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Un cienfueguero también buscó a Camilo

Leopoldo Álvarez García es uno de los buzos que participó en la búsqueda de Camilo Cienfuegos, el Héroe de Yaguajay, en octubre de 1959.

Autor:

Laura Brunet Portela

Muchos creen que no tiene escamas de milagro. Para Leopoldo, o Polín, como todos lo llaman, el mar es parte de su existencia, o tal vez toda ella. Dice que en su familia «parece algo genético, lo llevamos en la sangre. Desde mis abuelos, y mucho antes, todos lo amamos».

Por el sendero de esa pasión lo abordaron metas, retos a su condición humana, proyectos como biólogo marino y también uno de los que recuerda con mayor incertidumbre. Con solo unos 20 años a Leopoldo le asignaron la que tal vez sería la misión de su vida. Fue en octubre de 1959, cuando el avión de Camilo Cienfuegos cayó al mar.

—¿Cómo llega Leopoldo a la búsqueda de Camilo Cienfuegos?

—Al triunfo de la Revolución, la Marina de Guerra Revolucionaria tenía el proyecto de formar en el centro de Cuba un destacamento de hombres rana profesionales para cumplir misiones de rescate. Tras la noticia de la desaparición de Camilo, el Club de Pesca y Exploración Submarina de Cienfuegos recibió la orientación de cooperar con la institución armada. Así, varios buzos de la localidad se ofrecieron para cumplir esta misión. Yo me integré como miembro del equipo, con cierta experiencia en el sondeo submarino.

—Características de la misión…

—Se conformaron brigadas para reconocer el lugar. Nosotros llevábamos rastras, o sea, un equipo formado por una pareja de barcos remolcadores con motores potentes, unidos por una cadena lo suficientemente pesada como para llegar al fondo e ir peinando la zona. No había descanso, dedicábamos día y noche a trabajar; parece imposible, pero no nos deteníamos ni para alimentarnos lo suficiente, se hacía una sola comida a mitad del día.

«Los buzos se mantenían en la cubierta del barco. Hacíamos guardia y ante un tropiezo de la cadena con algo, el explorador de turno se lanzaba al agua auxiliándose de una varilla de pesca, porque la zona era muy fangosa y la visibilidad era casi nula. Por eso entre nosotros nos llamábamos buzos ciegos.

«A veces uno de los integrantes del grupo se sumergía atado para evitar accidentes a causa del cambio de la densidad del agua; arriba, en la embarcación, quedaban los responsables de impedir algún percance que comprometiera la vida del buzo, pues muchas veces en un abrir y cerrar de ojos ya estaba metido en el fango, sin contar con que nos arriesgábamos a bajar a un lugar donde hay varias especies marinas peligrosas».

  • ¿Cómo vivieron la búsqueda?

—Los cuatro o cinco días que duró fueron de alta tensión, llenos de momentos duros en los cuales se puso a prueba el valor humano. En una ocasión la cadena se enredó y era mi turno de bajar, pero de solo pensar en encontrarme el avión de Camilo al entrar al agua, me hizo flaquear y quedé paralizado mirando el mar. Mi amigo Juan Allen me dijo: «¡Polín, yo voy!».

—En la zona de Trinidad hubo un hecho que cambió la dirección del rastreo…

—Sí, una señora de la serranía cercana a las costas de Trinidad informó a las autoridades locales haber visto la caída de un objeto semejante a un avión. En el lugar del hecho tomaron muestras de una mancha de aceite fino y las enviaron al laboratorio en La Habana, donde comprobaron que era de aviación. Pero luego de las pesquisas de rigor, quedó demostrado que el hecho nada tenía que ver con la desaparición de Camilo.

Polín recuerda con claridad aquellos días, sin embargo, si aparece alguna duda tras más de medio siglo de aquel suceso, en sus manos sostiene un álbum con las evidencias gráficas de la exploración. «Estaba claro que sería muy difícil; además, todo el pueblo de Cuba tenía sus esperanzas puestas en nosotros.Fue una grandísima responsabilidad con la Revolución y conmigo mismo».

La última respuesta lo llevó al silencio, una espera reflexiva que lo trasladó, tal vez, a aquellos días, al presente, o mejor hasta el futuro.

—¿Y si hubiera encontrado algún vestigio de aquel avión donde viajaba Camilo?

—No sé qué hubiera pasado, porque realmente era muy grande el deseo de no encontrar nada, para seguir alimentando la esperanza de Camilo aún vivo, que aparecería dentro de unos días en algún cayo. Queríamos que el motivo de la suspensión de la búsqueda fuera ese y no el hallazgo de algún indicio o del propio avión.

La búsqueda de Camilo fue una misión difícil, estábamos comprometidos profesional y emocionalmente.

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