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Sobrevivientes: el testimonio de nuestra realidad

El libro Sobrevivientes, editado este año por el Servicio de Noticias de la Mujer de América Latina y el Caribe (SemLac) y el sello editorial del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), fue presentado en esta ciudad como parte de las actividades centrales de la Jornada cubana por la no violencia hacia las mujeres y las niñas

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

LAS TUNAS.— El libro Sobrevivientes, editado este año por el Servicio de Noticias de la Mujer de América Latina y el Caribe (SemLac) y el sello editorial del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), fue presentado en esta ciudad como parte de las actividades centrales de la Jornada cubana por la no violencia hacia las mujeres y las niñas.

Las periodistas Sara Más, de SemLac, y Liliana Gómez, de Radio Victoria, pusieron esta nueva obra a la consideración de estudiantes de humanidades en la Universidad de Las Tunas y público general en la galería Rita Longa, sitio emblemático de esta ciudad.

El texto no es un tratado académico, sino un diálogo en primera persona que desmiente la tendencia a minimizar un mal tristemente cotidiano y demuestra cómo cualquier mujer puede ser violentada por el mero hecho de serlo sin importar su nivel, origen, etnia, conductau orientación sexual.

Es el testimonio de 16 mujeres, seis de ellas tuneras, que han sufrido las diversas y a veces ocultas manifestaciones de la agresión masculina y, sin embargo, lograron, cada una a su modo, reconocerse en el conflicto y enfrentar la omnipresente cultura patriarcal.

Aunque rara vez se anticipa la entrada a ese callejón, las historias compiladas demuestran que es posible vislumbrar el finalcuando se emplean las herramientas propicias para romper el silencio y desmontar los mitos que legitiman la desigualdad en nuestro entorno cotidiano.

Tal es la meta que cruzan, una vez más, seis prestigiosas creadoras cubanas: las ya mencionadas Sara y Liliana, y Dixie Edith, Lizette Vila, Ivet González y Lirians Gordillo, quienes acordaron no mencionar nombres de sus testimoniantes a pedido de algunas de ellas, y porque lo narrado refleja en diferentes grados la vida de millones de mujeres latinoamericanas.

De ahí el valor del libro, en tanto diáfana denuncia sobre el costo de vivir en ambientes violentos por tradición, donde ser un hombre belicoso o posesivo se considera un mérito, no un antivalor, y es muy difícil detener la escalada agresiva dentro de tu hogarsihay otras víctimas en tu entorno que en situaciones límites naturalizan el callar y consentir.

Las vías masculinas para violentar son muchas y a la vez la misma: control económico, celos, posesión, desprecio, palizas, acoso, violación… matices deleznables de un poder que la sociedad les concede al nacer hombres, y que refuerzan al ejercer su rol de esposos o padres.

Sobrevivir a esa realidad exige coraje y una profunda concientización de la propia existencia, más allá de ser objeto en la cama y criada en la mesa. Lo que este libro revela de común entre la esposa sumisa, la prostituta, la exconvicta, la acosada porprofesores y jefes, la transgénero, la «luchadora» de la calle, la campesina, la emigrada, la cuidadora, la máster… es esa espada que pende sobre todamujer actual, esa dicotomía de vivir en una época que nombraderechos y a la par discrimina oportunidadesbajo la mirada conciliadora de otras generaciones que nos sugieren aguantar como hicieron ellas, sus madres y abuelas.

No todas las entrevistadas se han librado del círculo deprofunda violencia en que quedaron atrapadas algún día. Se necesitacreeren la posibilidad del cambio para acudir a la denuncia ytener alternativas para no volver a convivir bajo el mismo techo con su violentador o la familia que lo apaña.

Cierro esta invitación con una verdad que impacta por su simpleza y realismo, sobre todo en boca de la madre de una muchacha asesinada por su marido: «A ninguna mujer le gusta ser golpeada. La mujer calla porque tiene miedo, no porque esté enamorada».

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