingeniera agrónoma Xiomara Viera Mora, especialista para el cultivo del grano en la Delegación territorial del Ministerio de la Agricultura, informó que los municipios con mejores resultados en la provincia son Gibara y Rafael Freyre, este último con las mayores contribuciones.

Reconocidos como la avanzada en el rescate de la producción frijolera, los campesinos gibareños produjeron por su parte el volumen total más alto, y entregaron a la red del Ministerio de Comercio Interior unas 1 210 toneladas.

Viera Mora resaltó, además, los satisfactorios rendimientos conseguidos por las empresas agropecuarias Reynerio Almaguer, en el municipio de Rafael Freyre, y la Ángel Guerra, en Holguín, así como en la Empresa Agroindustrial de Cítricos de Banes, la cual enfrentó la siembra en condiciones de secano.

Tales respuestas productivas encontraron su chispa en Gibara el pasado año, cuando los campesinos del otrora granero de Cuba acopiaron 464 toneladas y ello les permitió autoabastecerse y prescindir durante ocho meses de los suministros de frijol por parte del Estado.

Pero lo cierto es que las cifras reveladas hasta aquí resultan todavía muy insuficientes para satisfacer las crecientes demandas de una provincia con más de un millón de habitantes, y estimada en unas 6 646 toneladas, solamente con destino al consumo social y la población.

Conversar con la almohada

Todavía JR no ha escuchado a un productor de frijol holguinero ensalzarse por sus resultados. Más bien pareciera que, como quien extrae dos puñados de sacos diferentes, ellos saben que lo digno ahora, es sopesar en una mano los éxitos y experiencias, y en la otra las dificultades e insuficiencias.

En la CPA Desembarco del Granma, en Velasco, Gibara, productores e integrantes de las juntas directivas se reunieron para evaluar los resultados de la campaña. Con el dedo sobre la llaga, escudriñaron entre otros temas acerca de las causas por las cuales, luego de tantos esfuerzos, de las 69 cooperativas registradas en ese territorio, solo 22 cumplieron sus respectivos planes.

Entre las principales insuficiencias se cuestionó que las juntas directivas no visitaron a la totalidad de los campesinos con el propósito de conciliar sus compromisos, tal y como sucedió en las CCS Fortalecidas Ñico López y Juan Manuel Márquez.

Ello propició que se dejaran de contratar algunos terrenos, incluso con condiciones de riego, los cuales no se tuvieron en cuenta luego en las programaciones. Otras fallas fueron las demoras con la entrega del combustible para asegurar el riego y la roturación de los suelos, como sucedió a las CCS José Martí, Luis Alberto Villa y Ñico López.

Por esa misma senda, la atención cultural a las áreas no fue pareja y los rendimientos por hectárea oscilaron entre 0,7 y las dos toneladas, aun en igualdad de condiciones.

El campesino Evelio García se reprochó no haber conseguido que un mayor número de colegas realizaran el manejo integrado en el control de plagas y enfermedades mediante la aplicación de medios biológicos, importante para reducir la aplicación de productos químicos, por demás costosos.

«Seguimos subestimando las ventajas de producir humus de lombriz para el tratamiento de los suelos. Hay que seguir insistiendo y, tal vez, establecer mecanismos para que haya campesinos que se especialicen en esto», sugirió el experimentado frijolero.

El productor Arnel Serrano, de la CCS Fortalecida Manuel Angulo, insistió en acabar de encontrar soluciones a la reparación de la mayor cantidad posible de «motomochilas» que se hallan defectuosas, para poder emplearlas en la fumigación.

La necesidad de extender el riego hacia una mayor cantidad de áreas —por ejemplo, con la ejecución de pequeñas inversiones en el servicio eléctrico—, así como inconformidades con las tarifas de cobro establecidas, fueron otros asuntos planteados. Salvando las distancias, buena parte de estas mismas deficiencias se evidenciaron en el resto de los territorios de la provincia.

El joven presidente de la CPA Mártires del Moncada, Yordanis Cruz Guzmán, expuso sus vivencias sobre cómo una vieja máquina cosechadora de arroz, marca Laverda, fue convertida en desgranadora de frijol. «Llevaba cuatro años rota, por falta de piezas. Hicimos gestiones, pero no nos sentamos a esperar. Los inventos del campesino Noel Velásquez la rescataron del olvido y nos ahorró, solo en esta cosecha, unos 35 000 pesos, porque prescindimos de la contratación de desgranadoras», afirmó orgulloso Yordanis.

A juicio de Migdalia Moreno Gómez, delegada del Ministerio de la Agricultura en Holguín, para la venidera campaña las delegaciones municipales deberán asegurar una mayor calidad de las contrataciones, tanto de las empresas con las formas productivas, como de estas con el productor.

«Es el paso fundamental para lograr todo lo demás: eficiencia en la comercialización, en la transportación, en la organización del acopio, y para precisar con certeza las demandas y los compromisos en cada territorio, según el plan de la economía», puntualizó Migdalia.

Otro problema aún no resuelto está relacionado con los desvíos del grano hacia el mercado subterráneo, como una violación que contradice el presupuesto de que la alimentación de la población es asunto de seguridad nacional. Esta dificultad se debe a la falta de control, disciplina y exigencia de cuadros y trabajadores.

Completar el dominó

El reto para Holguín está en lograr consolidar el aporte productivo en la mayor cantidad de territorios. En 2009 la provincia no acopió una sola libra de frijol. Con los resultados de este año, Gibara se liberó de los abastecimientos del Estado, y el resto de los municipios, apenas durante tres meses.

Para Nibardo Ibarra Martínez, la cultura frijolera que hoy se concentra en los territorios del oeste, también, con mejores condiciones de riego, debe fomentarse hacia el este a golpe de trabajo, supervisión, pero también de nuevas inversiones. Acotó que los especialistas prestaron mayor atención a la capacitación, pero los resultados siguen siendo escasos.

Para la concreción de estos esfuerzos se tiene en miras un proyecto de desarrollo integral agrícola en el municipio de Mayarí, sujeto aún a aprobación, el cual contempla la siembra de unas 700 hectáreas de frijol, aprovechando los recursos hídricos allí existentes.

«Tenemos que sistematizar el empleo de los pronósticos del Instituto de Meteorología, porque el frijol, además de ser un cultivo exigente, se siembra en un período óptimo de entre 70 u 80 días», agregó Ibarra Martínez.

Otra limitante es la poca disponibilidad de maquinaria, como sembradoras y desgranadoras, por lo cual los productores se ven obligados a emplear métodos alternativos tanto en la atención cultural, como en la cosecha.

Tras el intenso movimiento político desplegado en Holguín para enfrentar la campaña frijolera, una de las valoraciones que mejor puede sintetizarla es que esta ha sido la cosecha de la familia holguinera, pues involucró por igual a los organismos, instituciones y organizaciones políticas y de masas en las localidades.

Y reconforta que así sea, porque en tiempos en los que los alimentos se encarecen en el mercado internacional, la respuesta más inteligente está en producirlos de forma creciente en nuestro propio suelo, pero sin dormirnos en los laureles, porque las glorias suelen tener un mejor sabor cuando se comparten en la mesa de todos.

 

 

 

 

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